Eugenio Yáñez, Antonio Arencibia y Lázaro González/ Cubanálisis-El Think-Tank
Medio millón de desempleados como “aperitivo”, para comenzar. “Pequeñas empresas” para oficios de forrar botones, afinar pianos o trasquilar ovejas. Siguen aumentando los turistas que llegan a Cuba cada año, pero los vegetales, frutas y carnes que consumen hay que importarlos, porque la agricultura nacional no puede salir del marasmo permanente. La industria del níquel produce para precios actualmente deprimidos en el mercado mundial. Se espera la próxima zafra un volumen similar a la de 1905. Se dispone de un solo rollo de esparadrapo para toda la sala de cirugía de un hospital general: logros de la revolución en salud pública. Estudiantes cubanos sin ortografía, computadoras ni acceso a internet deben estudiar las reflexiones del Comandante en Jefe y preocuparse por un invierno nuclear y teorías de conspiración: logros de la revolución en la educación.
El Macondo de García Márquez es si acaso una mala caricatura de la Cuba del 2010 y la que viene, con dos hermanos Castro rigiendo a la vez el manicomio, cada uno por su lado y a su manera: ninguno de los dos es capaz de resolver ningún problema específico, pero ambos resultan especialistas en crearlos.
El mayor logro de la salud pública cubana en los últimos años ha sido el desarrollo del autismo político: cientos de miles de desempleados no saben en estos momentos cómo comerá hoy su familia, pero deben preocuparse por la suerte de los cinco héroes antiterroristas que, por querer espiar en el Comando Sur y las bases aéreas, y poner en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, cumplen condena en Estados Unidos después de un juicio más que justo y con todas las garantías procesales.
Algunos de esos espías convictos purgan penas menores que muchos de los prisioneros de la Primavera Negra del 2003, condenados por sus ideas, y nada más que por sus ideas, quienes ahora son excarcelados y deportados a España ante las grandes presiones que siente el régimen sobre sí. ¿Qué diría la dictadura totalitaria de la gerontocracia si tales espías de la Red Avispa, alias “Los Cinco”, fueran excarcelados por el gobierno de los Estados Unidos y deportados a Arabia Saudita, Sri Lanka, Irán, Marruecos o el Polo Norte?
Esos “Cinco” tienen más importancia para el régimen –a causa de la obstinación alienada de un marchito Fidel Castro- que once millones de cubanos sin futuro, esperanzas ni opciones, que luchan por sobrevivir entre la mentira y la estulticia oficial sin que les importe para nada el invierno nuclear que pronostica Fidel Castro, creador él mismo del invierno castrista para Cuba, una insuperable máquina del tiempo donde se regresa a las zafras de hace más de cien años.
Es el país donde ni los boniatos ni las calabazas florecen, donde si no hay aguda sequía hay exceso de lluvias, y donde sus habitantes solamente pueden comprar en la tienda de un Birán gigantesco, donde los Castro mueven las cercas de las fincas a su conveniencia, fijan precios como les da la gana, y pagan a los trabajadores-siervos, en complicidad con la central sindical oficialista, con simples vales (también conocidos como pesos cubanos) que no tienen valor en ningún otro lugar. Un país donde ofrecen las riquezas naturales o los campos de golf al mejor postor, siempre que los compradores no sean de los cubanos que lograron escapar del manicomio y demostraron, con sus resultados en todas partes del mundo, que son posibles la vida y la prosperidad sin tener que depender de un megalómano consumido por su propio ego o de una ideología que ya no engaña a nadie.
La economía del neocastrismo, a partir de varias décadas de experiencia castrista, está diseñada especialmente para la supervivencia elemental de la población, no para el desarrollo ni la prosperidad, porque es la economía necesaria, imprescindible, para mantener el poder totalitario: requiere de una mano de obra empobrecida y muy barata, lo que Marx llamaba el ejército industrial de reserva, sin derechos sindicales ni capacidad de resistencia, para poder ponerla a la orden y servicio de inversionistas extranjeros de pacotilla, pues cada vez parece más lejana la opción de que los grandes capitales norteamericanos y europeos vayan a invertir a Cuba si antes el régimen no flexibiliza la dictadura y abre espacios políticos a los cubanos.
No existe posibilidad alguna para el régimen de ganar la batalla económica precisamente por definir esa tarea como una batalla y no como un complejo proceso científico que para funcionar con eficiencia requiere de técnicas, herramientas y mecanismos científicamente definidos y harto probados, que no pueden ser sustituidos por voluntades caudillistas, movilización política o discursos repetitivos y vacíos de sus jerarcas.
Pero es necesario preguntarse si realmente el régimen tiene algún interés en ganar esa batalla en algún momento, aunque no sepa como hacerlo, o si se trata de una cortina de humo para mantener el estado de racionamiento y escasez que se combina con una sofisticada represión para garantizar la sumisión de los cubanos y la permanencia de la élite en el poder.
