Andrés Pascual
El único que no puede cargar culpas sobre muertes en el ring, decisiones impopulares de los jueces, arreglos de peleas o actitudes de las llamadas “antideportivas” es el boxeo: el deporte es noble y contribuyente de importancia a la formación de personalidades positivas en lo atlético y en lo moral de la sociedad. En el caso del pugilismo, lo malo es lo que tiene al lado.
En la historia de las tragedias del ring, las más trascendentales y memorables son las que tuvieron la desdicha de producirse durante la era de la televisión. A pesar de que cualquier muerte en cualquier tiempo es una tragedia, la posibilidad de que una golpiza fatal se vea por millones impacta más que si se produce en una localidad sin transmision televisiva; el radio tampoco causa igual efecto que la pantalla: oído no es igual que vista y oído.
Porque fue en el Garden por la faja welter; porque fue televisada de costa a costa y con el efecto publicitario que más lesionó la moral de un boxeador en los anales de Fistiana por el odio real de partes que originó, una vez que los apoderados del cubano Benny Paret prepararon un show relativo a la orientación sexual de Emile Griffith, pues esta pelea es el principal referente del “salvajismo de un deporte” en el cual ni el salvaje ni el homicida es el boxeo.
“Griffith es un marica”, por eso trabaja en una tienda que vende sombreros de mujer” (empleo que, si lo desarrollaba con seriedad e interés, era tan enaltecedor como otro cualquiera) Ese fue el guión que le redactaron a Paret y su sentencia de muerte; porque, cuando en 1962 el nativo de Islas Vírgenes lo “aflojó”, sin ser un pegador homicida, le tiró todos los golpes que pudo con el objetivo de lesionarlo de verdad, si a muerte, mejor: un hombre bueno en función de asesino y otro, igual de bueno, en la de tonto útil.
¿Quién mató a Paret? Desde entonces se culpa al referí Ruby Goldstein porque no intervino a tiempo, pero nadie sabe o recuerda que el hombre había sufrido un ataque al corazón y se atemorizó ante la obligada fuerza física que hay que ejecutar para romper clinches o separar. En todo caso, pudieran ser los que eligieron al referí para aquel pleito de “odio total”, que prometía y cumplió, una verdadera masacre.
Sin embargo, la culpa fue de los apoderados del cubano, no solo porque crearon al monstruo a través de las ofensas proferidas por su peleador, sino porque Paret había sido virtualmente demolido y lesionado con secuelas algunos meses antes, en una descabellada pelea titular de peso mediano contra Gene Fullmer.
Años antes, Alcibíades Ortega, otro cubano, murió a manos de Tommy White en Ciudad Panamá, ¿Quién conoce el dato? y, en 1961, el boricua Anselmo Castillo mató a José Rigores, guardia de seguridad en Nueva York y paisano de Paret y de Ortega, en un pleito sin interés ni importancia escalafonaria en la arena San Nicolás de la Ciudad de los Rascacielos, ¿Por qué no se mencionan? Posiblemente porque no hubo televisión ni concurrencia ni importancia como para crearle un problema al deporte que tiene su base en que a muchos no les gusta que en un verdadero interés humano, salvo algunos casos.
Siempre hay un culpable por todo, hasta por los arreglos sucios o por las oportunidades de peleas como retadores: el título que le puso Eladio Secades a un reportaje para Bohemia al momento de perder Gavilán la faja welter en Filadelfia contra el escurridizo matrero Johnny Saxton, muy inferior al cubano, refleja a las claras qué sucedió: “Se lo quitaron los mismos que se lo dieron”, porque el gángster Blinky Palermo había sido quien le consiguiera la pelea por el campeonato mundial welter al criollo bajo condición de acuerdos de mutuo interés, incumplidos por el grupo que representaba al camagueyano.
Más reciente, ¿Quién fue el culpable de la derrota de Víctor Ortiz ante Floyd Mayweathers jr? Porque ahora se habla de la actitud antideportiva del ganador, que sugiere como ilegales los golpes que terminaron con las aspiraciones de quien ni eso debió tener.
Una vez que todos lo que estaban encima del ring y en ringside oyeron a Cortez ordenar “box”; sin embargo, la forma como cuestionó Larry Merchant al ganador, inquisitoriamente, o no la escuchó, o es poco neutral ante darle rienda suelta a su rechazo al pugilista sepia quién sabe la razón. A Joe Cortez no lo interrogarom como se supone que debían ante quien tuvo la responsabilidad por los golpes que noquearon al californiano; es decir, nadie le cuestionó porque no ordenara. Seguir, ¿Entonces?
Una vez a un pitcher se le escapó un lanzamiento de 20 millas por horas ante Ted Williams y el artillero la metió a 450 pies en Fenway Park; en otra, un bateador que no escucho al umpire entró tarde al home y le cantaron el tercer strike; Valentino Rossi sufrió una caída de su moto en un Grand Prix y nadie lo esperó para que continuara…Nunca han decretado como antideportivas esas conductas… ¿Por qué debe ser calificado el nocao de Mayweathers jr a Ortiz como “conducta ilegal”, cuando nada se hizo contra las reglas del Marqués de Queensberry? Ilegal, sucio, cochino el cabezazo que le propinó el perdedor al nuevo campeón mundial en la boca y nadie quiere hablar de eso…Por favor.
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