lunes, enero 25, 2010

El enigma cubano y el liderazgo mediocre ( I I )/ Eugenio Yáñez, Juan Benemelis, Antonio Arencibia y Lázaro González


El enigma cubano y el liderazgo mediocre ( I I )/ Política exterior y relaciones internacionales
Eugenio Yáñez, Juan Benemelis, Antonio Arencibia y Lázaro González
Cubanálisis-El Think-Tank

Durante más de medio siglo la política exterior del régimen ha tenido como resultado una situación paradójica: un éxito absoluto en el campo diplomático para promover la mitología revolucionaria alrededor de la figura de Fidel Castro, y un rotundo fracaso en la utilización de ese éxito para convertirlo en opciones reales de desarrollo sostenible.

Cuba mantiene en la actualidad relaciones diplomáticas con más de 150 naciones, y logra anualmente más de 180 votos (abrumadora y aplastante mayoría) en la resolución de Naciones Unidas de condena al embargo norteamericano, como resultado de un trabajo tenaz de su cancillería por más de cuatro décadas.

A pesar de ello, es sintomático que, con la excepción del controversial Consejo de Derechos Humanos, donde Cuba representa a América Latina y el Caribe junto con México y Uruguay (permanecen vacantes tres asientos), el muy activo servicio exterior cubano no esté representando en otras posiciones de primer nivel en el sistema de Naciones Unidas.

Cuba se mantiene absolutamente ajena y separada de las principales instituciones económicas internacionales, acumula un pésimo historial de pagos que le impide acceder a créditos imprescindibles, (con independencia de las limitaciones que establece el embargo) y ha dependido siempre de subsidios exteriores para mantener una precaria economía (primero la Unión Soviética y los “países socialistas”, entre 1960 y 1991, y posteriormente la Venezuela de Hugo Chávez).

Los 13 mil millones de dólares (en valores de la época) distribuidos mediante el Plan Marshall a 17 países europeos como ayuda para la reconstrucción durante la post guerra, son solo una fracción de la ayuda total recibida por Cuba de la Unión Soviética, los países socialistas, naciones occidentales y numerosas instituciones y organizaciones.

Mientras la deuda externa de Cuba en 1958 era de 48 millones de dólares (que serían 315 millones en valores del 2004), la misma se ha multiplicado casi 320 veces al cierre del 2009.

Si la ayuda financiera y técnica permitió no solo la reconstrucción de una devastada Europa, sino un exitoso desarrollo sostenible, la recibida por Cuba ha sido dilapidada en las alcantarillas del voluntarismo, la irresponsabilidad, la indolencia y las fantasías de un individuo.

LA TRADICIÓN SUBVERSIVA

La impronta de Fidel Castro en la política exterior cubana, su “antiimperialismo” (anti-norteamericanismo), tan bien recibido en el Tercer Mundo, y hasta en ciertos círculos europeos, ha estado presente por más de medio siglo. Con su renuncia “con carácter provisional” a sus cargos de Estado y gobierno en julio del 2006 nada cambió, pues en su carácter de primer secretario del partido comunista sigue manteniendo “constitucionalmente” las riendas del poder político, pues la administración del Estado y la Economía se hallan en manos del grupo de Raúl Castro.

A lo que se suma la renuncia voluntaria de ese mismo Raúl Castro a la parte sustancial de su autoridad presidencial, la estratégico-política, cuando el mismo día de su nombramiento, el 24 de febrero del 2008, pidió a la siempre unánime y dócil Asamblea Nacional la autorización para consultar con el Comandante en Jefe todas las decisiones estratégicas referidas a política exterior, económica y social.

Esta política exterior se ha caracterizado siempre por diferentes mecanismos paralelos de poder, todos con hilos terminales en las manos de Fidel Castro: Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), Departamento de América del Comité Central del partido (CC-PCC), Departamento de Relaciones Internacionales del partido, Dirección de Inteligencia (primero DGI, posteriormente DI) del Ministerio del Interior (MININT), Dirección de Inteligencia Militar del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR), Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), Ministerio de Comercio Exterior (MINCEX), Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), Prensa Latina, Radio Habana-Cuba, los cuales, empleando diferentes vías, mecanismos y procedimientos, se insertan en los mas disímiles estratos de numerosos países objeto de interés permanente o circunstancial.

De manera que, por ejemplo, en la década de los sesenta del siglo pasado, cuando las relaciones diplomáticas con el continente americano se limitaban exclusivamente al reconocimiento diplomático por parte de México, el ICAP (públicamente), y el MINFAR y el MININT (desde las sombras), organizaban, financiaban y apoyaban movimientos subversivos en el continente: Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina, México, Panamá, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras, Haití, República Dominicana, Puerto Rico, entre otros.

Confrontando la política soviética de dar apoyo a los movimientos comunistas en el continente, desde La Habana se fomentaron movimientos “de izquierda revolucionaria” y “de liberación nacional”, todos de inspiración castro-guevarista y todos basados en la confrontación armada, a la vez que se mantenían o se pretendían relaciones cálidas con el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile, juntas militares “nacionalistas” (Perú, Ecuador, Panamá, Honduras), o crudas dictaduras (Argentina).

El Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba dirigido por el comandante Manuel Piñeiro, más conocido como “Barbarroja”, quien fuera junto a Ramiro Valdés organizador de los órganos de la seguridad del estado cubano, el temido G2, se convirtió en el centro de operaciones de la subversión en America Latina. Frederick Kempe, en su libro “Divorcing the Dictador” (1990), le atribuye la expresión de que “Si la guerra de las drogas provoca daños a los Estados Unidos, entonces está bien. El tráfico de drogas genera dinero para la Revolución”.