Ciertamente, la economía cubana está en este momento en su mayor crisis, pero la crisis económica en el neocastrismo no es producto de una insuficiencia, sino de una condición sine qua non para poder gobernar como desean. Y los mecanismos anti-crisis que utiliza el gobierno no son en ningún sentido económicos, aunque sea la parte más visible en las noticias, sino represivos. Medio siglo de reiteración debería bastar para comprender la realidad de que no se trata de una batalla que no se sabe ganar, sino de una férrea voluntad de convertir el proceso económico en batalla para que no se pueda ganar.
La contaminación genética de los análisis de expertos en el caso cubano
No tiene sentido desgastarse tratando de interpretar tendencias económicas y escenarios detallados a partir de las informaciones que brinda la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) del régimen, sabiendo que tales informaciones son sesgadas a conveniencia de la propaganda, que se omiten o divulgan en dependencia de las “orientaciones” del Partido Comunista, y lo peor del caso, que nacen genéticamente taradas por una absurda concepción metodológica de los intereses del poder.
El tema de la economía cubana no es económico, sino político. Y el drama es demasiado colosal para que quede en manos de los economistas solamente. El gran error de muchos especialistas calificados tratando de analizar la problemática económica cubana en medio siglo de castrismo es considerar que tal economía funciona y se planifica y controla como en cualquier otro país.
De entrada, las herramientas analíticas de la economía de mercado no pueden funcionar en una economía que se define a sí misma como centralmente planificada. Sin embargo, los métodos de análisis para entender el funcionamiento de las economías centralmente planificadas, que por muchos años se desarrollaron entre los economistas occidentales para tratar de descifrar la economía del “socialismo real”, tampoco son efectivos en el caso cubano, porque a pesar de las definiciones de la propaganda del régimen esa economía tampoco es, ni nunca fue, centralmente planificada, ni nunca ha funcionado en base a una elemental disciplina jurídica, tecnológica, económica, financiera, contable, fiscal y laboral, sino en base a la improvisación del momento y a como soplen los vientos de las necesidades políticas del régimen.
Finalmente, y no por ello menos trascendente, no existe ninguna estrategia económica conocida ni definida, ni mucho menos consensuada con la burocracia y la población. Nadie sabe decir exactamente en estos momentos si se trabaja con un plan a largo plazo, el alcance que puedan tener eventuales planes quinquenales o multi-anuales de cualquier tipo, o que tipo de planificación elemental utiliza un gobierno que en muchas ocasiones da la sensación de estar improvisando día tras día en dependencia de cómo estén las casi siempre vacías arcas estatales o como se comporte el desaforado Hugo Chávez de acuerdo a su situación interna, que cada vez resulta más inestable.
La agricultura
Se ha hablado demasiado sobre el tema para tener que extendernos demasiado. Lo de la zafra azucarera resulta escandaloso: tras medio siglo de zafras del pueblo en la próxima cosecha molerán solamente 39 centrales azucareros de los más de 150 que tenía el país, y el gobierno se ha trazado como meta, bajo la dirección de un inefable general, miembro del Politburó y vicepresidente del gobierno, realizar una zafra con producción similar a la de 1905, hace ya ciento cinco años, cuando el país acababa de salir de una cruenta guerra de independencia y una vilipendiada intervención americana.
En la producción de alimentos, con menos del 40% de las tierras del país, campesinos privados y cooperativistas entregan más del 70% de la producción agropecuaria, mientras que con más del 60% de las tierras las empresas estatales producen menos del 30% del total, en volúmenes, calidades y surtidos muy inferiores. Sin embargo, el régimen sigue insistiendo en la superioridad de la propiedad socialista y teme a la privatización como el diablo a la cruz.
La distribución en usufructo de tierras agrícolas abandonadas por el Estado y plagadas de malezas y malas hierbas ha demorado dos años para asignar alrededor de 100,000 hectáreas a los solicitantes, tras engorrosos procedimientos burocráticos y verificaciones políticas para excluir aspirantes que no se ajustan a los perfiles deseados por el régimen. Solamente ahora comienzan a ponerse a la venta en moneda nacional, sin precios subsidiados, aperos de labranza y otros materiales imprescindibles para cultivar la tierra y criar ganado, mientras se mantienen absurdas prohibiciones a los arrendatarios, como la de levantar una precaria vivienda para mantenerse en las tierras y poder cuidar animales y cosechas.
En momentos en que el país debe importar el 80% de los alimentos que consume, está claro que estas estrategias no van a elevar la producción agropecuaria a los niveles que se requieren para salir de la crisis permanente de la agricultura, y el régimen lo sabe mejor que nadie. Por otra parte, con tantas limitaciones a lo más que se podría aspirar es a una ligera mejoría de los índices de consumo alimentario, sin pretensiones de ningún tipo de que la agricultura cubana pueda generar fondos exportables.
Y en una nación empobrecida por la ineficiencia y donde el desempleo crece diariamente, ¿cómo se podría desarrollar realmente un mercado nacional de productos agropecuarios si los cubanos tienen cada vez más reducidas sus posibilidades de compra y sus capacidad de transportación?
¿Qué se pretende entonces con estas decisiones que se están tomando con relación a la producción agropecuaria? Tal vez crear un compás de espera, pero ¿para qué?
