lunes, noviembre 30, 2009

Nos casaron con la libreta y nos obligaron a vivir con ella/ Eugenio Yáñez


Nos casaron con la libreta y nos obligaron a vivir con ella
Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank

Nos casaron con la libreta y nos obligaron a vivir con ella. Y por eso nos parece que el mundo se hundiera cuando oímos hablar del fin de la libreta. Como si no valiera la pena que el mundo se hundiera antes que vivir con la libreta.

Parodia de “La historia me absolverá

“Papá Estado” ya no puede mantener la tristemente célebre “libreta de abastecimientos”, pero habría que preguntarse si realmente la quiere o la puede eliminar, porque lo menos importante no es que sea un mecanismo de distribución, sino que es, ante todo, un mecanismo de control y represión.

Quien no lo haya vivido no puede entenderlo. Mis disculpas de antemano a todos los que no podrán entender nada. Porque recordarse de la Cuba de hace medio siglo, viajar a la Isla como turista, académico, o en actividades profesionales de cualquier tipo, no tiene nada que ver con las realidades que hoy se viven día a día en El Cerro, Versalles, La Loma de la Cruz, Chicharrones, o todos los muchos lugares cubanos donde no se asientan los Sol Meliá ni las corporaciones.

Leyendo Prensa Latina, Granma o Trabajadores, los señores extranjeros, (no importa a lo que se dediquen, donde residan, o lo que piensen políticamente), nunca sabrán lo que significa “la libreta”, y se seguirán refiriendo a ella como “la canasta básica garantizada de todos los cubanos”.

No les culpo: es difícil entender verdaderamente el holocausto sin ser judío, el esclavismo sin haber sido esclavo, o el comunismo sin haber disfrutado del “socialismo real”.

En ese último, por ejemplo, donde un ingeniero búlgaro ganaba menos de 200 levas al mes y el litro de gasolina costaba una leva, y tenía que comer verduras no por saludables o aspirar a vegetariano, sino porque un kilo de carne, pollo o pescado costaba mucho más que sus posibilidades reales de comprarlo. Y entonces veía a los emigrantes turcos que trabajaban como basureros o peones en Alemania Federal hacer escala en Sofía, en viaje de vacaciones a su país, manejando Mercedes (“pero son de uso”, se consolaba) cargados de mercancías de la sociedad de consumo destinadas a sus familiares.

O en la Alemania “democrática”, donde se viajaba en el S-bahn por la orilla del Muro viendo al otro lado edificios, luces, modernos autos, o alambradas junto a la Universidad de Humboldt, “para que los enemigos no pudieran entrar”, mientras se suspiraba por zapatos germano-occidentales Salamander. Sin embargo, del otro lado los “explotados” compraban casas, ropa y alimentos sin depender de “Papá Estado”: porque todas las democracias son diferentes, pero todos los totalitarismos son iguales.

Nacimiento y bautizo de la criatura

En enero de 1962, cuando Cuba ya era “territorio libre de analfabetismo”, y después de “la primera derrota del imperialismo en América”, media ración de arroz frito costaba 25 ó 30 centavos en una cafetería, una pizza de chorizos 60 ó 70 centavos, y en el restaurant El Polinesio, del hotel Habana Libre, había platos de almuerzo por $1.25 pesos cubanos, mientras una “completa” de fonda, por 30 centavos, servía en un mismo plato arroz blanco, frijoles, un poco de carne, viandas y una rueda de pan, y los más desafortunados obtenían por 10 centavos un plato de arroz con frijoles negros, o ventrechas de pescado.

Eran tiempos de “galletica preparada” a 20 centavos, “media noche” a 25, “bocadito (con pan “suave”) a 30, y sándwich (entonces no se llamaba “cubano”) a 40. Los tamales a 10 centavos, la “frita”, pan con croqueta, y ostiones, igualmente, “perro caliente” o pan con tortilla a 15, y pan con bistec a 20 centavos en el peor de los casos. Y que me desmienta quien desee, si puede.

Pero entonces coexistían propiedad estatal, privada y cooperativa, y el transporte público garantizaba, en el receso de oficinas o el cierre de las tiendas de 12 del mediodía a 2 de la tarde, ir en “guagua” desde El Vedado o La Habana Vieja a Santos Suárez o Marianao, almorzar en la casa, y regresar a tiempo para continuar la jornada laboral: “Papá Estado” no se había hecho cargo todavía, totalitariamente, ni de los comedores obreros ni de la felicidad de todos los cubanos.

