Por Andrés Pascual
El asunto es que fue un mexicano, no recuerdo si Carlos Monsivais, el que le sugirió a Haydeé Santamaría “tener bajo control y protección a Silvio”, después de conocerlo en un conciertico de los que daba en sus inicios en la Casa de las Américas; sería 1968 o principios del 69; tal vez ni la llamada Nueva Trova existía ni Ojalá.
El escritor azteca le oyó al panfletero con guitarra sus raras canciones de entonces, como Hay un grupo que dice o La Canción de la Trova, que le confundieron entre los jóvenes más huérfanos del mundo, los cubanos de la época dentro del país, como su posible representante musical. Quizás, no estoy seguro, nos imaginamos que era nuestro Bob Dylan al revés, porque casi todos creíamos que sería la cuchilla de cirujano útil para hacer la necesaria vivisección de un monstruoso aparato represor que nos asfixiaba. Ya había muchos jóvenes cubanos de su edad pudriéndose en la prisión política y miles en los gulaps de Camaguey.
Nosotros no necesitábamos la revolución, que nunca existió; sino la rebelión ante un esclavista criminal…no se pudo por mucho que se intentó; como que era la época del flirteo del tirano con mundo y medio, no fue posible; sin embargo, el galardón se ganó por aceptar la batalla desigual y Silvio fue de los que decidió abandonar el bando honroso e integrar el de los asesinos, excento de persecución, cárcel y muerte, con la alternativa de poder hacerse millonario en la medida que su compromiso lo hiciera arrastrarse más ante la dictadura y entonces eligió convertirse en el más claro ejemplo de alta traición al reclamo generacional jamás visto en Cuba…ni Pablo.
Eran los años en que el liliputiense Juan Hernández Díaz, director de la programación de radio y televisión del ICRT, osó decir que “ese hippie no va a cantar nunca en este radio ni en esta televisión por mis t……s”, porque no supo o no quiso medir el nivel de confrontación que se le avecinaba con semejante individuo. Si bien Hernández Díaz no fue purgado, debió entender rápido que Silvio no lo necesitaría nunca para cantar ante las cámaras y los micrófonos, que hasta el circuito del disco militante EGREM y el Festival de Varadero versión 1981 y posteriores, pasarían a ser de su propiedad.
En 1971, quizás 72, lo montaron en un barco camaronero y debió bojear Africa sin posibilidades de bajarse en ningún país, fue un castigo y Pedro González Bosque, médico clínico, a la sazón cumpliendo el llamado servicio social en funciones en la embarcación, me contó algunas de esas cosas. Hubo quienes dijeron que el aparato censor “no había comprendido bien la canción Ojalá, yo no lo creo; sin embargo, Silvio jamás volvió a contradecir ni a un enfermero con una medicina equivocada: dejaba que se la inyectaran sin chistar aunque le produjera reacciones.
Silvio supo siempre que sin el apoyo de la tiranía y la conexión de esta con los grupos comunistas del sub continente más España no le era posible triunfar, porque no es comercial y yo diría que tampoco intelectual o “de tesis”, como les gustaba llamar a los estudiantes a aquellos libros o filmes que nunca entendieron, durante la era de la antigua Escuela de Letras, muy al estilo francés de entonces, porque veían “Cleo de 5 a 7” o “La Felicidad”, películas de Agnes Varda, en el cine ensayo universitario.
A pesar de todo, los comisarios del G-2 siempre dudaban de su fidelidad al régimen, que en realidad no ha sido más que un alto concepto del oportunismo servil “IN CRESCENDO” a tiempo completo, razón por la cual le colocaron como “representante”, a partir de los 80’s, a un oficial de la contrainteligencia que había sido su vecino desde que Haydeé Santamaría le consiguió el primer apartamento y, en esa época, era dirigente de una de las llamadas flotas y no recuerdo si camaronera o cuál otra. Cuando al candelariense Tito Márquez, según me dijo una vez su hermana Maruca “compañero de lucha de Fulgencio Oroz”, lo hicieron “la sombra de Silvio Rodríguez”, todavía el tipo lo identificaba como “mi manager, a quien quiero como a un hermano”.