Quizás en la creencia de que con un relajamiento del embargo norteamericano se puedan obtener los créditos imprescindibles para financiar tales importaciones. Créditos que al no poderse pagar, (porque no se puede de ninguna manera en la situación financiera cubana actual y a mediano plazo), deberá asumir el gobierno norteamericano pagando a sus exportadores a través de los impuestos de los contribuyentes. En otras palabras, en este caso hipotético, el imperialismo estaría financiando al neocastrismo.
El transporte
Poco que analizar sobre el tema, tratándose de un país donde las líneas férreas han sido víctima del “canibalismo por cuenta propia” de los cubanos de a pie, para resolver otras necesidades perentorias, y donde los medios de transporte, por más que se importen, se maltratan sin piedad, no reciben el mantenimiento adecuado, y son blanco de la indisciplina y sustracción de piezas por parte de conductores y mecánicos.
Arrendar los taxis a sus choferes no es reforma económica, sino maquillaje, aunque mucha prensa extranjera no se haya enterado todavía. Y que los positivos resultados logrados hasta ahora por este experimento sean sorprendentes lo único que indica es el despiste de los sorprendidos. Más de seis mil años de civilización demostraban esa realidad de la que ahora se enteran algunos: ningún estímulo más efectivo que el interés individual para que las cosas funcionen mejor, a pesar de todo lo que hayan podido escribir Karl Marx o Che Guevara, que repiten tantos tontos de espaldas a la realidad. Nadie se roba a sí mismo: ¡elemental, Watson!
La última consigna es la “remotorización” o instalación de motores chinos, supuestamente más eficientes, a miles de antiguos camiones soviéticos ZIL y GAZ y a ómnibus Girón, lo que se lleva a cabo en ocho plantas de la Industria Sidero-Mecánica.
Para colmo de males, el raulismo puso al frente del sector a un veterano experimentado en el fracaso del mismo, alguien que durante diez años como ministro varias décadas atrás, a pesar de los inacabables subsidios soviéticos, llevó al transporte cubano a un abismo del que no ha podido recuperarse jamás.
El turismo
Podemos aceptar, como se informa oficialmente, que ya arribó a Cuba este año el visitante que completa el segundo millón de turistas, y que constituye un aumento del 3% con relación al año anterior, lo cual demuestra ¿qué? Nada en absoluto: solamente que al país arribó un mayor número de visitantes hasta la fecha que el año anterior. Buscando sol, playas, exotismo y mulatas, visitando el parque jurásico de los “almendrones” y la máquina del tiempo, no porque teman el invierno nuclear que anuncia el Comandante o se deslumbren con los logros que subsisten en las fantasías de la izquierda caviar.
Pero que además, con pocas excepciones, es un turismo barato, de poco gasto y con “todo incluido” en los resorts criollos ubicados lo más lejos posible del contacto con la triste realidad del país. Donde, aunque no quiera creerse, en ocasiones no se puede servir agua inmediatamente a los clientes del restaurant porque no hay jarras suficientes, o no se despachan huevos fritos con jamón en el desayuno, aunque lo solicite el cliente, porque lo que se oferta es el clásico revoltillo de jamón.
Allá los múltiples reconocidos y capacitados profesionales que quieran desgastarse en los análisis económicos de un fenómeno exclusivamente político. Si no tenemos la cifra oficial –que nunca tendremos- de cuántos dólares de ingreso neto para el país representa cada turista, la cantidad de visitantes solamente representa paisaje disfrazado de ideología y letra muerta en la prensa oficial.
¿Cuánto cuesta cada dólar que se obtiene de ingreso por turista? ¿Cuánto se podría multiplicar el ingreso neto por turista, y total, si la economía nacional garantizara los insumos imprescindibles para el consumo normal de tales visitantes? Porque, como hasta hoy, comprar vegetales y frutas o lavar la ropa de cama en Jamaica, Bahamas o República Dominicana para los turistas de Varadero, Cayo Coco, La Habana o Viñales, equivale a que miles de turistas más o menos solamente representen calderilla, pacotilla, centavos, pero nada significativo para hacer la diferencia.
El níquel
Los precios del níquel en el mercado mundial se mantienen deprimidos. Ya en el 2009, Machado Ventura reconoció que era incosteable producirlo por debajo de 9,000 dólares la tonelada, por eso -según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), la producción cubana cayó a 65,000 toneladas, 12,000 menos que el año anterior.
De octubre del 2009 a octubre del 2010, las gráficas del London Metal Exchange demuestran que los precios del níquel han estado a nivel o por debajo de los 9 mil dólares por tonelada, y tras un breve incremento en abril a 12 mil, hoy rondan los 10,500 por tonelada. Es decir dan poco margen de ganancia.
Sin embargo, en el más optimista de los escenarios posibles, supongamos que se recuperaran hasta el nivel de los años anteriores, o incluso que se duplicaran ¿Qué significa?
Para la Sherrit de Canadá serían muy buenas noticias, tanto para sus operaciones a escala mundial como para las que lleva a cabo en Cuba. Para el régimen, con su ministra de la Industria Básica recientemente tronada, dicen que por ineficiencia y no por ineptitud, y varios directivos de la industria minera en prisión por pretendidos delitos de corrupción y malversación, podría ser un puñado de dólares más, pero nada más allá. El níquel, como el turismo, no podrá hacer la diferencia que requiere la economía nacional.