Con la desintegración por Raúl Castro del Centro de Estudios de América (el think-tank del Departamento América), y el cambio en las estrategias subversivas de Fidel Castro, quien comienza a priorizar el empleo de las oportunidades que brindan los sistemas democráticos, “Barbarroja” pierde rápidamente su estratégica posición, hasta morir en un inusual accidente automovilístico en 1998.

EL TERCER MUNDO

Es de notar, simultáneamente, que la proyección subversiva de La Habana, y su quehacer diplomático, tuvieron sus mayores éxitos en África, Medio Oriente y partes de Asia. Allí se promovieron y ayudaron a los entonces movimientos de liberación, y se obtuvo el apoyo político de muchos países que constituían los No-Alineados. Todo ello culminó con la elección de Cuba a la presidencia de tal movimiento en 1979.

Con el derrumbe del socialismo, y desacreditado el marxismo como ideología, Fidel Castro recurrió a los mitos populistas a partir de 1989, “encontrando” una vocación cristiana y latinoamericanista, con el apoyo de los brasileños Lula da Silva con el Foro de Sao Paulo, y de Frei Beto y la teología de la liberación, con vistas a buscar un acercamiento diplomático con América Latina, para lo cual utilizó muy astutamente las Cumbres Iberoamericanas, donde exigió todo lo que no se podía negociar y no entregó nada a cambio, para reinsertarse en el movimiento diplomático continental.

En esta nueva estrategia subversiva de Fidel Castro para América Latina, su agudo olfato político lo hizo recibir al golpista y manipulable teniente coronel Hugo Chávez en 1994, para realizar su mas importante inversión política, al guiarlo a convertirse en el 52º presidente venezolano solo cinco años después.

Castro tuvo, sin embargo, desde los años setenta, el concurso de los países de la cuenca del Caribe, el CARICOM, que le propiciaron cierta cobertura por el momento. Luego, con la llegada de Chávez al poder y los petrodólares de Venezuela, mejoró sus posiciones en el continente y logró rotundos éxitos en esta dirección, hasta que los hondureños expulsaron del poder a Manuel Zelaya en junio del 2009 y comenzó la crisis del ALBA, del chavismo y, por consiguiente, del castrismo, en la arena internacional continental.

En África y el Medio Oriente, la “ayuda desinteresada” cubana a los movimientos de liberación nacional, para la “independencia” del continente (Argelia, Guinea Bissau, Angola), y también para arreglos internos de grupos de poder (produjeron el derribo del sultán de Zanzíbar y Pemba y la unión de las pequeñas islas con Tanganyka, creando la República Popular de Tanzania; la derrota de la insurrección de Nito Alves frente al grupo del MPLA de Agostinho Neto en Angola; la intervención contra varios intentos de derrocamiento en Congo Brazaville), además de las invasiones de los cuerpos expedicionarios cubanos en Angola y Etiopía.

A esto hay que añadir la “asesoría” militar y de inteligencia en países como Yemen, Somalia, Congo-Brazaville, Mozambique, Uganda, Guinea, Guinea Bissau, Cabo Verde, Namibia, Siria, Eritrea, Sao Tomé y Príncipe, Irak) complementada con miles de médicos, constructores y maestros en toda la región, aseguró a Fidel Castro y su régimen totalitario el reconocimiento internacional por parte de respetados lideres nacionalistas, de patriarcas tribales al frente de naciones recién creadas, así como de atroces y corruptos dictadores militares y civiles, como el “emperador caníbal” Jean Bedel Bokassa o Idi Amín Dada.

AMISTADES PELIGROSAS

Durante casi medio siglo Fidel Castro estableció y dirigió desde La Habana una política audaz, aventurera, irresponsable y temeraria, pero nunca improvisada. Nada de lo que hizo o dijo fue producto de la superficialidad o las emociones, aunque pueda parecerlo, sino del más frío cálculo. Desde pedir a Nikita Jrushov un primer golpe nuclear contra Estados Unidos en 1962, pasando por comprometer más de 50,000 efectivos en Angola en 1975-1976 sin pedirle opinión anticipadamente a los soviéticos, desatar el éxodo del Mariel en 1980, o pretender inmolar a casi mil cubanos desarmados en Grenada frente a la 82ª división aerotransportada de Estados Unidos.

Hugo Chávez, por el contrario, político torpe y de formación cuartelaria, pretende manejar una proyección personal a nivel continental, y hasta mundial, con un lenguaje grosero nunca oído a un jefe de Estado, con un clásico estilo caudillista latinoamericano, cantando rancheras o hablando de “olor a azufre” en Naciones Unidas, repartiendo maletines cargados de petrodólares para subvertir elecciones y promover su candidato, amenazando con una guerra frente a Colombia o con invadir Honduras tras el derrocamiento de su compinche Mel Zelaya, mientras depende de los aparatos de inteligencia y seguridad cubanos para mantenerse en el poder.

Algo similar sucede con Irán, cuyo gobierno ha ofrecido a Cuba cientos y cientos de millones de dólares en créditos blandos, con los que el régimen ha pretendido, entre otras cosas, modernizar y desarrollar el transporte en la Isla, pero cuyo gobernante no puede ser seguido ciegamente por los cubanos cuando pretende ignorar el holocausto judío o desarrollar un programa nuclear que a todas luces tiene intenciones militares y un objetivo de ataque muy bien definido en el Estado de Israel.

Prueba de ello es que, en más de tres años y medio de regencia de Raúl Castro, el presidente iraní no ha sido invitado a visitar Cuba (más allá de su inevitable presencia en la Cumbre de los No Alineados), a pesar de sus múltiples giras por América Latina, donde Brasil, Venezuela y Bolivia, entre otros, le han rendido pleitesía y honores.

