lunes, marzo 21, 2011

#Cuba: Congreso del Partido al borde del abismo [III]/ Eugenio Yáñez, Juan Benemelis y Antonio Arencibia

CONGRESO DEL PARTIDO AL BORDE DEL ABISMO
TERCERA PARTE Y FINAL: Frotando la bola de cristal
Eugenio Yáñez, Juan Benemelis y Antonio Arencibia
Cubanálisis-El Think-Tank

No es necesario señalar nuevamente que el proyecto de Lineamientos Económicos y Sociales no contempla en lo más mínimo ningún tipo de apertura política ni democrática, pues además de que muchas personas lo han resaltado, ni siquiera el régimen ha pretendido transmitir esa imagen en ningún momento.

Por consiguiente, hay que centrarse en los aspectos económicos de este documento.

El debate promovido en torno a los Lineamientos del Congreso partidista ha concluido en la práctica. Las sugerencias y críticas están siendo debidamente estudiadas, clasificadas y elevadas a la comisión correspondiente que propondrá al Buró Político lo que conviene o no ser incorporado para su aprobación, que dependerá básicamente de que no choque contra la estrategia principal trazada para la economía.

Una vez concluido el congreso termina la discusión de esos tópicos. Incluso si se celebra la mencionada conferencia del PCC, las normas de esos eventos en la extinta Unión Soviética establecían que sus delegados fuesen designados por los niveles superiores del partido, y no corresponde la discusión previa de ningún documento rector. Podría hacerse en Cuba bajo estas mismas condiciones.

Algo que no se ha escudriñado demasiado es una aparente contradicción en el documento que puede ser, significativamente, la clave para comprender un eventual desarrollo futuro.

El documento da la impresión de haber sido elaborado con una imagen muy clara por los autores de pretender un movimiento inevitable hacia la economía de mercado, y una vez estructurado de esa forma se le añadieron las restricciones y salvaguardas imprescindibles para impedir a toda costa el veto del Comandante y la resistencia de la nomenklatura y de la burocracia más conservadoras, lo que dio por resultado un proyecto final timorato y de menor alcance, que aún así ha enfrentado la resistencia de los grupos más reaccionarios del régimen.

Pero además hay que decir que este proyecto también ha recibido la resistencia de muchos trabajadores que tienen que enfrentar el cambio del contrato social obsoleto del castrismo y ajustarse a nuevas y duras reglas del juego, sin derechos sindicales ni ciudadanos.

Las direcciones estratégicas que establecen los Lineamientos han de resultar de carácter irreversible, como la aceptación de formas de propiedad privada y cooperativa sin los estigmas clásicos que las menoscababan continuamente, la autorización de utilizar fuerza de trabajo por parte de privados y cooperativistas, el enfático llamado a la autonomía operativa de las empresas estatales, la aceptación de la propiedad mixta en las inversiones extranjeras, la limitación del papel de la planificación centralizada, el rescate de la contabilidad como mecanismo de control, el arrendamiento de tierras estatales a particulares y cooperativas, y la descentralización de la administración central hacia las provincias y municipios.

El documento retoma mucho del espíritu del llamado Nuevo Sistema de Dirección y Planificación de la Economía de los años setenta –aniquilado por Fidel Castro durante el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” desatado en 1986- e incorpora prácticamente todo lo que cabe del programa llamado de Perfeccionamiento Empresarial, aplicado en las empresas militares desde los años ochenta. Como resultado final surgen unos Lineamientos que, aunque quedan algo cortos, se inspiran en el proyecto de reforma de la economía soviética en 1965 sustentado por Liberman y desechado posteriormente por Leonid Brezhnev cuando asumió el poder en la extinta URSS.

Sería ingenuo considerar que los economistas que tuvieron a su cargo la elaboración de los Lineamientos no sepan que las cargas impositivas establecidas para los que pretenden dedicarse al cuentapropismo son abrumadoras e insostenibles, o que consideren que sin un mercado mayorista para el abastecimiento de los mismos y un sistema de créditos efectivo ese nuevo sector de la economía pudiera resolver problemas fundamentales de producción y servicios tan necesitados para la población, o asimilar el más de un millón de trabajadores que quedará “disponible” en el proceso de despidos comenzado.