¿Acaso podrían comer o vestirse mejor los cubanos de a pie si el precio del níquel en el mercado mundial se multiplicara por diez? Quienes crean eso, derecho tienen, pero deben empezar a escribir sus cartas a Santa Claus y esperar que baje por las chimeneas de sus casas, aunque no tengan chimeneas. A nadie se le debería prohibir ser tonto por cuenta propia, ni aunque exhiba títulos universitarios.
El petróleo
Cuando en el libro “Jaque al Rey”, publicado en 2007 por Juan Benemelis y Eugenio Yáñez, se alertaba sobre el enorme potencial de la cuenca petrolera submarina de que el país disponía, muchos señalaron que tal petróleo era más imaginación que hidrocarburo. Los hechos, testarudos, nos han dado la razón, y ahí están los miles y miles de millones de barriles de petróleo y gas bajo las aguas de la Zona Económica Exclusiva cubana.
Alertamos también de que el plan estratégico maestro del Comandante en Jefe era utilizar esos recursos como zanahoria para forzar el levantamiento del embargo norteamericano y dar espacio a los inversionistas de Estados Unidos en la competencia por el hidrocarburo submarino de que Cuba disponía.
La estrategia no funcionó por un conjunto de factores, aunque las ambiciones de los capitales norteamericanos se mantienen intactas, mientras que el resto de los potenciales inversionistas en el mundo no dispone de los recursos ni la cercanía de Estados Unidos para invertir en gran escala en esa riesgosa operación que, por otra parte, requiere años de prospección y perforación para comenzar a dar resultados tangibles.
Por otra parte, tras el hundimiento en el Golfo de México de la plataforma de la British Petroleum, que produjo el mayor desastre ecológico en la historia norteamericana, el gobierno de Estados Unidos está exigiendo medidas especiales de seguridad para la extracción del petróleo submarino en todas partes, incluyendo la Zona Económica de Cuba, lo que requerirá mayor inversión de capitales para explotar las eventuales concesiones.
En otras palabras, aunque exista mucho más hidrocarburo que imaginación, lo importante no es saber sacar petróleo del lecho submarino o de debajo de la tierra, sino saber convertir ese petróleo en dinero, asignatura en que los norteamericanos, desde John D. Rockefeller, son las estrellas de siempre, y el resto de los competidores marcha a prudencial distancia.
Mala noticia para el régimen: no hay varita mágica con el petróleo.
Trabajo por cuenta propia
Se ha dicho suficiente, demasiado, sobre el tema, para que sea necesario llover sobre mojado. Quienes consideren que la actual autorización del cuentapropismo es una estrategia mal implementada por el régimen para desarrollar pequeñas empresas, y deseen continuar ofreciendo soluciones adecuadas para hacerlo bien, están en todo su derecho.
Sin embargo, si solamente como hipótesis quisieran comprender que no es algo para nada mal implementado, sino fríamente calculado para que no pueda prosperar, podrían ver el vaso medio vacío en vez de medio lleno, aunque nadie puede forzarlos a ello.
Ya la hija de Che Guevara, que del tema económico sabe tanto como su padre, es decir, nada, declaró en Europa, donde pasea continuamente a nombre de papá, que “si todo va perfectamente, el Estado recuperará estas iniciativas privadas a largo plazo”, repitiendo un criterio del fracasado guerrillero que la historia y la vida han demostrado ser absurdo, inviable, inmoral e imposible: “Esta situación es también provechosa para las empresas del Estado. El peluquero oficial está obligado a proporcionar servicios mejores y menos caros que el peluquero privado”. Que esté obligado no significa que lo hará, y casi un siglo de historia comunista demuestra que no es como dice la señora.
Nada que ver con la realidad, pero eso no limitará a los autistas políticos: ya sobrarán los expertos en Europa, América Latina y Estados Unidos que se deslumbrarán con la visión de la heredera del creador de hombres nuevos que no existen, y repetirán la misma sandez en universidades, periódicos y blogs sin sonrojarse.
Mientras tanto, el régimen busca obtener más créditos que los 4 millones de euros que ha ofrecido España y otros 3 millones que discute la Unión Europea como préstamos para las PYMES cubanas (Pequeñas y medianas empresas). Pero además, según aclaró el representante del MINCEX en la reciente reunión del SELA en Suriname, solamente se autorizarán a micro y mini empresas, y que si se obtienen los créditos se concentrarán en bancos estatales y solo se otorgarán en la esfera agrícola. Esta política dejará a los cuentapropistas urbanos (semi-industriales y de servicios), sin apoyo crediticio y, además, bajo pesada carga tributaria.
La política económica del neocastrismo
Sin embargo, no hay que buscar tontos entre quienes diseñaron la estrategia general del neocastrismo y la sucesión: nadie resulta más fácil de proletarizar hasta las más extremas circunstancias que un fracasado trabajador por cuenta propia que no puede prosperar por el agobio y acoso de excesivos impuestos, insumos inalcanzables y venales inspectores en busca del soborno de cada día.
