miércoles, febrero 02, 2011

El neocastrismo como "socialismo de mercado"/ Antonio Arencibia

El neocastrismo como "socialismo de mercado"
Antonio Arencibia/ Cubanálisis-El Think-Tank

En breve tiempo en los blogs y en la prensa escrita han llovido los golpes de teclados y ha corrido la tinta de los que discuten el alcance de las decisiones neoliberales que está emprendiendo el gobierno de Raúl Castro. El tópico más recurrente es que el general-presidente ha iniciado, o quiere empezar a andar, “el camino chino”.

Otras veces, pero las menos, se ha planteado que lo que tiene en mente la gerontocracia para su “actualización” del modelo son las reformas vietnamitas. Como hay entre los cubanos -de dentro y fuera de la Isla- gran desconocimiento e incluso indiferencia sobre el tema, es objetivo de este trabajo abordarlo con la información más actualizada, aprovechando la coyuntura de la visita oficial del presidente chino Hu Jintao a Estados Unidos y la celebración del XI Congreso del Partido Comunista de Vietnam.

Comparar a China con Cuba es risible en cualquier nivel, excepto en control de la población. Pero, además, la comparación en territorio, población y recursos de la Isla con Vietnam también es desproporcionada. En adición a esas diferencias, y al margen de las intenciones que pueda tener La Habana, hay que plantear que el motor del “socialismo de mercado” en los dos países asiáticos ha sido el nivel de las inversiones extranjeras, y especialmente de las norteamericanas, que en la Isla son totalmente inexistentes.

Es decir, que la situación de bancarrota financiera de La Habana es incomparable con el logro de Hanoi, de atraer capitales extranjeros en notable volumen, y muchísimo más con el gobierno de Beijing, -que si bien se sigue beneficiando de inversiones directas (FDI) por parte de los grandes grupos financieros-, ya no depende de ellas en su totalidad, pues tiene la reserva en divisas mayor del mundo y ha llegado a convertirse, incluso, en el gran acreedor de Estados Unidos.

Por lo tanto, hay tres países de dictadura unipartidista, dos de ellos transitando y uno intentando hacerlo en un modelo que aspira a insertarse con éxito en el mercado global y que además se plantea estimular el desarrollo del mercado interno. Por eso cada uno está en una etapa diferente:

China es el monstruo de Frankenstein creado por Occidente, que tras 33 años de serias reformas de mercado, y convertido en la fábrica del planeta, acaba de sobrepasar a Japón y es ya la segunda economía mundial. Tiene en sus arcas dos y medio millones de millones de dólares en divisas convertibles, o sea $2.5 billones en español.

Aunque China ha seguido recibiendo importantes aportes de capital, ha invertido hasta el 2010 en el extranjero, -solo en el sector no financiero-, 259 mil millones de dólares, entre otras razones para asegurar la satisfacción de su creciente apetito de minerales y petróleo. Esto es más notable en África, continente del que desplazó a Francia hace tres años como segundo socio comercial.

Resumiendo: capital financiero, consorcios invirtiendo en el extranjero, aseguramiento de materias primas por todo el globo, hacen de los chinos ciudadanos de una potencia “imperialista” gobernada por un Partido Comunista.

Vietnam, con reformas menos profundas durante 25 años, ha bautizado los cambios como Doi Moi, es decir, “Renovación”. Estados Unidos ha seguido allí el mismo procedimiento que emprendiera con China, en especial desde que el Presidente Clinton restableciera en julio de 1995 plenas relaciones con Hanoi. Actualmente es el mayor mercado de Vietnam, pues le compra el 20 por ciento de sus exportaciones, y en el 2009 fue el principal inversionista extranjero en ese país.

Como resultado de su industrialización, el valor de la producción agrícola vietnamita ha ido descendiendo proporcionalmente, hasta representar solo un veinte porciento de la producción nacional. Antes de la recesión global del 2009, el PIB crecía a ritmo del 7% anual, pero aún así no cumple los parámetros para que se le incluya entre “los tigres asiáticos” que es el grupo de los países de rápido crecimiento en la región.

El régimen dictatorial cubano de Raúl Castro, heredero y cómplice de medio siglo de autocracia del Comandante, tras una etapa de cuatro años y medio en la cual se ha empezado a diluir el poder de Fidel Castro, ha roto con el estatalismo absoluto y está sentando las bases para una liberación de las fuerzas productivas, que ha querido llamar actualización del modelo, con lo que empieza tardíamente a transitar hacia el socialismo de mercado.