De ahí que el problema principal hasta el próximo congreso estriba en cómo funcionar con un modelo que plantea pero que no permite plenamente la actividad privada de cuentapropismo urbano y de usufructo individual y cooperativización en el agro, por las barreras que les impone. En el primer caso, debido a las elevadas tasas de impuestos, y en el segundo caso por la centralización estatal de la distribución, y las nuevas tarifas tributarias.
La tecno-burocracia raulista piensa que es factible arrastrar tal dicotomía hasta que sea necesario destrabar los nudos gordianos, pero sigue en el dilema del tiempo, la escasez de recursos y un horizonte internacional cada vez menos favorable.
Como lo anterior supone primero desmontar totalmente el fidelismo en la economía, los autores del proyecto tienen la autorización explícita de Raúl Castro de presentarlo al Comandante para evitar el seguro veto. El resultado es que se ha elaborado un engendro contradictorio pero que también se puede desmontar de una manera relativamente sencilla cuando sea necesario para que cumpla abiertamente con los objetivos del neocastrismo.

Por ejemplo, una vez establecido el cuentapropismo, el arrendamiento de tierras agrícolas que estaban baldías e improductivas, o la ampliación de propiedades de capital mixto en el país, que serán santificadas en este Congreso “comunista”, no es difícil, después de los Majestuosos Funerales, modificar el nivel de impuestos establecidos a los cuentapropistas, la duración de los contratos para el arrendamiento de las tierras, o el porcentaje de participación extranjera en las empresas de capital mixto.

Para hacer eso no sería necesario en ningún momento un congreso del partido, pues se trataría de acciones de carácter gubernamental -es decir, de ajustes dentro de lo ya “aprobado”- que pueden simplemente ser decididas mediante decretos del Consejo de Ministros o decretos-ley del Consejo de Estado, que en la siguiente reunión de la siempre unánime Asamblea Nacional del Poder Popular serían fácilmente ratificadas.

De esta manera, los Lineamientos serían lo más que puede lograr el neocastrismo en estos momentos a la sombra del Comandante, pero dejarían sentadas las bases para un paso de transformaciones reales a una economía de mercado controlada por una férrea dictadura tan pronto como el principal obstáculo para cualquier transformación verdadera en el país no esté biológicamente presente.

Puede apuntarse que el raulismo pudo detener la debacle en que venía precipitándose el país con el fidelismo en los primeros años de la primera década de este siglo. Ello se prueba en el reemplazo del caudillismo y el desmantelamiento del Estado paternalista. Pero su actual dilema estriba en mantener el poder a la vez que busque solventar los problemas más acuciantes en el orden del consumo, y evitar un mayor hundimiento en los niveles de vida.

La base del poder raulista estriba en el apoyo del ejército, de los órganos de represión en el Ministerio del Interior, así como la búsqueda de una base burocrática partidista y estatal.

¿Resulta absolutamente claro y definitivo este escenario? Naturalmente que no. ¿Se trata entonces de puro y duro wishful thinking? Tampoco. Es una variante factible, y las condiciones necesarias para su materialización estarían presentes, gracias a las decisiones que se adoptarán en el Congreso a partir de los Lineamientos.

Lo que no significa que tras el Gran Duelo la gerontocracia no pueda querer aferrarse a un conservadurismo feroz, retroceder, y echar abajo las perspectivas que se abrirían con esta variante.

Podría ser su última decisión errada si optaran por ella, pero nada garantiza que no vuelvan a equivocarse en esos momentos.

Diferencia de enfoqueS entre el campo y la ciudad

En el análisis de las reacciones de la población sobre puntos importantes de los Lineamientos como son el plan de despidos laborales y la eliminación gradual de la libreta de racionamiento se generaliza el criterio de rechazo, sin tener en cuenta que esos planteamientos tienen distinto contenido si la zona en la que se emiten es urbana o rural.

El peso de la implementación y coartación en el medio urbano ha estado en manos principalmente de los sindicatos, los cuales no lograron controlar efectivamente la agenda en los centros de trabajo, llevando a una crisis, y a críticas fuertes a la actual dirigencia de la CTC.

Por razones muy concretas hay un enfoque diferente en la población rural. En primer lugar hay que destacar el incremento de los ingresos en el campo, que se debe a mejores precios y estimulan a una mayor producción a los pequeños agricultores, a los cooperativistas y a la minoría de usufructuarios cuyas tierras han rendido cosechas.

