Por Andrés Pascual
[Cortesia del autor]
La tirantez entre el capitán Felipe Guerra Matos y José Llanusa Gobell, que le sustituyó al frente del deporte castrista, provocó que el oficial que estuvo a cargo del sector durante los primeros dos años de dictadura, implementara un campeonato con ayuda del ingeniero Rolando Fernández, de carácter semiprofesional avanzado, en la regional PR-2 de Pinar del Río, cuya cabecera fue el pueblo San Cristóbal: entre octubre y diciembre de 1961 jugaron muchísimos profesionales de diferentes clasificaciones allí, incluso amateurs de alto nivel: Marcelino López, Panchón Herrera, Amado Ibáñez, Emiliano Tellería, Habichuelas Gómez, Hector Martínez, Raul Oro, Jesús Ayón…o Rolando Pastor, Pico Navarro, Enrique Pérez Chaviano, Tito Fuentes (ya firmado), Jose M. Pineda (también firmado), Pedro Chávez, Angel “Patón” Acosta, Rigoberto “Chona” Miranda, Andrés Pérez Pino, Raúl “Cunagua” González, Eduardo “Titirite” Cardenas…
Guerra Matos había aparecido en Bohemia en más de 12 fotografías con los integrantes del Cienfuegos que ganaron la Serie del Caribe en Panamá en 1960 y era fanático de Puppy García, al que sacó del retiro en 1959 y pretendió, descabelladamente, una pelea entre el Idolo del Vedado y el campeón mundial pluma Joe Brown; peor para el, asistió al funeral del padre de Puppy en 1960 cuando el boxeador ya estaba preso por conspirar contra la dictadura. También fue un represor de índole criminal durante los años de los infernales campos de concentración de la UMAP (1965-68).
Entonces, un domingo de noviembre de 1961, precisamente el día que asistió Joe Cambria a San Cristóbal a su último “raid como scout de los entonces nacientes Mellizos de Minnesotta, se apareció el que fuera, durante 1959 y 1960, el locutor personal de Castro, que había informado desde la Sierra Maestra junto a Jorge Enrique Mendoza la firma de la Ley de Reforma Agraria y que había ayudado a constituir el FIEL (Frente Integrado de Emisoras Libres) que debe entenderse como “emisoras esclavas robadas”, igual que los 17 periódicos diarios y vespertinos de gran tirada de La Habana hasta 1959, Eddy Martin, un frustrado narrador deportivo que no pudo competir con la grandeza del micrófono durante los 50’s, que solo había llegado “a locutor de terreno” durante los juegos del champion y a algún que otro comentario que le permitían, durante las transmisiones de los Cubans Sugar King’s, Felo Ramírez y Gonzalo López Silvero.
En aparente función de reportero para la sección deportiva del primer periódico personal de Castro, Revolución, y acompañado de Martin Dihigo, cuyo hijo Martin jr. que había sido novato de los Cubans con poco éxito, jugaba la primera base del equipo PR-2. Eddy Martin conversó con jugadores, público…para redactar un ataque virulento contra el campeonato esa semana que tituló, “La pelota profesional en la PR-2”, a través del cual planteaba que era inaceptable dejar renacer “el beisbol mercantilista y explotador”; luego de publicado ese comentario, el propio Llanusa y varios miembros del sector deportivo castrista, entre ellos Juan Ealo, viajaron a Pinar del Río y suspendieron el evento.
Eddy Martin no abandonó Cuba entre 1960-62, como todos los grandes de la prensa y el micrófono de la época, porque no era nadie, aquellos hombres se iban directamente con contratos de trabajo porque era conocidos y solicitados en el área y, en cada país en que se establecieron, contribuyeron a hacer más grande la crónica deportiva con sus experiencias. De ese nivel quedaron en Cuba, entre otros, José González Barros, Ricardo Agacino, Rubén Rodríguez, Sergio Varona y alguno que, tal vez, escapa a la memoria…Eddy Martin, que tuvo buena voz, enseguida supo que “como tuerto, se erigiría en lo adelante en rey de una promisoria tierra de ciegos”, ascenso que comenzaba con condiciones de exigencia que nada tendrían que ver con la aptitud profesional para el trabajo y él las cumplía todas…desde arrastrarse todo lo que pudiera ante el propio dictador y, si preciso era, servirle de bufón.