Las trabas de esa vía se encuentran, por una parte, en la falta de confianza de los viejos inversionistas extranjeros en incrementar su participación, debido al congelamiento de la repatriación de dividendos sufrida en años recientes. Por otra parte, la penuria financiera de la dictadura se agudiza por su reticencia en hacer concesiones al control mayoritario del capital foráneo en las empresas mixtas. Esto se pone de manifiesto incluso con relación a los empresarios chinos.

Además, aún si se obtuviese el financiamiento, falta mercado externo para los productos de Cuba. Los principales rubros exportables que cuentan con ese capital y tecnología moderna son el níquel y el tabaco, y no puede obviarse el favorable impacto económico del creciente turismo internacional. El potencial desarrollo de la industria del petróleo y gas se concentra en la Zona Económica Exclusiva, en aguas profundas del Golfo de México, donde aún hay poca prospección y se desconoce si la explotación es rentable.

Por razones burocráticas y de concepto, la deficitaria producción de alimentos no está avanzando al ritmo que supone la declaración del régimen de su importancia estratégica y la nueva política de entregar tierras improductivas en usufructo. El plan neocastrista de autosuficiencia alimentaria llega a enero del 2011 con el 40 porciento de las tierras cultivables del país todavía ociosas.

Resumiendo: es mucho lo que tiene que hacerse en Cuba durante mucho tiempo para que deje de ser el segundo país más pobre del hemisferio.

Una mirada de cerca al Gran Dragón

La reciente visita oficial de Hu Jintao a Washington ha sido considerada por expertos de ambos países como la más importante de un estadista chino desde la que realizara Deng Xiaoping en 1979.

Utilizando su abundante billetera, China ha favorecido a Estados Unidos con acuerdos en la esfera energética por valor de 13 mil millones de dólares, respondiendo así a la petición de las corporaciones norteamericanas de poder optar por los contratos del gobierno chino, que hasta ahora favorecían a sus empresas estatales.

Como resultado, la Westinghouse Electric seguirá operando una planta nuclear en China por otros dos años, y se establece la cooperación entre Alcoa Inc y la parte china para la producción de aluminio y de energía limpia. Proyectos paralelos a este último serán también llevados a cabo para producir carbón chino con tecnología de punta por la corporación norteamericana General Electric.

Según la Casa Blanca entre los acuerdos comerciales convenidos por un total de 45 mil millones de dólares está la compra por China de 200 aviones Boeing, operación que tiene un monto de 19 mil millones de dólares.

Algunos analistas interrogados sobre el peligro que representa ese convenio para la seguridad nacional de Estados Unidos, lo han minimizado aduciendo que nunca se produce un traslado de tecnología de punta a otro país competidor al nivel del 100 porciento, y que cuando los chinos la hayan dominado y puedan copiar las aeronaves que recibirán entre este año y el 2013, ya la frontera tecnológica habrá avanzado lo suficiente como para mantener la superioridad norteamericana en el campo de la aviación civil.

Otros, por su parte hablan del creciente poderío militar de China, puesto de manifiesto con la exhibición del primer avión chino “invisible” al radar, y muy especialmente por el desarrollo de misiles anti-navíos que pueden amenazar a los portaaviones norteamericanos que operan en el Pacífico Occidental.

Durante la visita de Hu Jintao, el presidente Obama definió la relación de Estados Unidos con China como de “amistosa competencia”, lo que la coloca prácticamente al mismo nivel que a otras potencias en este mundo post-guerra fría. Es decir, con iguales derechos a desarrollar su propia estrategia para el control de materias primas y recursos planetarios que requiere para seguir creciendo.

Para saber cuan seria es esa relación de Estados Unidos con la nueva superpotencia hay que leer un editorial del pasado 29 de noviembre del New York Times. Allí se dice que para obtener el apoyo de China en su política de sanciones al régimen de Irán por su programa nuclear, Estados Unidos “hizo que Arabia Saudita prometiera a Beijing un sostenido abastecimiento de petróleo”.

¿Concesiones peligrosas? ¿Apaciguamiento? Ese no es el tema, y por otra parte, solo el tiempo dirá si es sensata la política exterior de Obama basada en el soft power, ante un rival tan formidable como la República Popular China.

