lunes, abril 12, 2010

Los Castro parapetados hasta el fin/ Antonio Arencibia

Los Castro parapetados hasta el fin
Antonio Arencibia/ Cubanálisis-El Think-Tank

El 23 de febrero del 2010, con la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata ante la indiferencia de las autoridades carcelarias, culminó el derrumbe de la fachada de “cambios” que ha intentado construir Raúl Castro en casi cuatro años de Sucesión en Cuba. Como consecuencia se ha desencadenado, en el extranjero, el rechazo masivo al régimen por el asesinato político del disidente preso y la represión a las familiares de los condenados en la Primavera Negra.

Dentro de la Isla, la conmemoración del Séptimo Aniversario de aquella redada contra 75 opositores y periodistas independientes se extendió por una semana con los desfiles de las Damas de Blanco. Días después, estas valerosas mujeres realizaron otra marcha para hacerla coincidir con la manifestación solidaria de miles de cubanos en Miami.

Ante el repudio de gobiernos y parlamentos, Raúl Castro se vio forzado a ordenar el reflujo provisional de la represión. Altos oficiales de la Seguridad del Estado en Villa Clara, aprovechando la solicitud de los familiares de Guillermo Fariñas de darle atención médica después que sufriera un colapso por su huelga de hambre, le ingresaron de urgencia y le han permitido comunicación con medios de prensa extranjeros. Desde su lecho de enfermo Fariñas sostuvo una entrevista telefónica con el ex-canciller mexicano Jorge Castañeda.

También habló, el 28 de marzo, con el Consejero Político de la Embajada de España y rechazó viajar a ese país para ser exiliado, proponiendo a su interlocutor que el avión-ambulancia que le ofrecía el gobierno español podría emplearse para trasladar a la península a los presos políticos enfermos.

El régimen de Raúl Castro ha encontrado en Zapata y Fariñas un tipo de oposición que reedita, en la época de la información instantánea, el sacrificio personal que culminó en la muerte, en 1972, del dirigente estudiantil Pedro Luis Boitel.

Raúl Castro y las “impersonas”

En casi medio siglo de dictadura, Fidel Castro casi siempre evitó referirse a sus opositores, tratándolos como “impersonas”. El término, tomado de la obra “1984” de George Orwell, se refiere a quien es borrado de la historia por violar las leyes del estado totalitario. Además, la “impersona” es apartada de la sociedad y puede ser encarcelada por tiempo indefinido por una pequeña falta o sin causa alguna.

Las pocas veces que el Comandante se apartó de esas lecciones de control político absoluto no le salieron del todo bien, como cuando dedicó varias páginas del Granma a atacar por su nombre a Ricardo Bofill, primero, y después a Elizardo Sánchez Santacruz.

Así, mediante la prensa oficial, los cubanos supimos escarbar entre el montón de calumnias que esos luchadores no-violentos por los derechos humanos eran considerados por la tiranía entre sus más peligrosos enemigos.

Obligado a evitar en lo posible ese tipo de errores, Raúl Castro no pronuncia, ni permite que en el Granma, ni en los actos de “reafirmación revolucionaria”, se mencionen los nombres de alguna de las Damas de Blanco, o de los huelguistas de hambre, Orlando Zapata y Guillermo Fariñas. A estos últimos los mantienen en el anonimato bajo la caracterización oficial de “un preso común al que vistieron de político”, y “un nuevo huelguista” al que acusan también de “delitos comunes y actos contrarrevolucionarios”.

Como el general-presidente está frustrado porque le ha fallado la vía española para desembarazarse de Fariñas, pretende lavarse las manos de su huelga de hambre y tiene el descoco de asegurar en el Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, que sería una violación de las normas éticas si “alimentáramos por la fuerza a esas personas como se ha hecho en la Base Naval de Guantánamo”.

El Congreso de la UJC

Cuando Raúl Castro anunció en julio del 2009 que se aplazaba el Congreso, pero que se convocaría una Conferencia Nacional del Partido, debe haber tenido en mente al menos algo sustancial que tratar en la misma, más aún si se tiene en cuenta que tres meses después se acordó iniciar el proceso asambleario previo al IX Congreso de la UJC.

Lo que ocurrió después del anuncio de la Conferencia no se sabe con exactitud, pero hubo cambio de planes, ya que la reunión de la Ujotacé no tuvo un solo aliento novedoso en sus “debates”, ignorando totalmente la crisis general de la nación, y bien podían haber ahorrado los fondos destinados a transporte, alojamiento y manutención de sus delegados, que solo asistieron y asintieron aburridos al discurso de clausura donde el general Castro les advirtió que para preservar la “Revolución” y el socialismo “tienen por delante muchos años más de lucha y sacrificios”.

El Sucesor reconoció que “algunos compañeros a veces se desesperan, deseando cambios inmediatos en múltiples esferas”. Después, como se dice en cubano, metió un frío en las filas de la nomenklatura cuando aclaró que solo hablaba de “aquellos que lo hacen sin la intención de prestarse al juego del enemigo.”

