Huber Matos Araluce/ Cubanálisis-El Think-Tank
Raúl Castro es alcohólico, padece de depresiones y tiene cáncer en la próstata. Pero esos no son exactamente sus errores. Los suyos son el producto de ser como es: astuto, intrigante y cobarde. Su caso recuerda lo que canta José José: “uno no es lo que quiere sino lo que puede ser.”
No es su culpa ser hermano de Fidel. Aunque responsabilidad propia es la de haberse dejado humillar siempre por él, desde los tiempos de la Sierra Maestra hasta nuestros días. Hoy Fidel Castro es despreciado por la mayoría del pueblo cubano, pero Raúl nunca fue querido por nadie.
Dicen que Raúl es sentimental, casi llora cuando mandaron a fusilar al General Arnaldo Ochoa, pero lo fusilaron y él estuvo completamente de acuerdo. Era uno menos con quien competir la sucesión al trono.
No había acabado de morirse su hermano, cuando estaba serruchándole el piso y sacando de cuanto puesto pudo a todo aquel que fue incondicional de Fidel. Dalia, la mujer de Fidel, tuvo que tratar de salvar algunos protegidos de su marido, que eran parte del séquito de corrupción privada de la familia real.
Primer error
Si tenemos que señalar un error de Raúl fue el de haber criticado el sistema construido con las locuras de hermano cuando todavía no podía hacerlo. No tuvo precaución ni visión.
Creó expectativas en la población y en el exterior. En el pueblo, porque estaba tan desesperado que cualquiera que le hablara de corregir errores habría despertado cierta esperanza.
Creó expectativas en el mundo porque la prensa internacional, en lugar de analizar la realidad cubana de aquellos momentos, quiso creer que el cambio era inminente. Para ellos había llegado al poder Deng Xiaoping Castro.
Era la oportunidad de un exorcismo para todos los periodistas e intelectuales que por décadas, desde Cuba y fuera de Cuba, callaron las verdades del país y se convirtieron en propagandistas de las mentiras de lo que llamaban los logros de la “revolución”. El exorcismo los llevaría a la redención.
Segundo error
Raúl otra vez demostró falta de visión.
Quemó las naves cuando purgó a los funcionarios reformistas. Defenestró a Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y docenas de individuos que representaban una esperanza para la burocracia frustrada y para los militantes del Partido Comunista, que estaban conscientes de que había que hacer un cambio de rumbo a tiempo. Carlos Lage despertaba más esperanzas en el pueblo que ningún otro de la dictadura.
Por miedo, y creyendo que con eso consolidaba su poder, Raúl liquidó a un grupo que pudo haber mantenido en reserva y bajo control para usarlo. Hoy le podían haber sido muy útiles.
Creyó que llamando a todos los abuelos incondicionales de su “Segundo Frente” en la Sierra Maestra podía manejar un país ingobernable.
Tercer error
Hace tres años que creyó que entregando un millón de hectáreas a la gente para que la trabajara resolvería el grave problema alimentario de Cuba. Parece que nunca ha sembrado ni una hortaliza.
No se le ocurrió que la gente tenía que tener azadones, picos, palas, semillas, fertilizantes, herbicidas, plaguicidas, agua, asistencia técnica, financiamiento, transporte, intermediarios, y un mercado no solo con hambre sino también con recursos para comprar la producción.
Es que Raúl no conocía el capitalismo, nunca tuvo que trabajar y ganarse la vida con el sudor de su frente. Cualquier humilde agricultor le pudo haber dicho que las cosas así no iban a funcionar. Pero ellos mandan, ellos ordenan, ellos no están acostumbrados a escuchar.
En el caso de la agricultura cometió otro error muy grave. Puso todo el énfasis en la producción para sustituir las importaciones de alimentos. Cuba necesita un desarrollo integral de la agricultura en que la producción para exportación tiene que ser un pilar fundamental.
La exportación agrícola genera ingresos importantes que estimulan el mercado interno. Obliga a aplicar las últimas técnicas, conocimientos y equipos. Esos avances también influyen en la producción para consumo nacional. Además, los excedentes de la exportación son importantes para el consumo interno.
Su intento de privatizar la producción agrícola fue a medias en otro importante sentido. Nunca entregó a los nuevos “agricultores” el título de propiedad. El que es dueño de su tierra suspira por ella, la ama, la mejora, siembra para ahora y para cuando ya no esté. El que la tiene prestada la utiliza, pero sabe que en cualquier momento tiene que decirle adiós.
La tierra entregada en usufructo es parte del chantaje político del régimen. Si te portas bien, te la doy; si te portas mal, te la quito. El usufructo está condicionado a los vaivenes políticos. A que un día un magnate brasileño necesite tierras para sembrar caña y producir etanol.
Pero las fallas de Raúl Castro no pararon ahí. En Cuba quedan agricultores que guardan la riqueza de la experiencia traspasada de generación a generación, pero la tradición agrícola ha sido casi aniquilada por el castrismo y por la economía estatizada.
Entregar la tierra a quien nunca ha sembrado no convierte al usufructuario en agricultor. Solo el que nunca ha sembrado puede desconocer que los conocimientos son tan importantes como otros factores de producción.
