lunes, septiembre 05, 2011

Una extrana sensacion de orfandad y nostalgia


Por Andrés Pascual
Esto puede resultar increíble ¿Cuántas veces, en el transcurso 1962-88, se escuchó en Cuba hasta por individuos que no eran completamente, quiero decir, militantes decididos o rabiosos castrocomunistas, frases como “aquí lo único que hace falta es comida”? Yo lo escuché a “tutti plem”.
Eso, cuando la mayoría de la población, que había vivido parte del capitalismo -o de la República-, aún tenía antecedentes sólidos para establecer patrones de diferencia entre dos Cubas: una con niveles decentes de progreso y desarrollo crecientes y, la otra, experimento de conversión al esclavismo brutal en medio de la miseria más espantosa a que se puede llegar, porque incluye las dos miserias de interés, la material y la moral.
La población mayoritaria de la Isla hoy no vivió la Cuba precastrista; entonces no saben quién era Bertha Dupuy ni Luis Echegoyen ni Arturo Artalejo... Ni han escuchado nunca el “jingle” de otro “desconocido”, Rosendo Rosell, “Hay ambiente, mi gente, si Cristal está presente”. Son nombres no solo extraños, sino ajenos a su novísima percepción de cubanía a la cañona, explicada a través de una ciudadanía militante sin clasificacion.
Hace algunos meses, en el programa dominical La Mirada Indiscreta, Alejandro Ríos dedicó un programa a un documental que a muchos por aquí les asustó por lo controversial; o por inverosímil que parezca: rodado en Cuba, por medio de entrevistas, muchos “cubanos” añoran el período “soviético” que, si bien no fue una ocupación al estilo de los países del Pacto de Varsovia, lo fue en significación…
Castro invitó a la Unión Soviética a ocupar a Cuba con condiciones previas: el país es mío y todo, incluyendo al pueblo, me pertenece…cualquier desliz que mostrara que los soviéticos se tomaban en serio la ocupación, generaba la salida del “hermano’ a patadas por el trasero y la prisión de quienes les ayudaran en el objetivo. A fin de cuentas, “Cuba no había sido liberada por los tanques rusos” y la “Revolución” era una pertenencia más del tirano-dictador. El proceso “microfracción”, ensayo de entrega directa a los soviéticos que fracasó porque los implicados menospreciaron la capacidad de reacción y movimiento de Castro, fue ejemplarizante para cualquier confundido.
Los soviéticos entendieron las reglas del compromiso y entendieron más: que el éxito del imperialismo comunista durante finales de los sesentas, los setentas y parte de los ochentas, no era posible sin el tirano de Cuba; porque, si bien ellos ponían el apoyo militar y logístico, el tirano ofrecía los hombres como carne de cañón mercenaria; a fin de cuentas, los grupos guerrilleros reaccionarios, conectados por el cordón umbilical que resultó la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana en 1966, respondían a Castro, creían en Castro y hoy, más que nunca, es Castro el ícono y gurú de esta cruzada antidemocrática de “nuevo tipo”, sobre todo en América, herencia de la gestión desde los sesentas, que se organizó y proyectó su actividad neoesclavista encubierta, golpe de gracia en una nueva dimensión, a partir de la Reunión sobre la Deuda Externa, celebrada en la capital cubana a mediados de la década de los ochentas, casi coincidente con el movimiento de “nueva mentalidad” soviético, que le dio al dictador la posibilidad de avizorar la crisis política en que se sumergía la Unión Soviética y que condujo a la desaparición de esa federación y del bloque comunista de países del Este europeo.