Ante una oferta de trabajo estable con un salario garantizado, aunque sea injusto y magro, ese cubano acosado vería una oportunidad de subsistencia más atractiva que la diaria y tensa inseguridad de un trabajo por cuenta propia al filo de la ilegalidad, del que no puede imaginarse el mañana y mucho menos el pasado mañana.
Ya el régimen experimentó esta fórmula en 1968 con la llamada ofensiva revolucionaria, confiscando propiedades y medios de vida a cientos de miles de cubanos que fueron obligados por las circunstancias a proletarizarse. Y para los que no fueron doblegados por la economía se crearon la ley contra la vagancia y muchos otros mecanismos jurídicos que les forzaron a someterse o les llevaron a las prisiones.
Ahora en 2010 se repite la historia, lanzando a la calle a más de un millón de cubanos que, de pronto, quedan sin sus magros salarios estatales y sin la relativa seguridad de un empleo permanente aunque inútil. Los magros subsidios y compensaciones de desempleo que se ofrecen a los desplazados alcanzan para unas pocas semanas, tres meses en el mejor de los casos.
Esa masa cesanteada y sin opciones reales de ingreso estable deberá comenzar a moverse en la economía subterránea del país, donde el robo al omnipresente Estado es la regla y no la excepción para sobrevivir, con el consiguiente riesgo de penalidades y cárcel, o tendrá que terminar aceptando agotadores empleos muy mal pagados en la agricultura y en la construcción.
Pero una situación de ese tipo solamente se puede mantener por un tiempo limitado, y en base a la eficiencia de los mecanismos represivos y la compulsión de la propaganda –hay que olvidarse del proyecto revolucionario, que dejó de existir hace tiempo- porque los seres humanos no comen ideología ni se visten con promesas. Las cada vez más deterioradas salud pública y educación gratuitas pueden sostener el mito un poco más, pero no eternamente.
Si la gerontocracia pretendiera solamente ganar el tiempo imprescindible hasta sus propios funerales podría considerar las medidas ejecutadas hasta el momento como adecuadas y suficientes: entre los diversos organismos económicos, y los ministerios de las fuerzas armadas y del interior, el régimen totalitario podría mantener una expectativa de vida razonable de acuerdo a sus propios intereses.
El escenario tras los grandes funerales
Pero la sucesión que se lleva a cabo en los últimos años pretende ir mucho más allá, hasta la sucesión generacional neocastrista de los actuales sucesores. Como ya dijimos en la primera parte de este análisis, para los castristas el quid de la cuestión es que la sociedad socialista cubana pueda enrumbarse con una cierta estabilidad política, económica y social más allá de la muerte de sus fundadores, sin que se cuestione el fundamento esencial del régimen: el acceso a “las mieles del poder”.
La mínima operatividad económica que necesita el régimen para sobrevivir políticamente en estas condiciones no la puede garantizar por sí silo el locuaz teniente-coronel bolivariano con su socialismo del siglo XXI que hace agua sin poder llegar al mar de la felicidad y que cada día enfrenta un escenario más complejo con una oposición que parece haber aprendido muy bien la lección de los fracasos anteriores, una corrupción rampante que tiene molestos a muchos de los seguidores chavistas, una ineficiencia antológica cada vez más parecida a la castrista, y una economía que no se acaba de estabilizar a pesar de promesas y demagogia sin fin.
Ya China ha dejado claro que solamente apuesta por negocios seguros en cualquier parte del mundo, y saben perfectamente que el neocastrismo piensa en dimensiones diferentes que los camaradas del reino celestial: mientras la gerontocracia cubana sigue pretendiendo aferrarse al poder hasta el final de sus días, ya el presidente chino Hu Jintao ha designado su eventual sucesor, en lo que parece el inicio de un camino hacia el relevo del mando en 2012.
Brasil, Rusia, Vietnam, Argelia, Angola, Irán, Belarús y otros socios menores en riquezas están dispuestos a participar de alguna manera con determinadas inversiones en el país y con convenios de cooperación, pero nunca con los volúmenes y niveles de compromiso necesarios para la tranquilidad del régimen.
La solución a largo plazo para el régimen estaría en inversiones extranjeras masivas en industrias de rápido resultado y crecimiento y capaces de generar moneda fuerte en plazos relativamente breves, y con una fuerza de trabajo extremadamente barata como la que ha creado el régimen, de la misma manera que se hizo primero en los tigres asiáticos y posteriormente en varios países del sudeste asiático y América Latina.
En Cuba podrían desarrollarse esos esfuerzos, de disponerse de capitales suficientes, en actividades de la industria agroalimentaria, electrónica, textil, software, servicios de apoyo médico especializado (capacidad profesional hay suficiente, aunque ahora esté dislocada en Venezuela y otros países), turismo de salud, determinadas especialidades médicas, derivados de la industria azucarera, y turismo con alta capacidad de gastos, entre otras opciones.
Sin embargo, hay que considerar el peso de la voluntad política para esas opciones. Esa estrategia tendría que ser sostenida por el desarrollo de un mercado interno a base de producciones nacionales eficientes en la agricultura, construcción de viviendas para la población y artículos de consumo imprescindibles para la deteriorada economía interna, utilizando para ello todas las formas posibles de propiedad y sin limitarse a la muy ineficiente producción estatal, que ha demostrado su incapacidad durante medio siglo.