Con otros aliados de importancia, como Angola, África del Sur, Argelia, Guinea Ecuatorial, Libia, Belarús, Arzeibaiyán o Rusia, las relaciones “fraternales” y “solidarias” tienden más a ser de carácter eminentemente “político”, ya que a pesar de establecerse relaciones económicas, estas no se traducen en el esperado soporte que tanto necesita el régimen.

Raúl Castro está aprendiendo, a fuerza de golpes, frustraciones y decepciones, que el “agradecimiento” no tiene nada que ver con la política exterior ni las “ayudas desinteresadas”, y que más de 2,500 muertes cubanas en Angola y cientos más en toda África no se traducen en subsidios si los países “agradecidos” no dependen de la inteligencia y la seguridad, o las tropas cubanas, para mantenerse en el poder.

Los tres años de Raúl Castro al frente de los No Alineados

La segunda vuelta del régimen de La Habana al frente del Movimiento de Países No Alineados durante la XIV Cumbre de septiembre del 2006 comenzó en una atmósfera de cuasi-velorio, por la salida de Fidel Castro del poder debido a su grave enfermedad. No solo faltaron en el cónclave habanero las usuales peroratas del dictador, sino que la presencia y los balbuceantes discursos de Raúl Castro ante los mandatarios asistentes marcaron un contraste definitivo: no había en Cuba un líder de estatura mundial para el relevo.

Entonces, quedó claro a los asistentes y observadores que la antorcha castrista a nivel internacional la sostendría Hugo Chávez. En consecuencia, la silla presidencial ocupada en ese organismo por el general Castro se caracterizó por el ritmo sosegado de los acuerdos formales y por trabajar para el consenso en temas de interés político de los países miembros, logrando algunas declaraciones y resoluciones mediante el voto conjunto en Naciones Unidas.

Dos meses antes de cumplirse tres años, –sin gran pena y ninguna gloria- Raúl Castro hizo entrega en El Cairo de la presidencia de los NOAL a Egipto en la XV Cumbre, y volvió a su papel de mayoral de la finca de su hermano.

La proyección de los NOAL es ajena al núcleo de este trabajo, pero hay que indicar que la presidencia, según los estatutos de la organización, no regresará a Latinoamérica por varios años. En Egipto se acordó que la cumbre del 2012 se celebre en Irán. Esto supone un elemento altamente conflictivo en el seno del Movimiento, y sería ocasión propicia para que Hugo Chávez lanzase la candidatura de Venezuela como sede y presidencia en el 2015.

El ALBA, Cubazuela y el socialismo del siglo 21

La alianza del régimen castrista y la Venezuela “Bolivariana” ha estrechado los lazos de interdependencia entre las dos camarillas en el poder, y aunque de ella se han beneficiado incluso sectores de la chavo-burguesía, no ha alcanzado el nivel proyectado por sus promotores.

La simbiosis no ha podido cuajar a nivel de unión supraestatal, la especie de Cubazuela que querrían Fidel Castro y Hugo Chávez, debido a la reticencia del generalato cubano, (especialmente los viejos guerrilleros y los veteranos de las campañas de África), a someterse –también- al teniente coronel de Sabaneta. El error de Chávez de ningunear públicamente a Raúl Castro jugó un papel importante en la reacción de la cúpula “castrista-castrense”, pero esa cúpula además conoce el fuerte nacionalismo popular y su rechazo a admitir en una “co-presidencia” a ese extranjero advenedizo.

Además, la alianza no ha logrado la convergencia de ambos modelos socio-económicos, en primer lugar por el bloqueo de la burocracia del PCC, que prefiere mantener el carcomido modelo estalinista-brezhneviano en vez de aceptar el ajiaco chavista del Socialismo del siglo 21. Por eso La Habana ha acordado declarar con una sola voz, a cada exhortación de Chávez, que cada país debe hacer “su” socialismo.

Donde únicamente coinciden ambas camarillas es en el ALBA, un organismo que brinda ventajas económicas a cambio de acercamientos políticos. Las ideas de esta Alianza Bolivariana giran actualmente en torno a una especie de mercado común donde se truequen productos y/o servicios mediante métodos contables basados en una moneda virtual, el SUCRE, a la que se le considera arbitrariamente un valor de $1.25.

Sin entrar en profundidades teóricas, esas ideas parecen tomadas en préstamo al profesor mexicano-alemán Heinz Dieterich, y sus tesis sobre la importancia de la computación en un “neo-socialismo”. Lo que hay que subrayar es que sin un país industrializado como centro del ALBA el resto equivale al trueque imposible de productos muy similares entre productores fundamentalmente agrarios. Para romper tal círculo vicioso, haría falta una importante acumulación de capital para transformar en modernas las economías de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Eso no se avizora.

Además, el crecimiento del ALBA y sus organismos derivados se ha visto frenado, primero por el fracaso de Chávez y Zelaya en dar un viraje a Honduras hacia la izquierda. Y en estos momentos, el número de posibles nuevos integrantes está muy afectado tanto por la tendencia creciente hacia gobiernos conservadores en la región, como por el descalabro económico-social en la propia Venezuela. Y el devastador terremoto en Haití afecta colosalmente a otro país miembro. En resumen, fracasan la idea Gran Nacional chavista, el proyecto de Cubazuela, y está amenazada la factibilidad del ALBA.

Por eso lo que hay entre Cuba y Venezuela se asemeja a dos fincas separadas por borrosos linderos, en donde los amos o sus mayorales hacen y deshacen, aunque acostumbren prestar al vecino, en caso de apuro, hombres o equipamientos. Viejo arreglo entre tiranos, grandes y pequeños, que Latinoamérica experimenta desde hace siglos.