Ya Fidel Castro había dicho, en 1959, refiriéndose a la designación de Che Guevara como Presidente del Banco Nacional de Cuba, que “ser economista excelente depende de la idea de lo que quiera hacer quien dirige un frente de la economía del país”, con lo cual dejaba claro que para él la economía no era una ciencia, ni que tenía la más mínima idea de cómo dirigir un país.

Comenzaron a escasear productos, ciertamente, en bodegas y supermercados, pero no por el supuesto malsano acaparamiento de los chicos malos, sino como los primeros síntomas de ineficiencia del Estado demasiado abarcador y un gobierno demasiado irresponsable, jugando a ser Dios mientras se proclamaba ateo.

El 26 de marzo de 1962 Fidel Castro compareció en la televisión nacional para anunciar el establecimiento del sistema de racionamiento en el país: era el nacimiento de la “libreta de abastecimientos”, que desde entonces acompañaría a los cubanos hasta el día de hoy.

Entonces, las cantidades asignadas a la población a través de la recién nacida “libreta” podían considerarse relativamente razonables: arroz, granos, carne, leche, huevos, pollo, pescados, mariscos, grasas comestibles, frutas, viandas y vegetales, aunque no facilitaban el sibaritismo, garantizaban un mínimo de consumo que se complementaba con los otros productos que no se racionaban, como café, refrescos y cervezas, galletas y pan, helados y yogurt, dulces, quesos, cereales, salsas para sazonar, embutidos o pastas comestibles.

Con la “libreta” se fortaleció el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) y nació la Oficina de Control de Distribución de Alimentos (OFICODA): ni el tenebroso Félix Dzerhinski, fundador de la CHEKA, ni la NKVD de Yagoda, antecesora de la KGB, hubieran podido imaginar el alcance, extensión y potencialidad del mecanismo represivo que significaban la OFICODA y la “libreta de abastecimientos”.

Para ser honestos, ni el mismo Fidel Castro podía haber comprendido, en aquel momento, que estaba inaugurando el más sofisticado, complejo, refinado y efectivo mecanismo represivo totalitario de todo el planeta, cuando aseguraba a los cubanos: “Nuestros sacrificios son, en primer lugar, consecuencia de que hay una distribución mucho más equitativa, y que cientos de miles de cubanos que no tenían antes un bocado que llevar a la boca, hoy tienen un bocado que llevar a la boca, hoy tienen un pan para sus hijos, o un vaso de leche. Hoy tienen un salario para llevar al hogar”.

Sin embargo, una vez establecido, ajustado y totalmente implementado, el mecanismo se reveló imprescindible para el poder revolucionario, en la medida que la producción continuaba decayendo continuamente y las promesas de abundancia socialista se alejaban irremediablemente.

Tras el establecimiento de la “libreta de abastecimientos” comenzó poco a poco ese proceso de “la rana hirviendo del castrismo” que nuestro colega Lázaro González explicó magistralmente la semana anterior en estas mismas páginas, subiendo lentamente la temperatura del agua para que el batracio no se diera cuenta que lo estaban cocinando.

La “libreta de abastecimientos” como PARTE DEL PAISAJE nacional

Tras el paso del huracán Flora en 1963, el café entró en racionamiento hasta la fecha, y ante la falta de algunas viandas de producción nacional durante todos los años de la década del sesenta comenzaron a establecerse limitaciones, y determinados productos se comenzaron a vender solamente para niños, ancianos, embarazadas o personas con dietas médicas. En esa misma década la leche de vaca quedó para la venta a niños de hasta 7 años, y los mayores de 65. Hasta hoy.

A principios de los setenta, tras el desastre de la zafra que nunca fue de los diez millones, hubo otra sofisticada vuelta de tuerca en el mecanismo del racionamiento: la carne de res, que hasta entonces se vendía semanalmente, comenzó a distribuirse en un ciclo de nueve días, así que en vez de las 52 entregas teóricas en el año se redujeron a 40. De esa forma, sin anunciarse, se fueron retardando poco a poco las ventas de los productos normados.

En aquellos mismos tiempos, fue reducida una libra de azúcar a la “cuota” de cada persona, para enviarla como “ayuda internacionalista desinteresada” al Chile del gobierno de Salvador Allende. Los cubanos nos enteramos, por la prensa oficial, que habíamos “donado” esa azúcar. Lo cual no fue tan impactante como habernos enterado, una década después, y también en este caso por un discurso del Comandante en Jefe, que habíamos “donado” también un central azucarero completo al gobierno sandinista de Daniel Ortega en Nicaragua.

Con el tiempo se fueron reduciendo poco a poco o eliminando asignaciones racionadas de alimentos en las casas donde había becarios estudiando, y también en las de los miembros de las fuerzas armadas.