Además, sin mucha publicidad, se siguen implantando cambios progresivos en la estructura de las empresas estatales agrícolas, mediante la creación de “fincas”. Este sistema vincula a un grupo de “finqueros” a áreas generalmente ociosas de la empresa estatal para convertirlas en productivas, de las que obtiene el obrero agrícola notables incrementos salariales, y por ventas, al ganar por lo que produce, y además sin tope máximo.

Como cuestión metodológica hay que aclarar que el término “finquero” se está aplicando indistintamente, también a los que obtienen tierra en usufructo, así como a los que se suman a proyectos pilotos en marcha en Unidades Básicas de Producción Cooperativa de la provincia Granma, conocido como “Fincas Familiares Ganaderas”.

Otro elemento a tener en cuenta es que el obrero agrícola o el campesino pueden suplir muchos productos alimenticios para su familia con la producción propia, por lo que les preocupa menos la eliminación paulatina de la llamada libreta de abastecimientos que a los habitantes de las ciudades.

No obstante las consideraciones anteriores, hay que dar suficiente peso a las críticas al aligeramiento de las plantillas estatales y a la eliminación de la “libreta”, ya que la proporción entre la población urbana y la rural es de 3 a 1, (75% y 25% respectivamente), por lo que los planteamientos de la población urbana no solo tienen un peso estadístico muy alto, sino que por razones obvias se hacen sentir más que las manifestaciones de descontento contra medidas del régimen cuando ocurren en zonas campesinas .

De ahí que debamos destacar un horizonte inexplorado, el factor de que se va a implementar una elevada tasa de impuestos en el sector cooperativo y agropecuario, algo que no existía hasta este momento. Ya en zonas tabacaleras de Pinar del Río grupos campesinos y cooperativistas han mostrado su desacuerdo.
 
Último congreso de los históricos

Si la biología y las estadísticas no fallan, este debería ser el último Congreso del PCC para Fidel Castro y su hermano, el general-presidente. Para el 2017, aún si viviesen, no se puede contar con la interferencia en los asuntos del país de un Comandante con 91 años, y tampoco su hermano, de 85 años, podría controlar el poder con efectividad.

Para esa fecha, de los verdaderos “históricos” con poder y autoridad quedaría, si acaso, Ramiro Valdés quien tanto en ese futuro como ahora es figura muy poco “potable” para encabezar oficialmente la dictadura militar en Cuba.

Habrá llegado entonces el momento de otra capa de la gerontocracia, la de los “veteranos”, una especie de segundones de la Revolución que se han caracterizado solamente por su obsecuencia y obediencia ante los históricos. Se podría hacer una lista casi interminable de esos también ancianos, que van desde Machado Ventura hasta el último de los generales de origen guerrillero.

Desprovistos absolutamente de carisma, acostumbrados al ordeno y mando y al ¡ordene!, y por ello carentes de habilidades de comunicación política, están llamados a formar comparsa junto a tecnócratas y cuadros partidistas más jóvenes, con mayores ambiciones y oportunidades de sobresalir en el mundo real que esos remanentes de la carcomida “epopeya” castrista.
 
Al hacerse una comparación de la situación general entre el 2006 y el 2011, no existen cambios sustanciales en lo relativo al consumo ni el desarrollo agroindustrial. Aunque el raulismo ha ido ganando terreno y parece haberse consolidado como un estilo de dirección que suplanta al caudillismo y fortalece las instituciones del Estado y el Partido Comunista, tal vez al estilo de los esquemas de poder prevalecientes en el ex bloque soviético europeo. Sin embargo, esta remodelación de la estructura de poder no puede plantearse como un cambio de esencia del régimen.

Sin dudas, la actual política, al menos hasta el próximo congreso, mantendrá la posposición de cualquier tipo de apertura política. Si bien Raúl Castro está obligado a dirigir a partir de un consenso favorable en los medios de poder, ello implica un debate durante el proceso de gestación de las decisiones.

Aunque el raulismo no ha detectado hasta ahora reto alguno o presión interna sustancial, no debe dejar de anotarse algo inusual bajo Fidel Castro: la conformación de una tendencia neo-marxista-trotskista-anarco, proveniente de medios académicos, institutos de estudios e intelectuales. Es de notar que han pasado de ser opiniones individuales, transformándose en una pequeña corriente cuyo protagonismo será sin dudas muy fuerte tras la desaparición de los Castro.
 