El gobierno ESPAÑOL del PSOE Y la posición común europea

No es posible que un observador agudo desvincule la defenestración de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque con la firma por este último hace casi dos años en la ONU, a nombre del régimen, de los Pactos sobre Derechos Civiles y Políticos y Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En aquellos días, el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero parecía avanzar en el diálogo con el Sucesor recien “presidencializado” y se apuntaba un tanto con la firma, aunque el entonces Canciller cubano advertía que su gobierno “registrará aquellas reservas o declaraciones interpretativas que considere relevante”.

Raúl Castro, que sabía muy bien que en la práctica totalitaria esos documentos eran papel mojado, se anotaba una “victoria” porque –decía- Estados Unidos ya no les podría acusar de ignorar los acuerdos que acababan de suscribir. Incluso un sector de la disidencia interna consideraba laudable este paso y se preparaba a exigir su aplicación al gobierno del general.

Casi todos los “pecados” de los que fueron acusados los funcionarios del régimen destituidos un año después no tienen gran peso político; para Fidel Castro lo más importante fue que “la miel del poder, por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno”. En qué consistió y con quién, no lo dice Castro directamente, pero en un marco donde aparecían involucradas empresas y servicios de inteligencia españoles, no cabe duda que cuando dice que “el enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos”, se refiere a conversaciones de estos talibanes cubanos con figuras del gobierno del PSOE, augurando cambios cuando asumieran el poder.

Para salir de aquella crisis, el gobierno de Zapatero, y especialmente su canciller Moratinos, se habían desvivido por resucitar el diálogo La Habana-Madrid, estancado y enrarecido, además, por la orden de salida de Cuba de varios funcionarios del Centro Nacional de Inteligencia de España. Para ello, el jefe del gobierno español, a pesar de la oposición de varios países de la Unión Europea, se comprometía a que bajo su presidencia rotativa se modificaría la Posición Común de la UE respecto a La Habana.

Pero eso ha chocado con que el régimen está parapetado en su intransigencia, mediante el recrudecimiento de los actos de repudio, las repetidas detenciones de numerosos disidentes por breve plazo, y el mantenimiento del mayor número de presos políticos del hemisferio.

Como tampoco acepta los contactos de extranjeros con figuras de la disidencia, ha expulsado de la Isla nada menos que a Luis Yañez-Barnuevo, dirigente histórico del PSOE y Eurodiputado socialista. Esta nueva crisis entre el Palacio de la Revolución y el de la Moncloa demuestra que el régimen se retrotrae del neocastrismo al castrismo puro y duro, cuando discrepa de alguno de sus pocos aliados, y prefiere romper posibles acuerdos ventajosos para refugiarse en una intransigencia numantina.

Los socialistas españoles salen debilitados de esta situación que repercute en la política interna, pues ya previamente La Habana había expulsado a dos eurodiputados del Partido Popular sin que el PSOE les apoyara en la protesta.

La promesa de Zapatero de luchar por modificar la Posición Común europea se cae de su base: el régimen cubano no solo no va a respetar los derechos humanos, civiles y políticos, sino que ha incrementado las detenciones arbitrarias, nuevo método represivo que ha sido denunciado por Elizardo Sánchez, a nombre de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), y aparece en el último informe semestral de Human Rights Watch.

LA TRAGEDIA DE HAITÍ COMO PRETEXTO ACTUAL

En sus relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez y el “bolivarianismo” descocado del teniente-coronel golpista, Raúl Castro necesita andar con pies de plomo, y se ha manejado con doble intención: mantener la relación venezolana consolidada por Fidel Castro, y buscar alternativas ante cualquier debacle caraqueña.

Aunque Fidel Castro le traspasó abiertamente al dictador venezolano, en diciembre del 2009, en ocasión de la Cumbre del ALBA en La Habana, el liderazgo continental de “la revolución”, y Chávez ha prometido entregar a La Habana, mediante convenios, 3,000 millones de dólares en 2010, además del abundante petróleo subsidiado, el más elemental sentido común impide seguirlo festinadamente en su costosa política de promoción personal internacional a cualquier precio.

Solamente un mandatario sin prestigio como el corrupto presidente nicaragüense Daniel Ortega, o un político torpe como el boliviano Evo Morales, pueden dar a entender que se conceda crédito al disparate chavista de que Estados Unidos provocó artificialmente el terremoto haitiano, con “armas secretas” que se experimentan con la intención de destruir Irán, o haberlo apoyarlo en sus declaraciones de que la presencia militar norteamericana en Haití, imprescindible para garantizar el flujo de la ayuda a su verdadero destino, o la reconstrucción de infraestructura vital como el puerto o el aeropuerto de la capital, constituyen una “ocupación militar” del país.

El vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, declaró, en medio de las festividades por la re-elección de Evo Morales: "Nuestra exigencia es el retiro de las tropas norteamericanas que no hacen ningún trabajo de apoyo ni de salvamento".

¿Qué hacen entonces los millares de militares estadounidenses en Haití? ¿Acaso empinar papalotes? Fue el presidente haitiano René Préval quien solicitó la presencia de los militares norteamericanos, que demostraron de inmediato que eran los únicos capaces de poner orden en un caos que ni los miles de militares, policías y funcionarios funcionarios de Naciones Unidas lograban controlar.