Imperceptiblemente desapareció la hermana de la “libreta de abastecimientos”, la llamada “libreta de distribución de productos industriales”, que se había creado para normar la venta de vestuario y calzado, desodorantes y artículos de tocador, algunos efectos electrodomésticos (otros se distribuían en asambleas sindicales), y productos tales como los cartabones plásticos para los alumnos de las escuelas, peines o fosforeras.

Pero esa otra “libreta” desapareció, no porque la gran abundancia de oferta la hiciera innecesaria, sino todo lo contrario: al no haber oferta suficiente desde el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, cuando acabaron los subsidios soviéticos y llegó la crisis del “período especial”, sencillamente no había nada que vender. Serían, posteriormente, las Tiendas Recaudadoras de Divisas (con distintos nombres a lo largo de su tortuosa historia), las que ofrecerían a la venta estos productos, a precios de monopolio y sin garantía adecuadas para los que resultaran defectuosos o inservibles.

La “segunda ley de reforma agraria” en 1963 ya había condenado definitivamente a la agricultura a la ineficiencia interminable hasta hoy, al confiscar todas las propiedades agrarias de más de 67 hectáreas (5 caballerías), mientras los llamados “planes especiales” eliminaron la sofisticada producción privada campesina de carnes, viandas y vegetales al integrarse esas tierras a los planea faraónicos de ya saben quien, y después la “ofensiva revolucionaria” de 1968 liquidó todos los mecanismos de comercialización y venta de productos alimenticios fuera de la esfera estatal.

El hoy exiliado en Francia, general Dariel Alarcón, “Benigno”, que estuvo con Che Guevara en la fracasada guerrilla boliviana, cuenta que el día anterior a la promulgación de la “ofensiva revolucionaria” por Fidel Castro el 13 de marzo de 1968, el recientemente fallecido comandante Juan Almeida preguntó a Castro por qué aplicar esa medida extrema contra la pequeña propiedad, con todos los problemas que acarreaba. Según “Benigno” la respuesta del Comandante a Almeida fue antológica: “porque me sale de los cojones”.

Es que ya entonces Fidel Castro se había dado cuenta que la “libreta de abastecimientos”, más que un mecanismo de distribución propio de situaciones de guerra o emergencia, era el más efectivo y oportuno mecanismo de represión, silencioso y efectivo, que se pudiera pensar, imaginar o concebir.

Tomen nota los defensores del “socialismo del siglo XXI” y los que quieren “reinventar” el socialismo cubano. Y para los no informados, el buró político entonces, que no hizo nada por detener esa barbaridad, ni muchas otras, lo formaban Fidel Castro, Raúl Castro, Juan Almeida, Ramiro Valdés, Guillermo García, Armando Hart, y los ya fallecidos Osvaldo Dorticós y Sergio del Valle.

En ningún otro país del “socialismo real”, ese que ahora algunos hablan de “reinventar”, había entonces racionamiento: eran los mecanismos de precios los que regulaban la oferta y la demanda en base a lo que se consideraba “adecuado” por la burocracia partidista y los órganos de planificación central (y sin tener en cuenta las verdaderas demandas de la población).

En Cuba se comenzó a intentar a partir de 1976 con el llamado Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, y la combinación de una oferta no racionada, aunque limitada, con salarios más acordes con el trabajo que se realizaba, ir reduciendo el peso específico de “la libreta” como único mecanismo para que la población obtuviera los productos alimenticios.

Esto iba avanzando hasta 1986, cuando Fidel Castro lanzó el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, explicó cuál era “el camino correcto”, y anunció que “ahora sí vamos a construir el socialismo”. Entonces todo se fue al piso y, para remate, el desmerengamiento socialista a partir de 1989 impidió para siempre un repuntar de la siempre ineficiente e inefectiva economía cubana.

Alcance y efectividad de “la libreta”

Para los latinoamericanos enfermos de antiimperialismo, los tontos útiles norteamericanos, sean estrellas de Hollywood o simplemente “liberales” sin sentido de la realidad, los turistas canadienses, y la abundante cantidad de euro-coprófagos que, por odiar a Estados Unidos, defienden lo indefendible, no está de más tratar de explicar la esencia represiva de lo qué es y cómo funciona en Cuba esa “libreta de abastecimientos” que no tiene nada que ver con ninguna supuesta “canasta básica” ni con un demagógico igualitarismo que ni existe ni puede existir. Si son capaces de leer un poco (no puedo asegurarlo) podrán entender mejor las cosas.