El nuevo Buró Político del Partido

Como ya se dijo anteriormente, este sexto congreso del Partido será el último donde el liderazgo histórico de la revolución cubana podrá participar, por razones biológicas. De ahí que, necesariamente, además de las decisiones de política económica que se impondrán, esté obligado a seleccionar un equipo de dirección del máximo nivel (Buró Político y Secretariado del PCC) donde participen los principales elegidos para la sucesión de la sucesión, es decir, el equipo de dirección que el poder considere como los más capaces de garantizar la continuidad del régimen sin sobresaltos fundamentales.

Entonces, es de esperar una renovación importante en el buró político, donde deberán ser promovidas figuras más jóvenes (comparadas con la gerontocracia actual), que se prevé que acompañarán al liderazgo tradicional durante los próximos años, tanto en el Secretariado como en los departamentos del Comité Central, partidos provinciales y principales instituciones del Estado.

Sin embargo, siendo Raúl Castro un dirigente que no se basa en el estilo de caudillo carismático, sino de burócrata eficiente, es posible que no esté dispuesto a jugarse todas las cartas al partido, y pretenda seguir creando un aparato de gobierno como el que ha venido diseñando desde su ascenso al poder, con personas relativamente jóvenes y con demostrada capacidad, al menos para la esfera económica y la administración pública.

Por otra parte el general-presidente sabe que tiene que seguir contando con la rémora de la gerontocracia y los aliados probados para las funciones estratégicas del país: defensa, interior, transporte, agricultura y alimentación, industria básica y telecomunicaciones. Es decir, no puede prescindir de las figuras de generales incondicionales como Julio Casas, Abelardo Colomé Ibarra, Antonio Enrique Lussón y Ulises Rosales del Toro, y también el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, que no se puede considerar un incondicional de siempre, pero hace tiempo ya que sus desavenencias con Raúl Castro son cosas del pasado, aunque muchos no se hayan enterado todavía.

Se discute también, con mucha fuerza, la definición de quien sería la segunda figura en el Partido después del Congreso, contando con que Fidel Castro seguirá siendo el líder formal de la organización, incluso desde un cargo simbólico o manteniéndose como el primer secretario, y Raúl Castro la máxima autoridad partidista en el país. Entonces, ¿quién sería el segundo?

De acuerdo a su experiencia en el PCC, el incondicional José Ramón Machado Ventura sería la selección “lógica” de Raúl Castro para esta función. Sin embargo, en estos momentos ya es el segundo al mando en las estructuras del Estado y el gobierno, como Primer Vicepresidente.

Si Machado también resultara segundo al mando en el Partido, manejando el Secretariado y los partidos provinciales, eso supondría entregarle demasiado poder, puesto que en su condición de segundo para todo supondría la casi sustitución automática de Raúl Castro. Y eso puede resultar peligroso para el régimen.

El poder de Machado es representativo, vicarial, en su condición de persona de absoluta confianza de Raúl Castro, pero este empecinado e ineficiente burócrata no tiene ninguna autoridad “histórica” sobre los militares agrupados en la alta cúpula del poder. En la guerra de guerrillas era médico, pero nunca fue jefe de columna ni, en general, de tropas, que es lo que determina la “jerarquía invisible” en los corrillos del poder en Cuba.

En ausencia de Raúl Castro, ¿cómo podría Machado Ventura ejercer su autoridad sobre los generales Colomé Ibarra (Furry), Julio Casas, Ulises Rosales y Lussón, que son los máximos personajes del gobierno de los militares en estos momentos?

Y todo lo anterior, sin mencionar al “histórico” Ramiro Valdés, quien como Comandante de la Revolución y además, sicológicamente, se siente subordinado de toda su vida a Fidel Castro y, solo a regañadientes y por la complejidad de la situación después de la enfermedad del Comandante, a Raúl Castro, pero a nadie más.

Esta situación requiere de Raúl Castro, en permanente consulta con su hermano mayor, encontrar una solución aceptable de acuerdo a sus objetivos específicos, y lograr un balance en las relaciones de poder dentro del Partido y del estado-gobierno que permita funcionar con el mínimo de sobresaltos.