En caso de que esta brillante exigencia del vicepresidente de Bolivia se materializara, ¿quién va a reconstruir el puerto y el aeropuerto? ¿Quién garantizará que la ayuda internacional sea repartida como corresponde y sin que la roben las bandas de corruptos o los 5,000 delincuentes que escaparon de la cárcel cuando ésta se derrumbó, y salieron a las calles a violar y saquear? Las fuerzas de la ONU no lograron entregar una sola ración de comida o agua durante la primera semana posterior al desastre, a pesar de estar sobre el terreno desde el 2004.

Y, más que todo, ¿quién será capaz de encabezar el esfuerzo para reconstruir Haití? ¿Acaso el ALBA chavista? ¿O el socialismo del siglo XXI? ¿O tal vez el estado plurinacional boliviano? ¿Mel Zelaya? ¿O la inmovilista, corrupta, inepta e inútil gerontocracia cubana?

No son solamente los tercermundistas del chavismo quienes se lanzan contra “el imperio”. También los españoles del periódico “El País”:

De tanto mirar al aeropuerto, esperando el milagro de la ayuda, la ciudad se olvida del puerto. Pero el terremoto también ha pasado por allí. Buena parte del muelle está bajo las aguas, las grúas aparecen inclinadas sobre el mar y grandes grietas surcan la tierra. Sin embargo, y a pesar de la ruina, es por ahí por donde las tropas de Estados Unidos empiezan a hacerse con el control de la ciudad. En apenas unas horas logran trasladar a la población un mensaje muy nítido: "Estamos aquí. Os vamos a ayudar". La pregunta es: ¿A qué precio? La respuesta parece obvia: Al de hacer las cosas a su manera, tomando el control del aeropuerto, de la comisaría de policía donde el precario Gobierno de René Préval se reúne cada mañana a las ocho y media como si se tratara de un grupo de amigos en mangas de camisa. (…) Un día después de su llegada ya nadie duda de que son los norteamericanos los que mandan en Haití”.

Ciertamente, EEUU lo hace a su manera, que es la que funciona, y da resultados: ya se comenzó a restablecer el orden en el devastado país, y el puerto y el aeropuerto, destruidos en el terremoto, ya están funcionando y canalizando la ayuda que llega continuamente de todas partes del mundo, y que se encontraba embotellada mientras los norteamericanos no llegaron y comenzaron a hacerlo a su manera. Que sigan los chavistas con su pataleo tratando de desviar la atención del valioso aporte norteamericano, y los españoles con el orgullo dolido, porque no pueden perdonarle a los americanos la derrota en la guerra cubano-hispano-americana en 1898, aún después de haber pasado más de un siglo.

A todos los integrantes del circo antiimperialista se les olvida sospechosamente mencionar los 100 millones de dólares que de inmediato otorgó Estados Unidos para Haití, además de las decenas de millones de dólares que la población norteamericana ha donado espontánea y generosamente en pocos días, en una campaña que sigue en pie, para ayudar a los haitianos en medio de su tragedia: más dinero del que ha donado el resto del mundo en su conjunto, incluyendo gobiernos y sociedades civiles.

Es deleznable y miserable pretender politizar la tragedia haitiana en aras de un antiimperialismo caduco, falso y sin sentido, y es cínico al extremo expresar tanta preocupación por los desvalidos haitianos, por parte de gobernantes que no muestran el más mínimo interés por el bienestar de sus propios pueblos.

A partir del domingo 24 de Enero, Fidel Castro, que no se resiste a quedarse fuera de ningún show con candilejas, pero que no asume responsabilidad por nada, reflexiona sobre el asunto incidiendo en el debate a favor de los escandalosos:

En medio de la tragedia haitiana, sin que nadie sepa cómo y por qué, miles de soldados de las unidades de infantería de marina de Estados Unidos, tropas aerotransportadas de la 82 División y otras fuerzas militares han ocupado el territorio de Haití”, alega, aunque se cuida mucho de ser absoluto: “Peor aún, ni la Organización de Naciones Unidas, ni el gobierno de Estados Unidos han ofrecido una explicación a la opinión pública mundial de estos movimientos de fuerzas”.

De manera sibilina señala que “cualquier cooperación importante que se ofrezca a nuestro país no será rechazada, pero su aceptación estará subordinada por entero a la importancia y trascendencia de la ayuda que se requiera de los recursos humanos de nuestra Patria”. Se le “olvida” mencionar que el gobierno de Estados Unidos ofreció hace varios días suministros médicos a los galenos cubanos que laboran en Haití, sin que hasta el momento haya habido respuesta por parte del régimen. Y concluye, demagógicamente, el mismo que envió decenas y decenas de miles de soldados a combatir en medio mundo: “¡Enviamos médicos y no soldados!”

Anciano y caduco, Fidel Castro llegó tarde con sus denuncias: ya Estados Unidos había dejado claro que “el Gobierno del presidente René Préval es el que debe encabezar los esfuerzos para asistir a los damnificados, mantener la seguridad y poner en marcha el proceso de recuperación”. Y el embajador alterno de EEUU en la ONU había declarado: “nos encontramos en Haití a petición del Gobierno haitiano, con intenciones exclusivamente humanitarias”. Esta realidad no hará detenerse al anciano dictador en su campaña anti-norteamericana, pero los resultados serán diferentes.

Raúl Castro y el gobierno cubano, hasta el momento de ponerse on-line esta edición, no se habían incorporado abiertamente al coro de las absurdas denuncias de “ocupación militar” de Haití. Saben perfectamente que tenía que ser así, que se necesitaba una presencia organizada, efectiva y disuasoria para establecer el orden y hacer llegar la ayuda: lo aprendieron de la experiencia de las tropas cubanas en Luanda y Addis Abeba, cuando los cuerpos expedicionarios cubanos establecieron la pax castrista en Angola y Etiopía.

