lunes, agosto 16, 2010

Suelto y sin vacunar/ Eugenio Yáñez


Suelto y sin vacunar
Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank

Sin dudas, esta expresión popular cubana retrata maravillosamente la situación de Fidel Castro después de su “resurrección” del mes pasado y el extraordinario despliegue mediático que se ha desatado, en Cuba y en el extranjero, a partir de su reaparición.

Era obvio, tras casi cuatro años en las sombras del secreto de Estado, y con la salud –y la vida- pendiente de un hilo durante todo ese tiempo, que si el Comandante reaparecía tendría que ser noticia en todo el mundo.

No se sabe todavía si lo hizo concientemente para desplazar de los primeros planos mundiales las noticias de la excarcelación-destierro de los prisioneros de conciencia de la Primavera Negra, o por su patológica necesidad de protagonismo mediático, aunque indudablemente el desplazamiento del foco de atención se produjo tan pronto comenzaron a circular imágenes de Fidel Castro con camisa de cuadros y hablando directamente con personas cuidadosamente seleccionadas para tales conversaciones.

Que, a su vez, los sicofantes y alabarderos de todas las latitudes lloraran de emoción y se rasgaran las vestiduras de alegría por la reaparición, era de esperar: tan escasos andan de figuras protagónicas en estos tiempos, que la vuelta de Fidel Castro les evitaría tener que “demostrar” que Chávez es una persona inteligente o Correa un presidente que no miente.

Indudablemente, desde el punto de vista fisiológico Fidel Castro aparenta una expresa recuperación de salud. Él mismo se ha autoproclamado como totalmente recuperado. Pero llegar al extremo de señalar que reapareció “lúcido” es un absoluto sinsentido: para la Real Academia de la Lengua, lúcido significa “claro en el razonamiento, en las expresiones, en el estilo, etc.”, y Fidel Castro demuestra lo contrario exactamente.

Si esas expresiones de guataquería eran de esperar de los “analistas” de kaosenlared o cualquier otra sentina propagandística de la izquierda rabiosa, no son apropiadas, sin embargo, para los corresponsales de El País y de diversas agencias cablegráficas acreditadas en La Habana, porque lo que menos ha demostrado el Reflexionador en Jefe en este su regreso ha sido lucidez.

No se ha sabido mucho sobre lo que dijo en el CNIC (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), durante su visita al Acuario Nacional para observar a los delfines, o en su reunión con los embajadores cubanos, a los que habló de los peligros de la inminente guerra nuclear que le ha dado por anunciar constantemente: es de esperar que los diplomáticos, acostumbrados a los avatares de su trabajo diario, hayan sabido resistir estoicamente el asalto a la razón por parte del resurrecto, sin tener que mirar disimuladamente a sus relojes.

Igualmente, sus consideraciones e instrucciones en el Centro de Estudios de la Economía Mundial no tienen trascendencia alguna: ni el Centro en su conjunto ni su Director en particular, quien además preside la comisión económica de la Asamblea Nacional del Poder Popular, determinan ni nunca han determinado nada de nada en el país, ni siquiera en elementales asuntos de la economía, a pesar de los nombres y cargos rimbombantes en que se escudan.

Las dos celebraciones paralelas del 26 de julio de Fidel Castro (la de Artemisa y la de la Plaza de la Revolución), provocaron una respuesta de Raúl Castro que no ha sido del todo comprendida todavía: si no hubiera querido hablar él mismo en Santa Clara hubiera podido haber designado a Ramiro Valdés, también veterano del Moncada, para hacerlo.

Pero al designar como orador central a Machado Ventura, la persona más gris, aburrida e impopular del régimen, el general dejó claro que le restaba toda significación al acto después que Fidel Castro había pretendido robarse el show en Artemisa acompañado de Valdés y de Guillermo García, los dos únicos Comandantes de la Revolución que quedan en el país después de la muerte de Juan Almeida.

La supuesta lucidez del resurrecto parece mostrarse solamente para entorpecer y crear problemas. Pero para conocer el verdadero estado mental de Fidel Castro bastaba con observar su primera “reflexión” escrita anunciando el Apocalipsis nuclear, para darse cuenta fácilmente que la mente del Comandante patina irremediablemente.

Nadie en su sano juicio hubiera pronosticado que la guerra se desencadenaría a plazo fijo: antes del comienzo de los cuartos de final del mundial de fútbol. Un Fidel Castro en situación normal jamás hubiera cometido ese desliz.

Cualquiera con un mínimo de sentido común hubiera señalado, en caso de haber creído seriamente que tal guerra nuclear era inminente, que se podría desencadenar “muy pronto” o “antes de que nos hayamos dado cuenta”, lo cual hubiera dejado suficiente margen al autor para no jugarse la credibilidad a fecha fija, si tal autor tuviera realmente control de sus razonamientos, lo que hay serios motivos para dudar en este caso.

Naturalmente, pasaron los cuartos de final, las semifinales y la final del mundial de fútbol y no se produjo la hecatombe, lo cual no detuvo al Comandante para seguir fantaseando: recurriendo al expediente habitual de culpar a los demás, señaló a quien realizó las fotocopias de los documentos que él utilizó como responsable de haber omitido información clave, que hubiera modificado sus conclusiones de cuartos de final, pero nunca reconoció la terrible alucinación de haber pronosticado una guerra que solo existe en su mente calenturienta y alienada.

Ni siquiera los iraníes, que debían ser los más interesados en tan peculiar pronóstico apocalíptico que los involucraba directamente, se tomaron en serio a Castrodamus, y dijeron que no creían posible tal eventualidad.

Pero Fidel Castro, patológicamente necesitado de protagonismo, o tal vez intuyendo que ya su momento histórico ha pasado, no quiere aceptar la realidad: no se amilana con los ridículos de sus fallidas predicciones y ha continuado con su matraquilla de conflagración nuclear, sin detenerse.

Como nadie se lo estaba tomando seriamente en Cuba (Raúl Castro ni siquiera hizo referencia a sus vaticinios al hablar en la Asamblea Nacional el primero de agosto), convocó, porque le dio la gana, y a contrapelo con lo estipulado en la Constitución que él nunca ha respetado, una sesión de carácter extraordinario de eso que se conoce como Asamblea Nacional del Poder Popular, el mal llamado Parlamento cubano, para exponer sus desatinos y alucinaciones sobre la guerra nuclear inminente, aunque ajustando ahora sus predicciones con una supuesta y remota posibilidad de “convencer” al presidente Obama para que no desate la guerra.

A la sesión, además de los siempre complacientes y unánimes diputados, fue invitado el cuerpo diplomático, así como las agencias de prensa extranjeras acreditadas en La Habana.

En su intervención de menos de quince minutos en el Parlamento, y en las respuestas a los diputados “palas” que con el pretexto de hacerle preguntas lo que hacían era alabarlo y felicitarlo por su próximo cumpleaños, tuvo desaciertos tales como hablar de “los soviéticos” y de “la Unión Soviética”, veinte años después de su desaparición, así como decir que “…la evolución comenzó hace aproximadamente 4 mil años…”, o señalar gravemente, y como si supiera lo que estaba diciendo que, “…hace 18 mil años solo había fuego en la Tierra…”. Está, como dice el pueblo, “suelto y sin vacunar”.

De pronto, en nuestro planeta ya no hay burgueses y proletarios, obreros y campesinos, intelectuales y militares, obispos y embajadores, sino solamente “la especie humana” que debe sobrevivir. Los “compañeros” y el “enemigo” se han transformado todos, de repente, en simples homo sapiens. Han desaparecido casi todas las categorías de la lucha política marxista y populista, aunque, eso sí, lo único que ha quedado de todo aquello es “el imperio”.

Como bien ha señalado Miriam Celaya desde La Habana en su blog SinEVAsión, años atrás, cuando otro presidente vitalicio, el patriarca tunecino Habib Bourguiba, creador del “socialismo destouriano”, comenzó a hablar continuas incoherencias en el parlamento de Túnez, producto de su acelerado deterioro mental, de inmediato un grupo de paramédicos, cumpliendo órdenes de los verdaderos gobernantes, entró a la sala del parlamento, interrumpiendo el discurso, y se llevó al “presidente” para recluirlo en una institución de psiquiatría y apartarlo para siempre del gobierno, por incapacidad mental.

Algo así no puede suceder en Cuba, pues en el gobierno de facto nadie se atrevería a ingresar al “Bourguiba” del Caribe, y los “diputados” fueron creados desde el primer momento para aplaudir y aprobar lo que el gobierno desee, para nada más.

Ninguno tiene las necesarias hormonas ni siquiera para aclararle al Comandante que hace cuatro mil años, cuando él dijo que comenzó la evolución, China, India, Egipto y Mesopotamia ya eran civilizaciones asentadas y en avance, o que hace dieciocho mil años, en vez de fuego en la Tierra, lo que había era un período glaciar en Europa, donde, a pesar de ello, nuestros antecesores cazaban, no necesitaban libreta de abastecimientos, comités de defensa, ni comandante en jefe, y se las ingeniaban para sobrevivir, y aun para avanzar poco a poco, a pesar de las inhóspitas condiciones.

Los parlamentarios no se atrevieron ni a una elemental corrección en forma de pregunta. Esos diputados solo preguntaban para que el Comandante pudiera responder “brillantemente” a sus mansas interrogantes, pero ni así.

Incluso Frank Fernández, el conocido y excelente pianista cubano, que durante toda su vida ha recorrido el mundo entero, le preguntó como se le podría hacer llegar al presidente Barack Obama una carta pidiéndole que no desatara la guerra nuclear.

Caramba, el destacado pianista clásico no sabe algo que saben hasta los niños, puesto que basta con entrar en internet para tener la dirección, teléfonos, números de fax y dirección electrónica de La Casa Blanca (algo que no sucede, por supuesto, con el Palacio de la Revolución en La Habana). En última instancia, podría entregar su “carta” en la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana, sin necesidad de tener que molestar al Comandante con una pregunta tan desafortunada como esa.

En lo único que acertó Frank Fernández fue en decirle al viejo dictador: “Uno se siente medio idiota cuando lo oye razonar a usted…”. Así mismo vio el pueblo a los “diputados” en esa sesión extraordinaria. Aunque, en honor a la verdad, tal vez no los vio como medio idiotas, sino como idiotas completos.

Igual valoración hizo el cubano de a pie de la prensa oficial, de todos los plumíferos del oportunismo y la mediocridad, y de los sicofantes de los medios controlados que, lejos de señalar tales incoherencias, alabaron la “lucidez” del tirano cesante y reprodujeron su intervención en todas partes.

De inmediato, la oficialista Central de Trabajadores de Cuba, en vez de preocuparse por el más de un millón de trabajadores que va a quedar sin trabajo próximamente a causa de la permanente ineficiencia de la economía cubana, lanzó un llamamiento a los sindicatos del mundo para que ayudaran a prevenir la catástrofe nuclear, como si los sindicatos en el resto del mundo no tuvieran más nada que hacer que repetir las incoherencias del resurrecto “líder máximo”.

Es interesante, sin embargo, preguntarse por qué los raulistas permitieron un circo como el representado en el Parlamento por un payaso incoherente disfrazado de verde-olivo, si estaba claro que nada congruente podría lograrse en tal intervención.

Aunque tal vez esa misma sea la explicación: más allá de la izquierda psicodélica y rabiosa, o de gobiernos poco serios como los de Evo Morales o Daniel Ortega, todas las cancillerías, partidos políticos responsables, y personas sensatas en el mundo, habrán podido comprobar que Fidel Castro desvaría, que habla incoherencias, qua ya no es ni una lejana sombra de lo que fue hace tiempo, y que anda suelto y sin vacunar.

Lo que en la realpolitik se traduce como “no importa lo que haga o lo que diga Fidel Castro, el gobierno en Cuba está en manos de Raúl Castro y la camarilla de la gerontocracia”. Así que no se preocupen, señores inversionistas, que van a tratar con nosotros, y no con él.

Pero el Comandante no se detiene en tales asuntos tan sencillos y de poca importancia: continúa hablando a diestra y siniestra, mientras sigue mezclando todo con la inminente guerra nuclear que nos anuncia cada día.

Al recibir a la senadora colombiana Piedad Córdoba, persona demasiado cercana emocionalmente a las narcoguerrillas de las FARC y a Hugo Chávez, declaró, sin que ni él mismo entendiera lo que decía, que “la unión del pueblo colombiano es un factor de gran importancia en la lucha por evitar que la humanidad colapse en un estallido nuclear”.

El pueblo y el gobierno colombiano enfrentan importantes y peligrosos retos para poder derrotar al narcoterrorismo y la guerrilla, limpiar el país de las innumerables bandas de delincuentes armados –algunas con trasfondo político y otras no- , poder dejar atrás las desigualdades sociales y la pobreza, y asegurar la paz y la seguridad democrática en el país, para perder su tiempo con historias alucinantes contadas por un pésimo narrador que no convence a nadie. Para eso, mejor alquilar videos para ver películas mejor elaboradas y que entretienen mucho más con sus efectos especiales y su trama catastrófica.

La última de las incoherencias alucinantes de Fidel Castro, hasta el momento de escribir estas líneas, ha sido una grosera provocación contra el gobierno y el pueblo mexicano, al comentar el libro “La mafia que se adueñó de México… y el 2012”, del derrotado candidato presidencial a las pasadas elecciones mexicanas, Andrés Manuel López Obrador, una persona de una absoluta y total irresponsabilidad que solamente es superada por su desmedida ambición personal.

Refiriéndose al aventurero mexicano que llegó a autoproclamarse presidente electo de México, desconociendo las instituciones electorales y creando una crisis sin precedentes en el país, señaló que “Se presentó a las elecciones y ganó la mayoría de los votos frente al candidato del PAN. Mas el imperio no le permitió asumir el mando”.

Y dando por seguro su ascenso a la presidencia en el 2012 añade: “Sin embargo, López Obrador será la persona de más autoridad moral y política de México cuando el sistema se derrumbe y, con él, el imperio. Su contribución a la lucha por evitar que el Presidente Obama desate esa guerra será de gran valor”.

De inmediato, López Obrador declaró, muy contento, por supuesto: “Agradezco los comentarios y opiniones en la distinguida personalidad del Comandante Fidel Castro (…) sin duda, uno de los más importantes dirigentes del mundo de nuestra época”.

Sin embargo, el gobierno mexicano piensa diferente, y expresó su desacuerdo con la irresponsabilidad del Castro profeta: la cancillería mexicana declaró inmediatamente que Fidel Castro “pretende descalificar a las instituciones mexicanas y se hace eco de afirmaciones sin sustento sobre el país y su desarrollo”.

Según señala EFE, “México valora profundamente sus vínculos con Cuba y reitera su firme voluntad de continuar estrechando sus relaciones de amistad y cooperación con el pueblo y el Gobierno cubanos. En este espíritu de respeto mutuo, se congratula con la recuperación de la salud del Comandante Castro, en su cumpleaños 84”.

Pero tras tener que pasar por el inevitable cantinfleo mexicano de siempre, expresado en el párrafo anterior, la cancillería señaló lo que más tiene que dolerle al tirano apocalíptico: “el Gobierno de México hace votos para que pronto el pueblo de Cuba pueda acudir a elecciones libres para elegir a sus representantes y se respeten plenamente los derechos humanos en la Isla”.

El ex-canciller mexicano Jorge Castañeda, refiriéndose a la respuesta de la cancillería, señaló de inmediato: “Me da mucho gusto ver que a pesar de los esfuerzos desmedidos de Felipe Calderón por poner la otra mejilla y quedar bien con los cubanos, y de hacerse de la vista gorda de todas las trapacerías que hacen interna y externamente, no le quedó más remedio que terminar peleándose con ellos”.

Así, gratuitamente, Fidel Castro tensa una vez más las relaciones con México en un tema tan sensible, en lo que además resulta una posición completamente absurda e improcedente, pues los gobiernos mexicanos siempre han tendido a ser relativamente condescendientes con la tiranía cubana.

Y, como ya de costumbre en esta etapa de su demencia senil, vincula el vaticinio del ascenso del caudillo populista a la presidencia en el 2012 con una supuesta contribución a la lucha por evitar que el presidente Obama desate esa guerra que le quita el sueño al Comandante, quien evidentemente no tiene nada más importante que hacer que hablar de lo mismo.

Afortunadamente para Raúl Castro y la gerontocracia, el gobierno mexicano está notando la diferencia entre las posiciones del gobierno cubano y las declaraciones que toma como de carácter personal por parte del dictador en retiro, por lo que este asunto no debe tener demasiada trascendencia en las relaciones bilaterales cubano-mexicanas, entendiendo los mexicanos, también, que Fidel Castro anda “suelto y sin vacunar”.

¿Hasta dónde puede llegar esta absurda situación? Difícil saberlo, porque Raúl Castro no parece estar dispuesto a mandar a callar a su hermano mayor. Sin embargo, mientras más presencia mediática de Fidel Castro más se deteriorará su imagen.

Por otra parte, ¿debería el general mandarlo a callar, si se atreviera? Si a primera vista el desborde mediático de Fidel Castro parece haber opacado al hermano menor y a sus reformas que no son, su conciliábulo con la Iglesia, y las excarcelaciones-destierro de prisioneros de conciencia, a mediano plazo es algo que debe resultarle conveniente y puede permitirle trabajar más tranquilo.

Mientras tanto, por el momento, existe una gran confusión en la cubanología de mentiritas, con tantos supuestos analistas y expertos queriendo explicar lo que sucede y escribiendo incoherencias que finalmente no pueden descifrar el entuerto, a pesar de tantos titulares altisonantes, mientras muchos se muestran sorprendidos porque el Comandante no habla de ninguno de los grandísimos problemas de Cuba.

Desconocen que en realidad nunca le preocuparon demasiado ni realmente los problemas nacionales, y que no le interesa para nada recordarlos, pues él mismo los ha creado todos, y sabe también que la única solución factible requeriría cambiarlo todo de raíz, a lo que teme más que el diablo a la cruz, pues eso significaría que su legado terminaría en la cloaca de la historia.

Sin quererlo, sin darse cuenta, o quizás sin saberlo, tales expertos le están quitando mucha presión de encima al general, al embelesarse continuamente con las ocurrencias de Fidel Castro, como si fuera Paris Hilton en una revista rosa, y no un bufón con cada vez menos público y menos escenarios.

Ningún gobierno responsable en el mundo se puede tomar ni se está tomando en serio a Fidel Castro: todos saben que no está en condiciones mentales de ejercer el poder, aunque sueñe que lo hace, aunque siga hablando de guerras nucleares a plazo fijo, y aunque en Cuba hagan como que se lo toman en serio, porque no queda más remedio... por el momento.

Ni aunque el régimen celebre su cumpleaños en el más puro espíritu del culto a la personalidad, como se hacía en Etiopía con Haile Selassie o en República Dominicana con Chapitas Trujillo, o como se hace todavía en Corea del Norte con la macabra dinastía de los Kim.

Porque todos saben que, aunque afortunadamente ya no puede morder como antes, Fidel Castro anda suelto y sin vacunar.

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