Uno de los grandes problemas de la URSS durante su existencia, fue que privaron a su pueblo del abastecimiento necesario que, tal vez, le hubiera causado menos problemas si hubieran hecho lo contrario; porque aquel pueblo pasó del esclavismo zarista al esclavismo comunista y, como el cubano de hoy, desconocía toda significación relativa a libertades civiles y a democracia. Al desviar recursos esenciales hacia los países controlados bajo el Pacto de Varsovia y hacia Cuba, sacrificaban a su pueblo en pro de mantener sometidas a esas neocolonias esclavas y reprimidas, en el nombre del comunismo como sociedad inmensamente mejor que aquella en la que “el hombre es el lobo del hombre”; pero mejor alimentados, vestidos y libres.
Por esa razón se produjo el financiamiento del castrocomunismo, para que semejante y bochornosa máquina de odio y represión se mantuviera en el corazón del Occidente libre…entonces llegó a Cuba la apestosa carne rusa, no es verdad que fuera tanta, sino a cuenta gotas y racionada; llegó la harina, también apestosa y húmeda, para un pan malo y racionado; llegó un aceite para cocinar menos comestible que el de motor y varias cosas más que, a los que no conocieron el capitalismo nacional, les parece un pasado sin penurias comparado con los 90’s y no llegó, en ninguna cantidad, la moral y la vergüenza que Castro arrancaba cada día con su fatal gestión; ni el espíritu de sacrificio necesario para mover a la sociedad y al país hacia metas verdaderamente supremas de libertad, soberanía y disfrute.
Durante los lejanos 60’s y 70’s, tampoco había “comunidad” ni viajes a Cuba ni envío de dinero…un pantalón jean o pitusa era producto de uno de mecánico conseguido en las prisiones y virados al revés…unos zapatos para un joven, de vinyl o de lo que se robara el zapatero…hubo quien tenía 100,000 inservibles pesos en su casa; porque no había oferta y una libra de frijoles costaba lo que quisiera pedir el vendedor de bolsa negra; no dólares, el dólar, más que una moneda para poder comprar, significaba una causa judicial entre 1-8 años de prisión por “tenencia ilegal de divisas”.
Bien, en el documental presentado por Alejandro Ríos se observan y escuchan a muchos cubanos que sufren de nostalgia del período soviético: “antes no era así, había de todo… ¡Ay la carne rusa…!” y cosas por el estilo…
A muchos exiliados nos indignan esos lamentos; pero son comprensibles: el pasado de quien nació o se crió en medio de esa dictadura y es incapaz de preguntarse ¿Cómo era mi país antes de esto? no puede contemplar una idea justa comparativa con el previo a 1959, porque no lo conocen ni les interesa; entonces su pasado esta dentro de su propio presente-futuro de miseria existencial.
Así, le escuché a un fanático de pelota decir: “fulano, (jugador de la era castrista), es el mejor de todos tiempos en Cuba”, ¿Por qué? Porque para ellos Cuba se descubrió en 1959 y cualquier otra cosa, realmente, no es Cuba.
Por eso creen que el fin del mundo fue el Período Especial, impuesto e insuperable desde 1959, ni más ni menos, carga en la que tienen el 70 % de culpa ellos mismos, a fin de cuentas.
El problema es que, por no hacer la investigación personal y de grupo que les demuestre que todo lo malo de Cuba ha sido sostenido en el periodo 1959-presente; que también les enseñe de la gloria nacional alcanzada, acaso única, antes del castrocomunismo; mientras no decreten duelo nacional por sus propios cadáveres de ciudadanos muertos de una y mil formas; mientras no ejecuten activamente el reclamo de la libertad que les usurpan, vivirán sin posibilidades de recuperar el principal elemento de la identidad nacional: la historia patria.
La tiranía solo ha demostrado en 52 años de sucia existencia que conoce el paño; saben que el 85 % de los “hombres nuevos” son capaces de observar, con la manos cruzadas desde la acera, como el G-2 golpea a cualquiera en la calle; por eso el tirano # 2 beneficia, como único renglón cuentapropista privilegiado, a la “red de paladares”: tal vez sea verdad que “comí’a es lo único que hace falta aquí…carajo”.

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