El régimen ha tratado hasta ese momento de mantener silencio sobre el tema. No parece interesado en gastar demasiadas municiones en un combate perdido de antemano; una diferencia básica entre el neocastrismo y el chavismo es el coeficiente de inteligencia.

Sin embargo, además de inteligencia hace falta corazón. Con Fidel Castro ya en el ruedo de las denuncias antiimperialistas, secundado por la totalidad de la prensa oficialista, habrá que ver si Raúl Castro es capaz de mantener una posición, más sensata, o si se pliega a las presiones del alboroto castro-chavista, que van ganando fuerza: y con la pusilanimidad demostrada en más de tres años y medio como Sucesor, no sería nada extraño si en cualquier momento se incorpora al circo.

COMPLEJAS RELACIONES DE AMOR Y ODIO CON ESTADOS UNIDOS

Con relación a Estados Unidos, la confrontación ha sido la marca distintiva de la política exterior cubana, desde los primeros choques, comenzados con la expulsión de la misión militar norteamericana en La Habana, en enero de 1959, a pocos días de la toma del poder.

Los presidentes norteamericanos John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush (padre), y Bill Clinton, en diferentes momentos exploraron caminos de acercamiento al gobierno cubano, siempre para terminar convencidos de que Fidel Castro no estaba interesado en un real acercamiento o determinada distensión de las relaciones, pues necesitaba del “antiimperialismo consecuente” para declarar “plaza sitiada” al país y justificar con ello, la represión y la negación de las libertades individuales y los derechos humanos fundamentales de los cubanos.

Tras la elección del presidente Barack Obama, Cubanálisis-El Think-Tank señaló:

Estados Unidos es importante para Cuba, pero Cuba no es importante para EEUU: no aparece entre sus prioridades estratégicas, no es de los países más importantes de América Latina para la política exterior, y la región por si misma tampoco aparece en la lista de áreas estratégicas de la política exterior de Estados Unidos. Este criterio quizás no resulta simpático en algunos lugares de Miami, Union City o Tampa, pero es la realidad”.

Con el ascenso de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos el régimen mantuvo una conducta sibilina en los primeros momentos, como si estuviera dando “un voto de confianza” al nuevo mandatario, lo que de inmediato la Agence France Presse (AFP), bastante despistada de la realidad cubana calificó como el comienzo de una “luna de miel”.

La Agence France Presse (AFP), como otras agencias de prensa acreditadas en La Habana, demostró una vez más entender muy poco sobre el tema cubano al escribir:

Hasta el líder comunista Fidel Castro tomó partido cuando disputó las elecciones, lo elogió, y Washington y La Habana, sin relaciones diplomáticas desde 1961, dos años después del triunfo de la revolución, iniciaron una muy corta luna de miel”.

Posteriormente dice, en tono cariñoso de nombres de pila sin apellidos, que

“…en los últimos tiempos, la confrontación volvió a subir de tono. Fidel lo acusó de “hipocresía” y “cinismo”, y su hermano Raúl, que lo relevó en 2006, de no renunciar “a destruir la revolución” y “generar un cambio de régimen en la isla”.

Y tiempo después señala en el titular de otro despacho desde La Habana: “Cubanos no creen más en sonrisa de Obama”. ¿De qué habla? ¿De los cubanos de a pie, o del régimen totalitario? ¿De los “revolucionarios” que se atrevieron a hablar, pero no de la mayoría silenciosa que no fue, como siempre, consultada, para garantizar el status de corresponsal extranjero con acceso a diplotiendas? ¿Realmente el pueblo cubano ya no admira al presidente Obama, aunque sea tan solo porque no tiene más nada que admirar?

Infeliz corresponsal, porque el régimen en realidad, aunque la periodista de AFP no lo sepa, estaba tratando de explorar si en las nuevas condiciones podría aprovechar supuestas y fantasiosas “debilidades” del carismático líder afroamericano para obtener beneficios que acercaran las sardinas a las brasas totalitarias, lo que se complementaba con el doble discurso totalitario, tan falso como preparado desde siempre, de un Fidel Castro “duro” e intransigente y un Raúl Castro supuestamente “pragmático” y realista, dispuesto a sentarse a conversar.

Pero tan pronto a Raúl Castro se le fue la lengua en la reunión del ALBA en Venezuela donde hizo mención a “presos políticos” y la disposición a discutirlo “todo, todo, todo” con el gobierno de Estados Unidos, apareció en la prensa oficial una “reflexión” del Comandante enmendando la plana al presidente cubano, y dando comienzo a una espiral agresiva que ha terminado por colocar, en el imaginario gubernamental cubano, a Obama al mismo nivel de George W Bush.

En el mencionado trabajo publicado por Cubanálisis en noviembre del 2008 se alertaba:

En primer lugar, sería necesario preguntarse si Estados Unidos estaría realmente interesado o necesita mejorar sus relaciones con Cuba. Evidentemente, en un sentido general, cualquier descongelamiento de las actuales tensiones, que ya duran casi medio siglo, resultaría positivo para la parte norteamericana. Pero lo mismo no necesariamente es válido desde el punto de vista del régimen: desde el punto de vista del régimen, si se levanta el embargo resultaría positivo en el plano económico, pero la hipótesis de mejorar las relaciones sería potencialmente problemática desde el punto de vista político y social, al perder en un instante un “enemigo” tan conveniente y a mano”.

Exigencias desproporcionadas y absurdas a Estados Unidos, como pretender la liberación inmediata de los cinco agentes de la “Red Avispa” convictos de espionaje, el levantamiento incondicional del “bloqueo”, la abolición de la Ley de Ajuste Cubano, o la devolución de la Base Naval de Guantánamo, no reflejan torpeza ni incapacidad de la política exterior del gobierno cubano, sino una expresa y reiterada voluntad de impedir continuamente cualquier intento de acercamiento o normalización de relaciones con Estados Unidos.