Hay escasez de verdaderos “históricos”, que han fallecido a lo largo de más de medio siglo, por lo que en este momento quedan solamente Raúl Castro y Ramiro Valdés, pues Guillermo García por razones de capacidad está solo en funciones simbólicas. Lo que producirá una nueva división jerárquico-moral en las filas del régimen.

Se podría definir una segunda línea jerárquica formada por veteranos combatientes de la guerrilla, que no se consideran “históricos” porque no comenzaron desde el asalto al Cuartel Moncada ni conocieron la prisión en Isla de Pinos, el exilio en México, el desembarco del Granma y la lucha guerrillera desde el mismo comienzo (el Comandante de la Revolución Guillermo García es una excepción, por ser el primer campesino que se unió al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra).

Esos veteranos que siguen los pasos a los llamados históricos tuvieron participación en la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista: se trata de personas relativamente “jóvenes” para los estándares de los “históricos”, pues aunque muchas veces tienen edades similares a las de los más encumbrados de la gerontocracia histórica, también hay otros todavía en los sesenta años de edad, como son los actuales miembros del Buró Político Leopoldo Cintras Frías y Álvaro López Miera, ambos Generales de Cuerpo de Ejército.

Los veteranos de menos edad serían la verdadera representación del poder real (por su ascendencia y control en las fuerzas armadas) tras la inevitable desaparición biológica de los “históricos” y de la más alta jerarquía militar, independientemente de las personas que en esos momentos pudieran ocupar los más altos cargos formales de dirección en el país, tanto en el gobierno como en el partido, que podrían ser tecnócratas especializados o cuadros políticos de elevada calificación, y que también deberán ser promovidos al Buró Político en determinado momento y no necesariamente en el Congreso.

A la vez, es de esperar que sean separados del máximo organismo algunos miembros cuya presencia resulta meramente formal en estos momentos, como Pedro Ross, actual embajador en Angola, y Concepción de la Campa, directora de Biotecnología, así como otros “en baja”, como José Ramón Balaguer, Ricardo Alarcón y Ramón Espinosa Martín.
La suerte del actual secretario general de la oficialista central sindical, Salvador Valdés Mesa, es confusa en estos momentos, tras el fracaso en la ejecución del cronograma de despidos masivos que se le asignó a la CTC y tuvo que ser postergado por Raúl Castro por la infinidad de conflictos que se produjeron. Aunque en los últimos congresos el secretario general de la central sindical siempre ha sido miembro del Buró Político, no puede descartarse la designación de un nuevo “líder” sindical en sustitución de Valdés Mesa tras al descalabro del “reordenamiento laboral”.
Con esas realidades por delante, Raúl Castro podría, sin necesidad de ampliar el número de miembros del Buró Político, designar nuevos integrantes para los puestos que están vacantes, como los que correspondían a los “tronados” Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, Yadira García y Jorge Luis Sierra, y el fallecido Comandante de la Revolución Juan Almeida, así como los que sustituirían a miembros actuales de escasa relevancia o “en baja”, como los mencionados más arriba.
Por otra parte, para Misael Enamorado Dáger, Abel Prieto Jiménez y Ulises Rosales del Toro, aunque no han sido miembros prominentes destacados, su permanencia en el Buró Político puede ser real. Sobre todo en el caso de Misael Enamorado, que ha tenido una figuración pública como miembro del Secretariado.

Parece mucho más difícil, sin embargo, a menos que se optara por aplicar una brutal “variante norcoreana”, promover directamente al Buró Político ahora mismo, pensando en un eventual futuro liderazgo sucesorio, a personas que no son ni siquiera miembros del Comité Central, como son los casos de varias estrellas en ascenso del neocastrismo: el ministro de economía, viceprimer ministro y encargado del trabajo de los famosos Lineamientos del Partido, Marino Murillo; el propio hijo de Raúl Castro, Alejandro Castro Espín, a cargo hace ya un tiempo de coordinar la agenda del general-presidente; el general de división Leonardo Andollo, subjefe del Estado Mayor General, con funciones de control y organización de los aparatos estatales, y a la vez de diseño de los sistemas anti-motines de los aparatos represivos; y el ministro de informática y comunicaciones, general de brigada Medardo Díaz Toledo, de la raza negra, y el gestor-coordinador del modelo económico de Perfeccionamiento Empresarial, general Pérez Betancourt.