Qué puede esperar Raúl Castro de China y viceversa

Un artículo reciente en EL PAÍS de Álvaro Corza, sobre China en África, que lleva como subtítulo Propone inversiones y crecimiento sin exigir democracia, puede resultar interesante para estudiar la proyección neocolonial del gigante asiático y el precio que el neocastrismo se puede ver obligado a pagar por el apoyo chino.

El periodista español empieza por repetir lo que ya hemos apuntado, que desde los años ochenta los chinos han mostrado un enorme apetito por las materias primas africanas como son el petróleo, gas, madera, productos agrícolas y especialmente minerales, -entre los cuales está el coltán del Congo-, necesarios para producir equipos electrónicos. Y hace notar que:

Han construido presas, oleoductos y redes de fibra óptica. Han revolucionado el transporte con sus motos de bajo coste, utilizadas como taxis para moverse por todo el continente; han montado hoteles y karaokes

Para lograr la penetración en el continente los empresarios chinos no dudan en emplear el soborno, lo cual es una práctica desgraciadamente usual en el mundo de los negocios. Pero por su similitud con el régimen de La Habana, vamos a detenernos en la relación de China con dos de los dictadores que pululan en el continente negro: lograr concesiones económicas a cambio de respaldo político en los foros internacionales.

Así ha obtenido China de Sudán el control del 40 porciento de la extracción de petróleo a cambio no solo de ignorar el genocidio del régimen de Omar al-Bashir en la región de Darfur, sino vendiéndole armamento ligero y transportes militares.

Otro caso similar es el de Zimbabwe gobernado desde 1980 por Robert Mugabe, con el que China tiene lazos desde la lucha por la independencia, cuando le apoyó frente al pro-soviético Joshua Nkomo.

Tras la ruptura de ese dictador con la Unión Europea en el 2003, hubo una fuga de capitales y sobrevino la crisis económica. Fue entonces que se profundizaron los lazos con China, único apoyo importante de Zimbabwe.

Estas relaciones se han caracterizado por un déficit comercial creciente para el país africano y por grandes préstamos chinos incluso para la creación de pequeñas y medianas empresas textiles, de jabón, de mosaicos y de fibra de cristal. China ha sido el principal comprador de tabaco de Zimbabwe y le ha vendido equipos militares variados, desde sistemas de radar hasta aviones caza y vehículos militares.

Pero la relación entre los dos países se ha complicado de acuerdo a declaraciones de Arthur Mutambara, Vicepremier de Zimbabwe. Según el alto funcionario el presidente chino Hu Jintao le planteó en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, que Beijing considera sus relaciones con Harare como entre “socios en negocios”, y no como entre “amigos”. La interpretación del Sr. Mutambara es que “Los chinos, aunque son camaradas nuestros, no nos van a dar ningún dinero hasta que no paguemos nuestras deudas”.

La lección que se desprende está clarísima, pues si los chinos no tienen paciencia con Mugabe, su viejo aliado anti-soviético, qué quedaría para los Castro, alineados contra China en Angola y en toda África en los años 70. No puede sorprenderles el cable filtrado por Wikileaks con la queja del consejero comercial chino en La Habana durante el desayuno convocado por la SINA en febrero del 2010:

 […]El chino se quejó de que la insistencia del GOC [Gobierno de Cuba] en mantener el control mayoritario de todas las empresas mixtas, no tiene sentido. El consejero comercial chino dijo con visible disgusto, “No importa si un negociante extranjero invierte $10 millones o $100 millones, la inversión del GOC siempre será del 51%”. Resaltó que una empresa mixta para producir arroz de alto rendimiento, que había logrado una buena primera cosecha, no era rentable debido a los precios obligatorios del GOC. […]

Mientras los raulistas tienen que cuidarse de los “regalos griegos” de los chinos, estos conocen bien al cliente que les ha pedido “fiado”. Por eso han desechado los planes acordados en el 2005 entre Fidel Castro y Hu Jintao, de construir una planta de ferroníquel en San Felipe, Cuba, mediante la inversión china de mil millones de dólares.

Por iguales razones capitalistas, conveniencia económica y no amistad, la expansión china de la refinería de Cienfuegos que se iniciará este año con un valor de seis mil millones de dólares, no está respaldada con compromisos financieros del régimen de La Habana, sino mediante entregas a China de cantidades ingentes de petróleo venezolano.

Continuará

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