Todo ello apoyado por un monumental esfuerzo propagandístico, de costos millonarios y esfuerzos sin precedentes, para tratar de ganar corazones y mentes de ciudadanos norteamericanos, de la izquierda “progresista”, de la mayor cantidad posible de “tontos útiles” en todo el mundo, y de la “opinión pública” mundial, ensimismada con la falsa epopeya del pequeño David enfrentado “al imperio”, imperio que sin embargo resulta en los últimos tiempos el primer suministrador de alimentos a la Isla y el quinto socio comercial, y que si no le vende a Cuba más alimentos y medicinas es porque el régimen no dispone de la suficiente cantidad de dinero para pagar en efectivo ni crédito al que apelar.

El país sólo cuenta con un ingreso bruto estimado en algo más de 6 mil millones de dólares, producto de 2,500 millones por concepto de turismo, otros 2,500 millones por venta de níquel, unos 250 millones por venta de tabaco, unos 800 millones por entradas de remesas provenientes de Estados Unidos, y otros 200 millones por entradas generales. De ahí tiene que solventar lo que consume su industria turística, los insumos del aparato agro-industrial, y la compra del petróleo pesado para la industria del níquel a través de corredores y brokers europeos.

EXIGIR TODO, CONCEDER NADA

El régimen de La Habana se encuentra en la encrucijada de insistir en mantener una ineficaz pero “honorable” posición en sus relaciones con los Estados Unidos, o remontar con realismo el punto de inflexión.

Porque, concretamente, lo único que Cuba puede llevar a la mesa de negociaciones con su contraparte norteamericana son el levantamiento incondicional del embargo, la devolución de la Base Naval de Guantánamo, la abolición de la Ley de Ajuste Cubano, y la liberación de los cinco espías que cumplen condenas en cárceles norteamericanas.

A cambio de tan poco realistas demandas, Cuba ofrecería otras igualmente poco pragmáticas, como la explotación de un petróleo por encontrar, la reparación y creación de su infraestructura (que de la manera concebida no es un negocio para ningún inversionista, sino una multimillonaria obra de caridad publica), y un mercado de alimentos e insumos a cargo del crédito comercial norteamericano.

Hasta el momento la administración Obama, que acaba de perder la mayoría de sesenta votos en el Senado, y está sufriendo los costos de su primer ano de gobierno con su desgastado “Yes, we can”, solo ha planteado el tema de la necesidad de mejorar la situación de los derechos humanos en la isla.

La innecesaria y ridícula detención indefinida del norteamericano Alan P. Gross, quien realizaba su tercera visita a la isla, es muestra de impotencia, desesperación y falta de creatividad del régimen, que trata de tensar las relaciones bilaterales a los efectos de provocar una crisis que requiera la atención de una administración estadounidense que ha expresado, por boca del jefe de despacho del presidente Barack Obama, el power-broker Rahm Emmanuel, que mientras menos se hable de Cuba es mejor.

Sin embargo es importante subrayar que aquí lo esencial no es lo que parece sino lo que es. Y lo que “ES” consiste en lo que es necesario a los sujetos políticos en la Casa Blanca en Washington y de La Rinconada en La Habana, y nuevamente el castrismo vuelve a estar en franca desventaja frente al “enemigo” imperialista.

Y la realidad es más compleja que lo que reflejan los medios y algunos analistas. El rol de los individuos encargadas de manejar la información pública es difícil de sobreestimar, porque un manejo inadecuado de la misma puede exacerbar la frustración social, ya de por si en espiral creciente, con potencialidad de comprometer la estabilidad de la isla.

Un país en crisis de gobernabilidad no tiene capacidad negociadora, y eso lo saben los que tienen y mantienen firmemente los hilos del entramado.

CUESTIÓN DE SEGURIDAD NACIONAL

La actual administración norteamericana, por su parte, después de cumplir la promesa electoral de liberar los viajes familiares de los cubanos y el envío de remesas, ha dado cautelosos pasos para mostrar voluntad de acercamiento hacia el régimen, pero sin ningún desespero por lograrlo, ni dispuesta a realizar concesiones inaceptables.

Ante las múltiples prioridades de la administración en política internacional, Cuba se mantiene, naturalmente, en un lejano segundo plano. A pesar de las numerosas denuncias desde Miami, mucho más emocionales que fundamentadas, el régimen no es en estos momentos una amenaza estratégica a la seguridad nacional de Estados Unidos, ni un “claro y presente peligro” que obligue a tomar decisiones urgentes.

Ante tantos retos que enfrentar por Estados Unidos en estos momentos, de los cuales los más importantes no están en América Latina, exceptuando la reciente dramática situación provocada por el terremoto en Haití, la administración no ha elaborado todavía una política coordinada, coherente y completa hacia Cuba, y no parece tener prisa en hacerlo: ya ha declarado que el asunto se aborda con “calma”, ”, palabra que, por arte de birlibirloque del lenguaje diplomático, indica que de momento no le interesa demasiado el tema.

Sin embargo, para Raúl Castro y su gerontocracia el asunto es literalmente vital, pues de su solución o desarrollo depende hasta la posibilidad real de permanecer en el poder, en medio de una colosal crisis económico-social que resulta la mayor de la historia de la nación, con las arcas totalmente vacías y las deudas hasta el cuello, la productividad por el piso, el inmovilismo compitiendo con el marabú por el primer plano nacional, y una población abúlica y hastiada, interesada solamente en resolver sus múltiples problemas cotidianos, todos esos que “Papá Estado” no tiene ni intención, ni capacidad, ni condiciones para solucionar.