Es más factible que personas con estas características sean ascendidos primero en los escalones de gobierno, o tal vez en el aparato del secretariado del partido, con el objetivo de darles imagen, experiencia y reconocimiento, antes del ascenso al buró político, que podría realizarse posteriormente al margen del congreso, como se hizo no hace tanto tiempo con el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés y el General de Cuerpo Álvaro López Miera.

Con la cantidad de generales ya presentes en el buró político no parece probable que los actuales jefes del ejército occidental, central y oriental sean promovidos al buró, aunque de seguro integrarán el Comité Central.

El Buró Político, tanto en las tradiciones clásicas como en las específicamente castristas, deberá incluir también en su composición a representaciones provinciales, personas de la raza negra, y mujeres, para intentar dar una imagen de inclusión y amplitud de representación.

Existe una cantera suficiente para estos menesteres, con experiencia de dirección y cierto reconocimiento de nombre, a disposición del neocastrismo, aunque no demasiado amplia, para lograr esa imagen inclusiva y representativa, donde cabe destacar la Vicepresidenta del Consejo de Estado y Contralor General, Gladys Bejerano, Lázaro Expósito Canto y Mercedes López Acea, primeros secretarios del Partido en las provincias de Santiago de Cuba y La Habana, y Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de relaciones exteriores, todas personas relativamente jóvenes comparadas con la edad promedio de los altos niveles de la gerontocracia.

Otro posible nuevo miembro, aunque de la raza blanca y no tan joven, pues sobrepasa los setenta años, es el general de división Carlos Fernández Gondín, viceministro del interior, jefe de los órganos de seguridad del estado, pero eso dependería del verdadero estado de salud del general Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), asunto sobre el que hay versiones contradictorias.

Pero con independencia de la composición que resulte finalmente en el buró político, es de esperar una combinación de ancianos y “jóvenes”, con representación de raza, género y territorios, pero siempre bajo la férula de la reducida “Comisión del Buró Político” que se creó en febrero del 2008, cuando Raúl Castro se hizo cargo oficialmente del poder, y que tras la muerte de Juan Almeida y el “truene” de Carlos Lage, la integran en estos momentos Raúl Castro, Machado Ventura, Abelardo Colomé, Julio Casas y Esteban Lazo (éste último no es ni “histórico” ni “veterano” de la guerrilla, pero es de la raza negra y no constituye un peligro real para nadie en las alturas del poder). Y no debe descartarse la posible promoción de Ramiro Valdés a la Comisión, algo que estaría muy acorde con su verdadera jerarquía en estos momentos.

Naturalmente, todos estos análisis se basan en supuestos y deducciones de la observación de las realidades en el poder castrista, pero las conclusiones que se presentan aquí no pueden darse por seguras y absolutas. De cualquier manera, dentro de menos de un mes podrá saberse hasta dónde se aproximó esta previsión a la realidad.

Dialéctica actual entre Washington y La Habana

Por la presencia inevitable de cualquiera de los Castro en el período de cinco años que supuestamente va entre este Congreso del Partido y el próximo, no pueden darse cambios sustanciales en las relaciones con Estados Unidos, porque la Ley Helms-Burton plantea que el embargo comercial no puede eliminarse mientras gobiernen Fidel o Raúl Castro.

Pero no debemos soslayar otro tipo de cambios que pueden ocurrir. Prueba de ello es que a pesar del constante enfrentamiento y ataque de la dictadura a la administración Obama, el presidente sigue con su política de aperturas, sobre la base de que para debilitar al régimen la penetración es más eficaz que la confrontación.

Si las condiciones lo requiriesen, el Ejecutivo demócrata podría suspender incluso alguna de las cláusulas del embargo, facultad ejecutiva que han empleado distintos presidentes de ambos partidos, por ejemplo, respecto al Capítulo 3 de esa ley, que permite iniciar acciones judiciales contra las compañías extranjeras que utilizan propiedades en Cuba que fueran confiscadas a ciudadanos norteamericanos.