Y ello implicaría transformaciones sustanciales en la concepción neocastrista del poder, pues el desarrollo de un mercado interno con verdadera capacidad de demanda, y la consiguiente elevación de las condiciones de vida de los cubanos, debilitaría el mecanismo fundamental de garantizar el poder, que son las precarias condiciones de vida de la población. No se trata de que los neocastristas no sepan que habría que desarrollar ese mercado interno y como hacerlo, sino de que si estarían dispuestos a tomar las decisiones requeridas, corriendo los riesgos de sustituir las necesidades del garrote represivo por una asignación aceptable de zanahorias que mantenga el caldero con temperaturas aceptables para subsistir.
Dejemos claro que cuando decimos que no es que los castristas no sepan no es porque se les esté reconociendo habilidades excepcionales para cualquier tipo de reforma económica que solo se adquieren con el estudio, la experiencia y la práctica: de lo que se trata es de destacar que muchas de las cosas que suceden en el país no son producto de una ignorancia consuetudinaria y genética- que sí está presente en la decadente gerontocracia y la burocracia partidista- sino de carencia de voluntad y decisión para actuar, más que nada por la evaluación de costo-beneficio de las reformas económicas y la solidez del poder.
Por otra parte, los gangsteriles mecanismos actuales de cobrar centralizadamente a los inversionistas extranjeros los salarios de los trabajadores a precios de mercado (deprimido), y pagarle al proletariado supuestamente dueño y beneficiario de la gloriosa revolución miserables salarios en inoperantes pesos cubanos, más algunas migajas en pesos convertibles, tendrían que modificarse para que la inversión extranjera realmente dinamizara la economía, y no como ha sucedido hasta ahora, que solamente ha logrado dinamizar los privilegios de la gerontocracia y sus familiares.
Ello supondría una merma en los ingresos del régimen por estos conceptos, y tener que limitarse a las contribuciones a la seguridad social y otros impuestos que pagarían los trabajadores y los inversionistas extranjeros. Una vez más, no es que los sucesores no lo sepan, sino si van a estar dispuestos a renunciar a los mecanismos feudales del castrismo con los que han convivido hasta ahora, o dar dar espacio a la modernidad y las relaciones normales de una economía de mercado, que aunque de momento mengüe los ingresos fáciles de la explotación de los trabajadores, supondría una mayor solidez económica a largo plazo.
Con un programa de ese tipo, la sucesión neocastrista tendría posibilidad de desarrollarse como la conciben en La Habana y hacer una transición a medio plazo cuyo resultado final sería una economía de mercado y una determinada apertura democrática en el país sin los riesgos de un pase de cuentas post-castrista.
Este escenario, aunque no es el que más se contempla en las análisis y fantasías del mundo post-castrista, y resulte inadmisible para muchos de los duros de Miami, podría ser perfectamente aceptable para Estados Unidos y Europa, donde saben muy bien de las peculiaridades, veleidades e imperfecciones de las democracias latinoamericanas.
En estos momentos, aunque en el sur de La Florida este criterio resulte chocante, no lo es así para determinados sectores del establishment en San Francisco, New York, Indianápolis, Cleveland, Des Moines, New Orleans, Madison, Boise, Boston, Oklahoma City o Seattle, y constituye el anhelo de muchos liberales y gente de izquierda en el país aunque en ocasiones ni sepan como expresarlo sin tener que sonrojarse.
Las verdaderas opciones económicas de la sucesión neocastrista
Sin embargo, hay varios impedimentos clave en la actualidad para implementar este tipo de estrategias, y todo depende de la voluntad del régimen y de la posibilidad real de intentos de esta naturaleza en vida del compañero Fidel, pero también posteriormente.
Para convertir a Cuba en esa gigantesca maquiladora mencionada anteriormente se necesita capital masivo y gerencia especializada, pues no basta con pacotilleros extranjeros con un puñado de dólares en el bolsillo pretendiendo hacerse millonarios en un par de años a costa de esquilmar a los trabajadores cubanos con la complicidad del régimen, como ha sido casi siempre hasta ahora. Y para escapar de las restricciones del embargo que pudieran afectar al régimen en una estrategia de esta naturaleza, sobran las opciones, desde empresas pantalla en terceros países hasta exportación de mano de obra: Cuba tiene evidentes ventajas competitivas en una estrategia de esta naturaleza con relación a muchos de sus vecinos más cercanos, y las posibilidades de pingües ganancias incentivarían a los inversionistas.
Y para que ello ocurra se necesita un marco jurídico claramente transparente, sin posibilidad de corralitos o congelamiento de cuentas de los inversores, que han podido ser establecidos hasta ahora por el régimen precisamente por el carácter buhonero de muchos de los inversores. Y se necesita una legislación adecuada para la tarea, y un sistema judicial que ofrezca confianza a los inversores de que las desavenencias se litigarán en el marco de la ley y no de la omnímoda voluntad del régimen.