Para complicar más las cosas, se acaba de anunciar que la caña disponible en el país en estos momentos solo alcanza para dos meses de molienda, por lo que la zafra de este año no deberá sobrepasar las 700 mil toneladas de azúcar, cifra solo comparable a la que se obtenía en épocas de la colonia española. Incluso en 1898, al terminar la Guerra de Independencia, tras tres años de cruentos combates, tea incendiaria y reconcentración weyleriana, la zafra alcanzó 678 mil toneladas.

CREDIBILIDAD, LEGITIMIDAD Y GOBERNABILIDAD

Uno de los más graves problemas que tiene en sus manos Raúl Castro, como administrador de la nación cubana, es que ha perdido la batalla de credibilidad con la nomenklatura nacional y de provincias.

Los cuadros dirigentes medios-altos, tanto económicos como políticos y funcionarios ministeriales, desde dirigentes de empresas hasta viceministros, y los dirigentes municipales y provinciales, ya saben todos que el problema de la ineficiencia del aparato estatal y empresarial es “sistémico” y, por lo tanto, no sólo se hallan frustrados ante la situación que tienen frente a ellos, sino que están convencidos que no hay solución a la vista: la actual cúpula del poder (Raúl Castro, Ramiro Valdés, Machado Ventura, Colomé Ibarra, Casas Regueiro) es incapaz de realizar los ajustes, cambios y novedades que se requieren para salir de la crisis.

La gerontocracia ha apostado todo, en el ámbito de la economía y la eficiencia, para intentar salir de la crisis, al éxito del modelo de “perfeccionamiento empresarial” implantado desde hace muchos años en las fuerzas armadas, y que ha dado, comparativamente con el desastre en el resto de la economía, determinados resultados positivos en las empresas militares, gracias a una mayor disciplina de trabajo y una determinada prioridad y estabilidad en la entrega de insumos y suministros, pero que resulta absolutamente disfuncional fuera del ámbito militar, cuando se pretende implantar hasta un remedo de este en la esfera civil, donde no se dan esas condiciones favorables de que disfrutan las empresas militares.

Con independencia de su supuesto “pragmatismo” y una voluntad negociadora basada en el realismo supuestamente aprendido en la vida militar, nada puede hacer el estado mayor de la gerontocracia ante la intransigencia irresponsable, caduca y alienada de un enfermo e impedido Fidel Castro, a quien no interesan en absoluto los problemas de la nación cubana ni de los cubanos, y que ahora pierde su tiempo teorizando sobre calentamiento global y los submarinos ingleses, cuando no se dedica a difamar directamente al presidente Obama o escribir sobre historia falseada a su conveniencia.

El régimen está ante la alternativa de sufrir una crisis de inestabilidad social, como resultado no de acciones políticas de la reprimida oposición, sino creada por la “haitianizacion” de las condiciones materiales de vida de la sociedad, en un contexto donde está obligado por las circunstancias a tomar medidas anti-populares o emprender acciones realistas y efectivas, al menos en materia económica, para comenzar un proceso anti-crisis y recuperador.

Pero los guerreros de estados mayores y la gerontocracia burocrática confían más en los clásicos esquemas represivos de probado éxito en el pasado que en liberalizaciones que, aunque parciales y limitadas, los llenen de sobresaltos indeseables. Porque para un sistema de control social como el castrismo, lo racional y necesario es una función del poder y no una concepción política de desarrollo social.

El denominado conservadurismo e inmovilismo de Raúl Castro lo es en tanto resulta un mecanismo defensivo de garantía del poder. Sabe perfectamente que algunas medidas necesarias pueden generar una avalancha de sucesos incontrolables, que den al traste con lo único que realmente aprecian, y con la sucesión programada.

El régimen, carente de argumentos sustantivos para desarrollar un dialogo con alguien, refuerza la propaganda en torno a “los Cinco” y a la “mafia terrorista” de Miami, porque no tener nada que decir no es razón suficiente para permanecer callado: de ahí la presencia constante en los medios de Fidel Castro a través de las “reflexiones”.

Pero esos no son temas de peso para una negociación sustantiva, no importa lo que declaren constantemente como papagayos amaestrados Ricardo Alarcón y el canciller Bruno Rodríguez.

Y no lo son, esencialmente, porque al margen de algunos factores internos del sistema político norteamericano, esos temas a los que se aferra La Habana podrían ser despejados en la primera ronda de negociaciones y, “señores, por favor, pasemos al siguiente tema”.

De hecho, considerar con “calma” el tema cubano en la agenda de la administración de Barack Obama es colocar al borde del abismo a un castrismo experto en sabotaje de negociaciones.

Por si existieran dudas al respecto, el General-Presidente lo acaba de sentenciar meridianamente para propios y externos en la pasada sesión de la amaestrada Asamblea Nacional del Poder Popular.

Tengo conciencia de las expectativas y honestas preocupaciones, expresadas por los diputados y los ciudadanos en cuanto a la velocidad y profundidad de los cambios que tenemos que introducir en el funcionamiento de la economía, en aras del fortalecimiento de nuestra sociedad socialista.

En este sentido me limito, por ahora, a expresar que en la actualización del modelo económico cubano, cuestión en la que se avanza con un enfoque integral, no puede haber espacio a los riesgos de la improvisación y el apresuramiento. Es preciso caminar hacia el futuro, con paso firme y seguro, porque sencillamente no tenemos derecho a equivocarnos.

Y, al menos esta vez, hay que concederle la razón a la “Sombra”. A lo que solamente habría que añadir que ya no le queda demasiado tiempo.

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