Comencemos por el principio. Lo que se asigna por la libreta de abastecimientos:

Todavía en 2007, antes de los huracanes, la crisis financiera mundial y otros muchos pretextos continuamente esgrimidos, a los cubanos, residentes en la provincia de Camagüey, se les vendía mensualmente, por persona, gracias a esa eufemísticamente llamada “canasta básica”, las siguientes cantidades de productos, según narraba en carta una camagüeyana:

10 HUEVOS

3 LIBRAS DE AZÚCAR BLANCA

1 PAQUETE DE 2 ONZAS DE CAFÉ

½ LIBRA DE ACEITE

3 LIBRAS DE ARROZ

½ LIBRA DE GRANOS (CHÍCHAROS, LENTEJAS O FRIJOLES NEGROS)

½ LIBRA DE PICADILLO DE SOYA

½ LIBRA DE POLLO (EN OCASIONES CAMBIADO POR JUREL –PESCADO-), y

1 TUBO CHICO DE PASTA DENTAL (PARA UN NÚCLEO DE 3 PERSONAS) NO SIEMPRE ES MENSUAL, A VECES ES CADA 2 Ó 3 MESES.

Y para no dejar de mencionar nada, hay que decir que los cubanos no pagan por asistir a la escuela (hasta graduarse en la Universidad) o a las instalaciones médicas, lo mismo para atenderse un catarro que para que le injerten un corazón. Lo cual no quiere decir que esos servicios sean “gratuitos”, como pretende la gastada propaganda oficial.

¿De dónde puede sacar los miles de millones de pesos “Papá Estado” para cubrir esos gastos, si sus empresas (que son casi todas) no son rentables? Únicamente de pagarle a los trabajadores una cantidad inferior del salario que merecen por las actividades que realizan. Algo que Karl Marx denominó “plusvalía”, ¿no?

Ciertamente, que nadie se engañe, los precios que cobra “Papá Estado” por los productos que se distribuyen por la libreta de abastecimientos, todavía hoy, son ridículamente ínfimos, realmente subsidiados, y totalizan posiblemente menos de 25 pesos cubanos (un dólar) por persona al mes. Si lo que se vendiera de forma racionada fuera suficiente para vivir durante el mes, las cosas serían maravillosas.

Pero sucede que no es así.

DISTRIBUCIÓN RACIONADA Y MERCADO PARALELO

Como con eso no puede vivir un mes ni el más optimista de los estalinistas nostálgicos, el resto de los productos para subsistir es necesario obtenerlos en el mercado llamado “no subsidiado”, que puede ser estatal o campesino privado, o aventurarse en el mercado negro, donde una libra de carne de res puede costar años de cárcel.

En el mercado de “Papá Estado”, siempre desvelado por el bienestar de los trabajadores, que vende los productos a precios inferiores a los del mercado campesino privado que funciona en base oferta y demanda, (aunque los productos del mercado agropecuario estatal son menos variados y de inferior calidad), los precios máximos oficiales en septiembre del 2008, antes del azote de los huracanes, eran: 25 pesos cubanos la libra de pierna de cerdo, 20 pesos la libra de pierna de carnero, 3.50 la libra de arroz, 6.00 la libra de frijoles negros, 2.50 la de plátano vianda, 6.00 la de tomate, 2.50 la de harina de maíz.

Pretender calcular el equivalente de esos pesos cubanos en dólares (o euros, o la moneda fuerte que sea), para demostrar que son bajísimos, no es más que un sofisma miserable: verdaderamente importante no es lo que representan esos pesos en dólares o cualquier moneda fuerte, sino la cantidad de pesos que ganan los cubanos con su trabajo.

El salario medio en Cuba es de 410-420 pesos cubanos, que serían unos 17 dólares, pero el verdadero equivalente es que esos pesos cubanos representan menos de 17 libras de pierna de cerdo, ó menos de 21 libras de pierna de carnero, ó menos de cinco pollos mensuales, para hablar solamente de algunas carnes.

Al eliminar experimentalmente los comedores obreros en cuatro ministerios hace algunas semanas, el gobierno estableció una asignación de 15 pesos diarios por trabajador para compensar el cierre de los comedores subsidiados.

La jornada de trabajo mensual en Cuba cubre 22 días, lo que significa que el gobierno considera que en un mes de trabajo cada trabajador necesita disponer de 330 pesos para almorzar (22 X 15), que es el equivalente al 78.5% del salario promedio mensual.