Tenía que suceder, resulta que Silvio reaccionó contra Pablo por sus declaraciones contra el abuso que se conoce desde hace 52 años por todo el mundo, menos “por los sordos de cañón entrenados”. Lo que le molestó fue que se hiciera en Miami previo al concierto que dio Milanés.
Es sospechoso que la rata de San Antonio de los Baños dijera que “concuerdo con muchas cosas de las que dijo, pero condeno el lugar y el tono desamorado como lo dijo”, por lo que Pablo gana credibilidad ante cualquiera, una vez que Silvio no tuvo en cuenta lo que, en la carta al Inmundo, aquel había escrito como valladar contra posiciones como la del compositor de La Canción del Elegido: “basta de escuchar tienes razón y lo comparto, pero al oído, en susurros, de boca hasta de dirigentes…quizás”
El único lugar donde Pablo debía y lo hizo, decir esas cosas y en ese tono era en Miami, hasta donde se sabe, Cuba no es una plataforma de libre expresión sin riesgo inmediato; me parece que en La Habana no hubiera podido concluir la primera sílaba de la primera palabra de lo que dijo, verdades que no lo alejan de su compromiso con la tiranía ni le exculpan del largo contubernio de apoyo tan condicional por oportunista como el del propio Silvio, sin recibir una ración de palos; a fin de cuentas, ya no esta “la envidia de Almeida” para culparlo por su desgracia como hizo cuando lo enviaron a la UMAP.
Que Silvio haya dado a conocer que está de acuerdo con muchos de los puntos dichos por Pablo, le colocan en el nivel mas elevado posible de “hijo de puta”, porque ¿Dónde ha hecho la denuncia que cause efecto en la tiranía y la obligue a hacer las cosas, incluso de “nuevos reformistas”, que arreglen el problema de la población cubana en cuanto a democracia y libertades?
El único arreglo capaz de colocar en el rumbo que le obligaron a perder a Cuba es extirpar de raíz el castro-comunismo y aplicar la cuota, por grande que sea, de justicia político-social, con fusilamientos, cárcel y deportación incluídas.
Mire usted, la Iglesia de Raúl quedó complacida, porque el propio dueño le aseguró a su “eunuco preferido ante las Cortes”, monseñor Jaime cardenal Ortega y Alamino, que “ninguna instancia del gobierno ha ordenado la represión abusiva contra las Damas de Blanco…”
¿Acaso creyó eso Silvio? Entonces, de acuerdo a la respuesta ¿Fue voluntario u obligado durante el Mariel para “despedir” a Evelio Taillac, a Mike Porcell o a Yolanda Cuellar…y no con besos y abrazos?.
Este es el caso de los “susurradores al oído” (de un tiempo a esta parte), a que se refirió Pablo en su carta-testamento de separación relativa del castro-comunismo, publicada como respuesta a quien no pudo gozar de ninguna mención en la réplica oficial de Silvio, el Inmundo García.
Silvio no fue “duro” a la manera usual con Pablo Milanés, porque resultaría muy engorroso y difícil tener que comenzar, en tiempos turbulentos, una campana en la que se niegue la clase profesional del aludido tal vez hasta con referencias de que sus canciones se las componía “un compañero”; porque, posiblemente, Pablo le haya dicho a todo lo que se expondría si declaraba lo poco o lo mucho que dijo, a quienes en España le llaman Querido Pablo, que lo quieren más que a Silvio y no sé la razón, pero la clase artística debe contar y, posiblemente, un ripio de vergüenza.
Por lo otro que Silvio trata un poco menos duro de lo normal a Pablo debe ser porque este, quizás, conozca 3 ó 4 cosas “feas”, tal vez políticamente no correctas, no solo de Silvio y, más escándalo de lo que ya tienen no quieren. En poco tiempo el caso Pablo estará cerrado a la publicidad con pena de cárcel para el que lo reabra allá; si no al tiempo.
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