A continuación dio una explicación de la causa de la posposición por “unos meses más” de la Conferencia del Partido que precederá al VI Congreso, que no convenció a nadie. Si es verdad lo que dijo, que en esos cónclaves se tratarán asuntos “de envergadura estratégica”, por lo que se debe evitar el apresuramiento o la improvisación, hay que preguntarse: ¿De qué asuntos de esa envergadura se trata? ¿Qué propuestas de cambios le hacen el juego “al enemigo”?

La única respuesta a todas esas preguntas es que la cúpula de la cúpula, es decir la Comisión Ejecutiva del Buró Político, integrada mayoritariamente por altos militares de probada lealtad “raulista”, van a decidir cuando les parezca lo que entiendan que hay que cambiar sin que les afecte el poder.

En la inauguración del evento juvenil, Liudmila Álamo, primera secretaria de la UJC, dedicaba especialmente a Fidel Castro el desarrollo del Congreso, y mentía sin pestañear cuando afirmaba de que el “compromiso revolucionario… acompaña a la inmensa mayoría de los jóvenes”.

La dirigente hizo saber también que la organización que dirige ya no atiende algunos programas y proyectos. Se trata de otro de los mínimos ajustes a la realidad por los que ha tenido que optar Raúl Castro, retornar a los ministerios los planes y recursos otorgados a la Juventud Comunista por el viejo dictador en el curso de la fallida “batalla de ideas”.

Esta es una medida que junto a la eliminación de los planes de becas en escuelas y preuniversitarios en el campo, la reactivación de los restos de la desmantelada industria azucarera mediante empresas conjuntas con inversionistas extranjeros, la eliminación de los topes salariales, y otras en vigor, como el reparto de tierras en usufructo, se tomaron por una elemental racionalidad económica, pero se siguen considerando como atrevidas reformas por los elementos más ortodoxos de la nomenklatura.

Lo cierto es que, si alguna vez pasaron los cambios estructurales por la mente del equipo sucesor, hoy esta cúpula sufre una especie de “bipolaridad” política y económica, y no se atreven a liberar el mercado interno y eliminar la doble moneda; además, pretende recibir inyecciones de capital foráneo, después de implantar un “corralito financiero” congelando los fondos de los inversionistas.

Gerardo Arreola, corresponsal de La Jornada, de México, presente en el evento, recoge las frases de Raúl Castro de que “sobra uno de cada cinco puestos de trabajo en el país”, y que, según algunos analistas, la cifra a eliminar en las plantillas llega al millón de trabajadores. Sigue reportando Arreola que el general dijo en tres ocasiones que si no se endereza la economía está en riesgo el sistema político de la isla, y que se propone

reducir el gasto público a su nivel indispensable, impulsar la agricultura, eliminar subsidios y el mercado negro y convertir al salario en una necesidad imperiosa”.

Si esa frase refleja la crisis nacional a grandes rasgos, tiene que ser espeluznante el informe, hasta ahora secreto, que la Comisión Ejecutiva del Buró Político “aprobó brindar a las asambleas municipales de la UJC” y “que describe, con toda crudeza, la situación actual y las perspectivas en esta materia”.

Planes tras el parapeto castrista

Las Brigadas de Respuesta Rápida surgieron con poco éxito a nivel de cuadra en la época del hundimiento del remolcador “13 de Marzo” y la revuelta popular en el Malecón habanero, pero en los últimos tiempos se han reactivado en el ámbito laboral.

En los años 90, los que salían a golpear con cabillas y cables a los manifestantes eran los “constructores civiles” agrupados en el contingente “Blas Roca”. Ahora, cuando Raúl Castro anuncia el futuro desempleo de casi un millón de trabajadores, y advierte a los gobiernos de Europa y Estados Unidos que si se sienten acorralados se van a parapetar, se divulga un “Plan contra Alteraciones del Orden y Disturbios Contrarrevolucionarios”.

El acta de constitución de las Brigadas de Respuesta Rápida en los centros de trabajo supone el compromiso de “directores, funcionarios y trabajadores” de cada unidad laboral de “incorporarse masivamente” al destacamento de respuesta rápida y actuar “incondicionalmente en defensa de la Revolución”. La actuación consiste en emplear el “armamento rústico disponible” que especifica el acta, o sea “palos, cabillas, cables”, contra los opositores.

Cuando Raúl Castro advierte que no será el Estado el que resuelva la reubicación de los despedidos, y que los primeros interesados en encontrar un trabajo “socialmente útil” deben ser los propios ciudadanos excedentes, da otra vuelta de tuerca a los que quedan del lado de adentro de la trinchera castrista, cuya permanencia laboral va a estar muy en concordancia con la participación en actos de repudio y represión.

Conciertos, desfiles, “elecciones” y la última “reflexión”

Alguien dijo acertadamente, que como no hay pan en la Isla, el circo va a abundar. Por eso presentaron en el IX Congreso a Elián González, vestido de “camilito”, quien pidió -como era su obligación- la incorporación de la juventud a las escuelas de oficiales de las fuerzas armadas. Más que delegado al Congreso de los Jóvenes Comunistas, el antiguo balserito simbolizaba ante las cámaras la esquizofrenia nacional: simultáneamente era el trofeo del régimen y el huérfano añorado del exilio.