Es un error sacar a una familia de su entorno, con la promesa de un pedazo de tierra que no le pertenece y una cosecha que no podrá recoger porque no tiene ni los conocimientos ni los medios. Una familia no se puede trasplantar de la ciudad al campo si no hay las condiciones adecuadas.
El resultado está a la vista: la revolución agrícola de Raúl fue un fracaso. La producción de alimentos de Cuba descendió en lugar de aumentar.
Cuarto error
No reconocer a tiempo los problemas de la economía y no presentar un plan a corto, mediano y largo plazo para resolverlos.
El “nuevo” cuentapropismo, que como en el caso de le entrega de tierras, ha desatado fuera de Cuba especulaciones y esperanzas, no es en realidad nada nuevo. Ahora es una medida forzada por la quiebra de la economía, entre otras cosas.
Para unos es el comienzo del capitalismo, la transición gradual a una economía de mercado. Pero el cuentapropismo se viene practicando en Cuba desde hace muchos años con pésimos resultados.
¿Cuál es la novedad? Ha sido la economía informal e ilegal para cientos de miles de cubanos. ¿Más o menos de un millón? Quién sabe, y no importa mucho el número.
Podrán legalizar todas las actividades por las que antes se mandó a la cárcel a miles de ciudadanos, otras seguirán siendo ridículamente ilegales hasta un día. Pero el hecho es que este sector de la economía tiene una bajísima productividad. Legalizar lo ilegal, o aumentar su número de participantes, no cambiará esta circunstancia.
El pueblo cubano no saldrá de su atraso si en lugar de uno hay dos millones de cubanos trabajando por cuenta propia. Cuba es un país en quiebra. La corrupción campea por su respeto. Las nuevas tecnologías no están disponibles, o son prohibidas, o nada más que accesibles a un grupo.
Se anuncia ahora que se despedirá medio millón de trabajadores del millón que el régimen considera innecesarios. ¿Cuándo se dieron cuenta y cómo se dieron cuenta? La respuesta es el silencio.
El hecho es que la mayoría de la fuerza laboral de Cuba trabaja y seguirá trabajando para el estado con una productividad bajísima o negativa.
Esto es como nadar con pesas de plomos. El despido de medio millón de empleados estatales ahora, y medio millón después, se parece un poco a la entrega en usufructo de un millón de hectáreas a personas sin los recursos y, en la mayoría de los casos, sin experiencia para cultivar la tierra.
Lo que no se sabe es que por meses el régimen ha estado retirando pensiones bajísimas a miles de cubanos jubilados. Personas que no tienen dónde emplearse y en muchos casos están enfermas. Han sido lanzadas a la desesperación.
Tampoco se ha hecho público que el año pasado, aproximadamente en noviembre, ya se habían despedido a 89,000 trabajadores de empresas agrícolas estatales, equivalente al 26% de la fuerza laboral agrícola del Estado. Esta medida implicó el cierre de 83 empresas del sector, e incluyó el despido del 10% de sus dirigentes y personal técnico, unos dos mil empleados.
Nunca se ha hecho pública esta información, porque hacerlo implicaba reconocer otro fracaso. Incluía el uso indebido por parte de dirigentes de maquinaria y otros recursos estatales en predios no estatales. Además de costos injustificables y robos incuantificables.
Todo esto, desde las fracasadas reformas en la agricultura, los despidos masivos de empleados estatales y la legalización de actividades sin las condiciones materiales ni legales que den respaldo a una actividad privada que genere riqueza con eficiencia en un marco razonable de tiempo, es síntoma de improvisación y estupidez, más una buena dosis de insensibilidad y maldad.
Si lo han hecho con la pretensión de dar un respiro a la población y evitar que su nivel de frustración siga elevándose, se equivocaron. El pueblo entiende que estas medidas no son más que la explotación de la dictadura por otros medios. La gente protesta por impuestos que tendrán que pagar por ganancias insuficientes. Por las mordidas que tendrán que pagar a funcionarios y policías corruptos.
Si estas medidas son parte de un esquema internacional, también han cometido un gran error. Creen que el gobierno brasileño puede mediar por un castrismo renovado, cuando ya el mundo no va a dejarse engañar otra vez fácilmente acerca de la situación en Cuba.
El castrismo puede creer que el gobierno español podrá cabildear por ellos en el seno de una Unión Europea en la que Alemania, Polonia y la República Checa saben más de comunismo que todos los castristas juntos.
Creen que podrán posicionarse con el gobierno de Obama sin tener que ceder en el campo de los derechos humanos en Cuba. Si suponen eso, no saben lo que está sucediendo en los Estados Unidos.
La dictadura no ha agotado sus maniobras. Podrían tener un segundo acto en reserva, que seria motivo de otro análisis.
Raúl Castro ha cometido más errores que estos en el tiempo que ha tenido como dictador de turno, en crisis y a ratos. Pero estos cuatro que hemos comentado brevemente aquí son propios de él y de su equipo. No son producto de las interferencias de Fidel Castro.
Raúl Castro heredó un gran fracaso del que solo fue responsable indirectamente. Su capacidad como timonel está a la vista: lo que estaba muy mal lo ha vuelto peor.
Pero de nuevo, recordemos a José José: “uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser.”
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