Sin embargo, aún si el régimen estuviera dispuesto a dar esos pasos internos, los grandes capitales para las inversiones necesarias tendrían que proceder básicamente de los Estados Unidos y Europa, lo cual es algo que no puede suceder mientras se mantengan el embargo norteamericano y la Posición Común europea, y no parece haber perspectivas de que esas medidas se levanten incondicionalmente sin pasos concretos por parte del régimen en el camino de las libertades democráticas.
Las recientes excarcelaciones-destierro hacia España de alrededor de cuarenta prisioneros alborotaron el avispero momentáneamente y parecía que el régimen podría llevarse el gato al agua, pero de inmediato tanto Europa como Estados Unidos dijeron con mucha claridad que, aunque celebraban la excarcelación de prisioneros, la dictadura tendría que hacer mucho más todavía para que las potencias cambiaran las políticas exteriores establecidas.
Con la salida de Miguel Ángel Moratinos como ministro de exteriores español se debilitó la cabeza de playa castrista en Europa y el esfuerzo por modificar la Posición Común, pues aún siendo una política del gobierno socialista español, la obsesión moratinesca por salvar al castrismo le otorgaba una actualidad y exposición en la prensa que cesó de inmediato con la sustitución del ministro.
Casi simultáneamente, la entrega del Premio “Sajarov” del parlamento europeo al Coco Fariñas, a pesar del pataleo de la izquierda cavernícola del viejo continente, permite imaginar que no habrá modificaciones sustanciales en la Posición Común si el régimen no mueve fichas.
Para rematar las malas noticias para la dictadura, el Presidente Obama acaba de declarar que para modificar la política norteamericana hacia el gobierno cubano tiene que ver más hechos y acciones concretas que las mostradas hasta ahora por el régimen. Aunque esta declaración se produce en período electoral en Estados Unidos y bien puede estar dirigida a asegurar votos cubanos en las elecciones al Congreso, la esencia de la misma reitera la posición mantenida desde los primeros momentos de la administración: hay disposición a modificar las políticas y propiciar el acercamiento si realmente hay reciprocidad por parte de la dictadura, lo que hasta el momento brilla por su ausencia.
No solo hay gran sintonía en la cautela entre la mayoría de los países de la Unión Europea y la evidenciada por el presidente Barack Obama en recientes declaraciones: es que, además, los analistas europeos dudan mucho que en medio de serios recortes presupuestarios en los estados de bienestar (welfare state) que integran la Unión, y las medidas de choque aplicadas en muchos de ellos para paliar la crisis global, haya margen para realizar en Cuba inversiones con respaldo estatal, dada la insolvencia del régimen y la inseguridad de las actualmente en curso en la Isla.
Lo que importa es el cash
De momento, a pesar del marcado interés que se nota en el régimen porque los malvados imperialistas se decidan a abrir las arcas del vil metal y el maldito dinero, los bancos estadounidenses y europeos se mantienen cerrados para la dictadura hasta nueva orden.
El único consuelo inmediato para el régimen será, otro año más, la resolución que se aprobará próximamente en la Asamblea General de Naciones Unidas condenando el “bloqueo” norteamericano al gobierno cubano de manera abrumadora: no se trata de que la administración norteamericana deba regalar gratuitamente el levantamiento del embargo a la dictadura, pero es evidente que se necesita una nueva dinámica para que esta batalla del bloqueo, que tenemos que aceptar que el régimen ganó hace mucho tiempo en el campo de la propaganda, no siga resultando el clásico tiro por la culata de los gobiernos de Estados Unidos, que con relación al tema del embargo han resultado tan inmovilistas como los más recalcitrantes brezhnevianos.
Ganar la batalla de la propaganda es solamente consuelo espiritual para la izquierda y combustible para la propaganda permanente, pero con eso la dictadura no puede comprar los alimentos, los productos y las maquinarias que el país necesita a gritos mientras se hunde irremisiblemente. ¿Como debería Estados Unidos neutralizar esa propaganda castrista del bloqueo sin tener que hacerle concesiones a la dictadura ni regalarle su levantamiento a cambio de nada? Aparentemente, la única estrategia definida, independientemente de la administración que esté funcionando en Washington, es no hacer nada sobre el tema del embargo y dejarlo todo como está.
Con tales puertas cerradas para la dictadura, el único recurso para un financiamiento masivo rápido al que podría recurrir el régimen son las remesas de los cubanos en el exterior, pero enfocadas no con fines de aliviar la subsistencia de los familiares, sino como inversiones privadas domésticas orientadas a la creación de capitales en verdaderas pequeñas y medianas empresas en manos de particulares.
Sería absurdo pretender que los cubanos en el exterior financiaran con gusto empresas estatales y proyectos del gobierno con dinero ganado tras mucho esfuerzo y sacrificios fuera de la patria que debieron abandonar, muchas veces de manera humillante, pero muy natural que estuvieran dispuestos a ayudar a sus familiares a crear emprendimientos empresariales que contribuirían a mejorar el presente y el futuro de sus seres queridos.
Durante muchos años las remesas han sido dirigidas a la subsistencia y mejora de condiciones de vida de los familiares en la Isla, y no para inversiones. Los cubanos dentro del país ven esos ingresos como el dinero imprescindible para capear la tormenta y tratar de aliviar las aplastantes condiciones de vida que deben enfrentar diariamente, pero en realidad no están preparados técnica ni mentalmente para asumirlas como inversión, aunque no se debe subestimar la capacidad emprendedora, existente o potencial, de muchos de esos cubanos. Sin embargo, sería necesario un vuelco radical en el pensamiento de todos para que esas remesas comenzaran a canalizarse masivamente hacia inversiones.
El régimen neocastrista debe decidir si se seguirá aferrando hasta el final al enfoque de Fidel Castro de dirigir el país como se hacía con la finca de Birán, y mantiene el proxenetismo cambiario de la moneda y los precios de las tiendas recaudadoras de divisas de la actualidad, lo que hasta el momento le ha dado muy agradables y jugosos resultados lucrando miserablemente con las necesidades de la población, o si establece mecanismos económico-financieros modernos y efectivos que permitan el acceso decente de los recipientes al dinero de las remesas, y a precios razonables a los productos que se venden en moneda fuerte, lo que contribuiría a dinamizar la economía interna y aliviar presión a la caldera social: será lo que pueda marcar realmente la diferencia entre las posibilidades reales de mejorar la economía nacional y las condiciones de vida de los cubanos, o mantener el manicomio, la miseria y el estancamiento de medio siglo.
Una vez más, no se trata de que el régimen no sepa como hacerlo, sino si le interesaría hacerlo, haciendo imperar una mentalidad de largo plazo por sobre la inmediatez del dinero fácil con los actuales birlibirloques feudales. Esto último, sin introducir cambios sustanciales en esos mecanismos financieros, le resultaría suficiente para mantener el poder hasta los grandes funerales, pero sería de pronóstico reservado después de los mismos. Si la gerontocracia puede conformarse con eso, y puede, sin embargo no es suficiente para los sucesores neocastristas, que necesitarían legitimar su poder en condiciones económicas y de vida diferentes, y no exclusivamente en la represión.
Castrismo puro y duro o neocastrismo elegante
Economistas razonables que residen en la Isla aseguran que el salario promedio real de los cubanos no equivale a los 20-25 dólares mensuales que se mencionan en tantas publicaciones internacionales, sino que, teniendo en cuenta todos los beneficios que representan los logros de la revolución, como la salud pública y la educación gratuitas en continuo deterioro, los reducidos alquileres de las viviendas, los precios subsidiados de la comida racionada, transporte, electricidad y otros rubros, ese salario estaría alrededor de los 180 dólares mensuales.
No es cuestión de discutir ahora la exactitud de esos cálculos, ni si realmente son 25, 84, 137, 154, 180 ó 350 dólares mensuales, pues eso para nada cambia la ecuación: ni mejora las condiciones actuales de la vivienda o el vestuario, ni la alimentación diaria de los cubanos, ni garantiza el vaso de leche a los niños después de los siete años de edad, ni evita que los ancianos salgan a mendigar o a vender cualquier cosa para poder comprar papas, vegetales, frutas o pollo para poder darle sentido a la tercera edad.
Por lo tanto, más que discutir cifras, habría que analizar opciones realistas para dinamizar la economía y asegurar una relativa calma social y un mínimo de justicia elemental en el país, o si se deben engrasar muy bien los tanques y tener listos los grupos antimotines veinticuatro horas diarias para hacer valer las razones revolucionarias de la dictadura.
A estas alturas del juego, parece ya estar más claro, aunque no definitivamente, lo que pretende el neocastrismo como sucesión de los históricos, pero está pendiente de descifrar la forma en que esas pretensiones se puedan conjugar con las más justas aspiraciones de los cubanos que creyeron en la revolución, dieron su juventud, sus esperanzas, su esfuerzo, su familia y su vida en función de la utopía, y hoy se ven en la trampa de los sucesores, sin futuro ni perspectivas realistas. Esos que hoy no son tenidos en cuenta y, a pesar de las apariencias, ni siquiera se les agradece su contribución y sacrificios de tantos años. Son, sencillamente, desechables, en aras de las mieles del poder.
Lamentablemente, la apuesta en Cuba cada vez se centra más en tratar de pronosticar lo qué podría estallar primero: la resistencia de los cubanos de a pie a la falta de libertades y medios de subsistencia, la insatisfacción, la miseria y el terror, como ha sido durante medio siglo, o la habilidad y capacidad del neocastrismo para consolidar su proyecto sucesorio y poder mantener la dictadura y la estulticia bajo el maquillaje de reformas económicas de mercado y el pretexto del criminal bloqueo imperialista, a nombre de un proyecto revolucionario sin pies ni cabeza a esta altura.
Y de acuerdo a como van las cosas, los neocastristas se van consolidando sin que aparezcan alternativas razonables y realistas para este escenario, que aunque no es irreversible, resulta complejo. No es cuestión de pesimismo, sino de realpolitik.
El resto, todo, digan lo que digan en La Habana, Caracas, Washington, Madrid, Moscú, Miami o la academia, es paisaje.
Nada más que paisaje.
Que puede ser muy bonito cuando lo presentan en televisión, Power Point, bien escrito, o en tercera dimensión.
Pero que no por eso deja de ser paisaje.
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