Como en el circo se requiere música, en La Habana y en Santiago de Cuba se prepararon espectáculos político-musicales, cuyo mejor lema podría ser: ¡A cantar y a bailar contra el “ataque mediático”!

No es sorpresa que el concierto del “protestódromo” capitalino lo abriera Silvio Rodríguez. Quien se diera a conocer en los años 60 en el Centro de la Canción Protesta de Casa de las Américas, ahora se hace llamar trovador, y estará acompañado por Amaury Pérez, Sara González y Vicente Feliú. No faltarán en el elenco artístico los grupos de timba, e incluso los raperos pro-gubernamentales.

En el otro extremo de la Isla, en la explanada frente al antiguo Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, alternarán lo clásico del Ballet y el Orfeón Santiago junto a conjuntos de sones, charangas y un gran final por la Conga de los Hoyos.

Ya el general Castro anunció una movilización de los “revolucionarios” en todas las provincias para el sábado 1o. de Mayo “en las calles y plazas públicas que por derecho le pertenecen”, como respuesta a la “nueva escalada internacional de agresiones”.

Como añadidura, habrá “elecciones” los domingos 25 de abril y 2 de mayo que, según la presidenta de la Comisión Electoral Nacional, “serán una digna respuesta a la campaña difamatoria orquestada contra Cuba por los círculos de poder del imperio y sus acólitos”.

Casi todos estos tópicos se recogieron en un Editorial de Granma del 8 de abril, seguido por una incoherente “Reflexión” del octogenario Comandante. Afortunadamente para los cubanos de dentro, Fidel Castro ha espaciado sus peroratas a solo cuatro en más de un mes.

Le dedicó una a Lula el 1o. de marzo, sin mencionar la muerte de Zapata ocurrida seis días atrás, horas antes de la llegada del brasileño. El día 7 vinculaba caprichosamente los terremotos recientes con el cambio climático. El 24 de marzo la emprendía contra la Reforma de Salud en Estados Unidos impulsada por el presidente Obama y, finalmente, el 8 de abril escribió lo siguiente sobre el Congreso de la UJC:

ha sido uno de los momentos más emocionantes de mi larga y azarosa vida. No podía estar allí, pero lo viví dentro de mí mismo, como quien recorre el mundo de las ideas por las cuales ha luchado las tres cuartas partes de su existencia.

Y a partir de ahí se dedicó, con la inmodestia que lo caracteriza, a hacer un análisis caprichoso de los acontecimientos e ideas que -dice- influyeron en su “formación”.

Tuvo el dictador solo dos frases referidas a la actualidad política del régimen. Primero, en elogio inusual de “breves, profundas, precisas” a las palabras del último discurso de su hermano, que indica su complacencia con la “retranca” raulista a todo cambio.

En segundo lugar, hizo una advertencia contra “los demagogos, los oportunistas, los que anhelan soluciones fáciles en busca de popularidad”. Esto, como lo que dijera Raúl Castro en el Congreso de la UJC, de no prestarse “al juego del enemigo” va directo contra los dirigentes y militantes comunistas que entienden que sin verdaderas reformas el caos social se sumará a la crisis económica sin salida.

Viene ahora en Cuba, una etapa signada por desfiles, movilizaciones, declaraciones de lealtad, y “elecciones”, todo sazonado por propaganda castrista exacerbada. Pero después los capitostes del régimen van a tener que enfrentar la realidad de que ni Europa, ni Estados Unidos, quieren acorralarlos, sino que están contra la represión y esperan cambios, y por eso. tendrán que escoger entre abandonar el parapeto o negociar.

Pero esa decisión se pospondrá, con uno u otro pretexto, mientras vivan los Castro.

Como acaba de decir Hillary Clinton, la respuesta de Fidel y Raúl Castro a los esfuerzos de Estados Unidos de mejorar relaciones demuestra “que no tienen interés en reformas políticas o en poner fin a las sanciones” ya que con el fin del embargo y la normalización “perderían todas sus excusas por lo que no ha pasado en Cuba en los últimos 50 años”.

Cuando se apaguen las consignas beligerantes del Primero de Mayo, -como en el “período especial”- volverá la rutina de las dificultades crecientes que solo sufrirán los de abajo, pues nadie cree el cinismo de privilegiados como Raúl Castro cuando afirmó que “todos sufrimos aquellos calurosos veranos de la primera mitad de la década del 90 del siglo pasado con apagones superiores a las 12 horas diarias”. Esos, los que no cocinan por falta de víveres o combustible, los que no tienen chavitos para comprar jabón o compotas para sus hijos y hoy no tienen otra opción que disimular ante las convocatorias y presiones del régimen.

Esos, ya están despertando, mientras los Castro siguen parapetados tras los escombros de la nación.

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