viernes, agosto 19, 2011

Promiscuidad ideológica en el Miami cubano/ Ichikawa

Enviado por ei en agosto 19, 2011 – 9:12 am
 
Emilio Ichikawa
Cuando en el siglo XIX Hostos trató a los emigrados cubanos (y algunos puertorriqueños) en New York, anotó en su Diario (Martes 4 de enero de 1870; mañana) que, más que un grupo de independentistas dotados de un proyecto fundador, les parecían colonos disgustados con España. Una parte del exilio cubano de principios de los ´60 del pasado siglo XX parece que se entendió también en rango fortuito-emocional (disgustados con Castro), pues según sus propias declaraciones no llegaron a Miami con un Libro o una Roca, sino con el ticket del desencanto motivado por un evento político que enfocaron como “accidente”; rectificable en semanas o en meses: “El próximo… en Cuba”.
No es infrecuente encontrar entre los testimonios de aquellos exiliados cubanos en Miami la confesión de que ni siquiera trajeron dinero, joyas o título de propiedades. Lo que refuerza la idea de que entendieron el castrismo como algo pasajero, que no ameritaba una “colonización” alternativa: Liberty Tower (La Torre de la Libertad) se diferencia en eso de Ellis Island, donde se recuerdan ajuares de bodas y máquinas de coser. Por demás el Miami al que empezaron a llegar esos pioneros cubanos, apenas había dejado de ser antidictatorial (digamos que “antibatistiano”), revolucionario y hasta pro-castrista.
En Miami el propio Castro recaudó fondos (foto), militantes y simpatías para su movimiento; dejando una estructura de influencia que no llegaría a desmontarse del todo en 1959, cuando empezaron a arribar los primeros desencantados de (o traicionados por) la revolución. Es decir que la idea del Miami originariamente anticastrista, incontaminado y aséptico en el “anticomunismo”, al que aún no había llegado ese agente número uno de Castro, el adelantado que le abrió las puertas a una infección demográfica que llega hasta Pablo Milanés, es otro mito de nuestra historia reciente.
La conformación de Miami como “país cubano fuera de Cuba” (ni exilio lacrimoso, ni perchería orgiástica) fue un precipitado que se impuso a sus propios gestores; norteamericanos incluídos. Descifrado acaso por algunos visionarios que percibieron en Castro el intento por revolucionar la historia de Cuba toda. De ahí que la primera enseñanza que deja un proceso como el castrismo, es la necesidad de considerar críticamente, con cautela, los eventos políticos que se producen en la isla y no precipitarse al regreso definitivo (visitar es otra cosa), no sea que todo termine en otra desilusión. No convertirse en indiferente: solo darse por escarmentado. Hasta el momento al menos, la democracia norteamericana ofrece un mínimo de garantías civilizatorias para poder “transcurrir” con cierta paz en el mundo contemporáneo. Y lo que es muy apreciable: la legislación vigente es todavía capaz de proteger a un cubano de la antipatía activa de otro cubano de ideología diferente.
La “accidentalidad” inicial de este (exilio-emigración) y otros procesos de la historia cubana, casi sugieren la idea de una presencia necesaria de lo casual. Es como si a diferencia del modo de hegelianos y marxistas, donde lo casual aparece como un ardid de lo necesario, en el caso cubano la necesidad fuera apenas el pretexto o la cáscara donde lo casual-caprichoso rige el nexo. En el interpretar cubano parece como si no hubiera filosofía, teología o ciencia detrás de los juicios; solo inspiración, vapores, nervios, humores, frágiles simpatías en juego.
Por ejemplo: no es el estudio o la admiración trabajada, sino más bien la repentina amistad con un pintor o cantante lo que le adjudica de pronto el mérito de mejor artista cubano de la época. Amistad que suele ofrecerse por la sintonía en la misma posición ideológica. La coincidencia política con el dueño de un restaurante en Miami transforma al arroz con pollo que sirve su local en el mejor de la ciudad; y acto seguido en una reverenda porquería si se mueve a la izquierda o derecha del punto donde fija su posición en la querella castrismo-anticastrismo. Conozco una persona que ha rotado siete veces, en el mismo año, por las casillas de ser –casi a la vez- el mejor y peor periodista del mundo. Cosa que desmiente eso de que, haciendo lo mismo, no se puede conseguir distinto resultado.
-NOTA (Junio 15-16, 2010): “Miguel A. Sánchez, ´El Coreano´, se refirió a este mítin de Fidel Castro (derecha en la foto) en el Teatro Flagler de Miami, celebrado el 20 de noviembre de 1955, con el objetivo de recoger fondos para su movimiento.
Según contó al periodista Oscar Haza en el programa ´A Mano Limpia´ (junio, 2010) del Canal América-TeVé de Miami, el propio Castro le explicó la forma en que movería el simbolismo kubishe, usando una imagen de Martí (en la foto, justo debajo de Martí, Luis Conte Agüero, la silla vacía a su lado es la de Fidel, que habla) y pasando un sombrero de yarey para prestigiar la colecta.
“El Coreano” aseguró al Sr. Haza que Castro le dio una cantidad notable de dinero y le orientó que, en el momento en que él instara a los presentes a donar (“pasar el cepillo”), se pusiera de pie y depositara de forma visible la cantidad de dinero que recién le había entregado.” (by Emilio Ichikawa)
-FOTO: Fidel Castro, Flagler Street Theatre, Miami, Nov. 20, 1955: latinamericanstudies.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario