en los anos 70 me enviaron a sembrar-limpiar-cortar cana y volver a sembrar-limpiar-cortar en un ciclo eterno al norte de camaguey, donde no habia luz electrica y a unos km de la desembocadura del rio maximo y a mas de 20 del 1er pueblecito envuelto en polvo y donde el unico medio de comunicacion era un telefono de magneto de principios del siglo xx con una sola linea que conectaba con el puesto de mando del central noel fernandez. como yo era un “privilegiado” pues era el jefe de produccion del campamento era el unico que contaba con un caballo renco que no importa cuanto le apletaras las cabijas que invariablemente galopaba a la pasmosa velocidad de 5 km/h, tuve la oportunidad de extender mis exploraciones de los nuevos campos caneros a las areas que el viejo penco me permitia y quede pasmado el dia en que atravesando una manigua me tope de pronto con el mar. asi sencillamente con el mar y a 100, 200 y quizas mas metros de la “orilla” de tierra se veian los troncos muertos de arboles engullidos por el mar. quede estupefacto. a lo lejos divise la cayeria norte sin saber que anos despues tendria el “privilegio” de estar presente cuando el jefe de todo ordeno echar piedra pa’lla sin mirar pa’tras.
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