En la primera Serie Nacional, Eddy Martin acompañó al Dr. Rafael Gavilán, fallecido en Nueva York en 1991 y al gordo Rubén Rodríguez, en la transmisión por televisión de los juegos; pero no se sentía cómodo, porque esos eran dos de los de “antes”, quiere decir que, sobre todo Rubén, que había sido administrador de los Tigres de Marianao, narrador y comentarista de varias emisoras radio-televisivas, además de scout, sí sabían del asunto, por lo que él no se podría dar el lujo de pasar por el “docto” que asumió siempre con las generaciones posteriores.
Entonces volvió a lo suyo, que era “lo politico”, tanto que, junto a Manolo Ortega, fundó el Noticiero de Televisión; cuando apareció Juventud Rebelde, fue llamado a dirigir las páginas deportivas.
Tan clasificado como hombre de confianza del propio dictador era, que fue el único comentarista radial que viajó a Puerto Rico durante los Juegos Centroamericanos de 1966 en San Juan. Incluso el viaje de Arnaldo Tamayo Méndez al espacio en compañía y nave soviética, fue narrado por este gamonal.
Bobby Salamanca, que pudo haberse exiliado en Puerto Rico cuando Gonzalo López Silvero lo invito y no lo hizo porque temió fracasar (y le sobraban condiciones para triunfar), siempre fue un defensor, como Rubén Rodríguez, del profesionalismo en el beisbol; lo que se traducía en que no aceptaban que se igualara la pelota de Castro con la rentada; al revés de Eddy Martin, que era agresivo contra los profesionales y siempre jugaba con los números puestos en una pelota decadente y débil por Antonio Muñoz, por ejemplo, en el departamento de jonrones con respecto a los de Miñoso o Roberto Ortiz, de la forma más fanática y militante posible; pero sintiéndose amparado por el régimen y capaz de “echarle la grada arriba” a quien osara discutirle su, más que estupidez, veneno recalcitrante, que ha logrado influir en las generaciones posteriores de cubanos desde el punto de vista fanático y en la separación de las dos orillas, al extremo de que, muchos cubanos de la Cuba de hoy, consideran “todos los tiempos” en beisbol y en boxeo a partir de 1962.
Cuando, a principios de los setentas, la Seguridad del Estado internó a Juan Antonio Salamanca en Mazorra porque, “para creer eso hay que estar loco”, sometiéndolo a tratamiento psiquiátrico sin necesitarlo, con la asistencia obligada, como parte de la sanción, a una “clínica de día” después, Eddy Martin aprovechó, se fue a la televisión y colocó a su lado una caricatura de narrador que encajaba, por su oportunismo, en su nivel, Héctor Rodríguez. A Salamanca le permitieron regresar después del “tratamiento” y continuó en radio y, en 1977, con motivo de la Serie Cuba contra profesionales de Venezuela, por poco “recae”, cuando discutió con Rodolfo “Jabao” Puente, desde el programa Desde las Gradas, sobre la superioridad del profesional, que quedó muy mal representado en la seriecita.
Sin embargo, hoy dicen los fanáticos de nueva edición de allá, que Hedí Martin “sabía mucho” de la pelota de antes, lo que quiere decir que, durante los 90’s (tal vez bajo influencias del Período Especial) se dio el lujo de hablar de algunos jugadores, más allá de los que únicamente comentaba en los 60’s y los 70’s y me refiero a J.J. Alvarez y a Isidro Borrego durante su época en Pedro Betancourt, a la que clasificaba sin pena como semiprofesional, cuando era una liga del circuito amateur, azucarera, creada en 1946 para que los negros pudieran jugar como aficionados e, incluso, aportar peloteros al team Cuba como Martiniano Garay o Angel Scull.
Dicen que durante ese tiempo también se dignó en hablar de quien fuera su amigo y uno de los que lo ayudó a meter en el champion: el pitcher almendarista Orlando Peña; incluso contó hasta la anécdota del carro que el ex pitcher azul le dejó y el Che Guevara (eso no lo decía), se lo quitó (lo que es verdad, porque el propio lanzador me lo ha dicho).
Durante 30 años, Eddy Martin se autocensuró de comentar lo anterior y otras cosas de las que, dicen, después eran consuetudinarias en sus comparecencias y hasta en libros.
El tipo fue un buen narrador (nada más que bueno) que escondía bajo una cortina de humo neutral la más aberrante y asquerosa parcialidad y militancia posible a favor de lo que se constituyó en una fuerza demoledora en capacidad de destrucción de lo que él decía que tanto amaba: el beisbol y la propia Cuba.
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