Un paso en esa misma dirección fue dado por la administración Obama cuando dio autorización a empresas estadounidenses para establecer servicios de comunicaciones con la Isla, pero como esto no convenía a los intereses de los Castro, prefirieron conexiones más lentas, pero bajo su control, mediante el cable submarino venezolano de La Guaira a Siboney.

Pero aún quedan muchas otras opciones sobre la mesa que podrían ser de conveniencia mutua. Ejemplo de ellas es la propuesta de levantar la prohibición a las compañías petroleras estadounidenses para que ofrezcan a La Habana la más moderna y segura tecnología de perforación en aguas profundas, evitando derrames de petróleo en el Golfo de México.

Hay un rejuego actualmente entre los supuestos contrincantes, lo que se manifiesta en el otorgamiento de los permisos a importantes aeropuertos de Estados Unidos para viajes a Cuba, el movimiento de cubano-americanos desde el puerto de Tampa con mayores volúmenes de carga y vehículos personales mediante el servicio de transbordadores (“ferry”), y la rebaja por parte del régimen de penalidades a los dólares norteamericanos para estimular el envío de remesas como apoyo a las actividades privadas de familiares en la Isla.

La continuación o cese de este extraño rejuego depende de varias premisas, que incluyen los posibles escenarios si se muere o no el Comandante, si se reelige o no a Obama, y si se derrota o no a Hugo Chávez en las elecciones del 2012.

Luego de resultar un exitoso mediador entre varias partes (el gobierno raulista, Washington, Europa, etc.) a través de su Cardenal, el papel de la Iglesia tenderá a incrementarse en los órdenes sociales, mediante la atención a las necesidades materiales de la feligresía, y el desarrollo de una política mas activa en cuanto a la expansión del catolicismo.

Asimismo, se prepara teológicamente, con la preparación masiva de nuevos cuadros, con vistas a llenar el vacío que deja la desaparición de una ideología estatal. Debe llamar la atención el caso específico de las provincias orientales, en las cuales las sectas protestantes llegan a rivalizar con el catolicismo.

No obstante, la próxima sustitución reglamentaria del Cardenal Ortega por otro purpurado cubano y la celebración en el 2012 del Cuarto Centenario de la Virgen de la Caridad del Cobre, propulsarán el protagonismo nacional de la Iglesia Católica.

LOS DISIDENTES

En las nuevas condiciones del país, el papel y la incidencia de la disidencia tradicional han cambiado por completo. Aunque mantengan su prestigio, ganado a fuerza de valentía y coraje, enfrentar la represión, cárcel e infinidad de campañas del gobierno en su contra, la falta de propuestas específicas de soluciones al drama nacional los ha erosionado poco a poco.

Desafortunadamente, la liberación-destierro de la casi totalidad de los presos de conciencia, aísla y hace más vulnerables a los pocos que han decidido quedarse en la patria para seguir la lucha por los derechos civiles y humanos. Al mismo tiempo, con la puesta en libertad del último condenado en la Primavera Negra se cierra el ciclo de las Damas de Blanco, que mayoritariamente han salido del país con sus familiares.

Todo indica que respecto a la población y oposición se implementara una política de control por medio de la persuasión, o la represión llegado el caso. Si bien se evita una confrontación abierta con la población, no es así con el pequeño grupo de disidentes.

A ello se suma el abierto reconocimiento del gobierno de Estados Unidos y una parte del exilio a la nueva camada de blogueros alternativos y contestatarios, así como periodistas independientes y comunicadores sociales, y Las Damas de Blanco, que en conjunto han fortalecido poco a poco la imagen de la sociedad civil cubana y logrado espacios entre la población de a pie.

Los métodos tradicionales del disenso, más acordes con las experiencias soviéticas y del “campo socialista”, van quedando cortos ante la más nueva ciber-disidencia y el uso de tecnologías modernas para divulgar infinidad de denuncias de abusos y arbitrariedades, aunque aún esta nueva generación necesita de experiencia para enfrentar la brutalidad del régimen totalitario, pues con el coraje no basta.

“Enfrentamiento” constituye uno de los departamentos organizativos de los órganos de contrainteligencia del régimen, a través de los cuales coordina y ejecuta con efectividad  y regularidad diversas actividades operativas, contramedidas y acciones específicas frente a disidentes, periodistas independientes, figuras de la sociedad civil, y blogueros y comunicadores alternativos, tanto dentro como fuera del país.

Sin embargo, paradójicamente, para opositores y disidentes en la isla, tanto tradicionales como de nueva generación, el enfrentamiento no constituye no ya una variante de estructuración en sus organizaciones (lo que resultaría imposible para agrupaciones que en muchas ocasiones, lamentablemente, cuentan menos miembros que letras la palabra “enfrentamiento”), sino ni siquiera una estrategia definida para el modus operandi en que funcionan, ni para acometer las tareas diarias o a largo plazo de sus actividades.

Llama la atención que, cuando el régimen ha definido la “ciber-guerra” como escenario de su teatro de operaciones militares contemporáneo en el país, no solo a través de sus declaraciones oficiales y públicas, sino también en documentos internos curiosamente “filtrados” y llegados al alcance de la opinión pública, ni las organizaciones disidentes tradicionales ni tampoco los comunicadores alternativos hayan hecho demasiado énfasis en el juicio contra el subcontratista norteamericano Alan P Gross, como tampoco en el proceso paralelo llevado a cabo a través del burdo “destape” propagandístico de agentes encubiertos, programas de televisión y “denuncias” internacionales. Ignorar la ofensiva del régimen no puede ser nunca la mejor opción.

Pero se sigue padeciendo fuertemente el “síndrome defensivo”, es decir, en el mejor de los casos, prepararse para responder ataques del gobierno, pero sin estrategia coherente, coordinada y de largo plazo para poder actuar a la ofensiva manteniendo las intenciones pacíficas que definen su accionar, y a la vez definir objetivos concretos, comprensibles y con capacidad de movilización para la población.

Ese enfoque puede resultar suicida a largo plazo, pues a pesar de la relativa fortaleza de los contestatarios en estos momentos, las continuas ofensivas del régimen, que dispone de todos los recursos necesarios para atacar, y que los está introduciendo en combate a toda hora, les pueden ir diezmando y debilitando poco a poco si no se multiplican resultados y participación popular, a pesar de sus indiscutibles avances morales.

El ejército de blogueros oficialistas organizado por el régimen, aunque estratégicamente esté condenado al fracaso por tratarse de viejas tácticas utilizando nuevas tecnologías, en términos inmediatos y prácticos puede debilitar la bandería contestataria si esta no logra mantenerse dinámica y en continua movilidad y crecimiento.

CONCLUSIÓN: Frotando la bola de cristal

Cuando planteamos los posibles escenarios inmediatos para Cuba pisábamos terreno más o menos firme al definir que las variables directas incluyen la salida de escena de Fidel Castro, la reelección o no de Barack Obama y la de Hugo Chávez. Pero no podemos tener tanta certeza en cuanto a elementos imponderables externos de origen natural (tsunami y crisis nuclear en Japón), o social (oleada democrática en el mundo árabe), que afectan a todos los países en mayor o menor grado.

Pero hay otro ángulo muy poco observado que tiene que ver con una característica de la historia nacional, a la que puede aplicársele la frase con la que el Generalísimo Máximo Gómez definió nuestra idiosincrasia: “los cubanos o no llegan o se pasan”.

La historia de Cuba ha estado signada por una especie de síncopa o destiempo con relación a los acontecimientos mundiales. En el siglo XIX los hacendados criollos se enriquecían y ganaban títulos nobiliarios españoles en momentos en que toda Iberoamérica se independizaba. En 1898, nuestra tardía independencia llegaba al fin, pero envuelta en una de las primeras guerras “por el reparto del ya repartido mundo”.

¿Y qué decir del inesperado experimento comunista que ha sobrevivido al derrumbe del sistema soviético a casi un tiro de piedra de Estados Unidos?

Si las ciencias sociales y políticas, -como se ve una vez más en estos días-, se presentan solo como una serie de aproximaciones, a veces con más excepciones que normas, y Cuba en su historia es un ejemplo de excepcionalidad, hay que preguntarse seriamente ¿llegará a implantarse plenamente el socialismo de mercado en la Isla?

Y, dadas las desfavorables premisas de las que parte, ¿dará lugar a la modernización de la sociedad cubana, o retomará el esquema de “resort” caribeño que ya la caracterizaba hace medio siglo?

Desafortunadamente, hay más preguntas que respuestas, por eso hay que seguir frotando la bola de cristal.

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