Si el trabajador es casado, tiene hijos u otros familiares bajo su responsabilidad (padres, suegros, hermanos menores), con el 21.5% restante de su salario (90 pesos) debería poder alimentar al resto de su familia, vestirla, pagar el alquiler de la vivienda, el transporte, la electricidad, y separar algo para algún medicamento necesario, aunque fuera un pequeño pomo de mercurocromo (si lo encuentra). No hablemos de servicio telefónico, juguetes para niños, vajillas, esparcimiento, o reparaciones de la vivienda.

Supongamos que se trata de un matrimonio donde ambos trabajan: entonces lo que quede después de pagar el almuerzo de ambos serían 180 pesos. Pero para que no salten los que siempre saltan, supongamos que ese matrimonio recibe niveles de salarios excepcionales, digamos 800 pesos mensuales cada uno, 1,600 entre ambos. Después de pagar 660 de almuerzo (330 X 2), quedarían 940 pesos mensuales para los demás gastos, equivalentes a $ 37.5 dólares.

A precios de mercado en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRC) cubanas, que administra el Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR), esa cantidad en dólares permitiría obtener:

6.06 Kilogramos de leche en polvo (13.15 libras), ó

6.25 Kg. (13.56 libras) de carne de res de segunda, ó

3.57 Kg. (7.74 libras) de carne de res de primera, ó

12 paquetes de café de 230 gramos (6 libras), ó

83 manzanas, ó

4 latas de atún, ó

19.73 tubos de pasta dental, ó

41.66 jabones de baño.

Y el ejemplo anterior considera dos salarios excepcionales en una familia. Combine el lector como desee esa disponibilidad financiera, sea que prefiere comer carne o bañarse, porque ambas cosas a la vez es muy difícil, por no decir imposible. Entonces, la aritmética es elemental: una familia cubana típica no puede vivir con esa supuesta “canasta básica subsidiada” más que unos cuantos días, ni tampoco el salario le alcanza para obtener en los mercados agropecuarios estatales o privados los alimentos que necesita para el mes. Así de sencillo. No hay que ser economista: basta con pensar un poquito.

¿Y por qué no se menciona el “criminal bloqueo imperialista”? Esa es la pregunta de oficio de todos los sicofantes y despistados en el tema cubano.

Porque ese “imperio explotador, abusivo, criminal, asesino, daña-clima y terrorista”, es el mayor vendedor de productos alimenticios a Cuba y el quinto socio comercial de la Isla: si le pagan, vende, y si no le pagan, no vende: lo que hace todo el mundo en todas partes. Pero aunque le pagaran, no le puede vender a Cuba ni boniatos, ni calabazas, ni malanga, ni berros, ni plátanos burro, porque no los produce.

La producción de esos alimentos y muchos más son responsabilidad de “Papá Estado”, junto a cepillos de dientes, cordones de zapatos, peines, caramelos y granizados, entre otros, porque el “padre de la criatura” decidió hace mucho tiempo hacerse cargo de todo, pero, como ya ustedes saben, ahora hay dificultades para cumplirlo porque se están desprendiendo casquetes polares de la Antártica, el imperio está empantanado en Irak y Afganistán, y Manuel Zelaya llamó a desconocer las elecciones presidenciales en Honduras, así que…

Todo lo anterior demuestra que la “libreta de abastecimientos” es un mecanismo arcaico, ineficiente y que no resuelve realmente ningún problema, aunque gracias a su existencia decenas de miles de burócratas ineptos en todo el país reciben un salario por el esfuerzo de intentar distribuir parejamente lo que ya se sabe de antemano que no alcanza, y culpar al imperialismo por éste y todos los problemas del país.

La “libreta de abastecimientos” como mecanismo de control social

Sin embargo, lo anteriormente señalado no es suficiente para demostrar que la “libreta de abastecimientos” sea a la vez un sofisticado mecanismo represivo, como se mencionó al inicio, del que nadie, prácticamente, puede escapar.

Así que veámoslo ahora.

Toda persona en Cuba, por ley, tiene que poseer un Carnet de Identidad o una Tarjeta de Menor, que entrega el Ministerio del Interior. Nada extraño en eso: sucede en cualquier país serio del mundo. Y todos los varones mayores de 16 años, por ley, deben estar registrados en el Comité Militar de su municipio: lo cual no sucede en todos los países del mundo.

Y además tiene que estar registrado en la Oficina de Control de Distribución de Alimentos (OFICODA) para tener derecho a ser incluido en la inevitable “libreta de abastecimientos”, lo cual ya es una verdadera exclusividad cubana, y pronto podría serlo en Venezuela. Y para darse de alta en la OFICODA debe estar anotado en el registro de Direcciones (RD-3) del Comité de Defensa de la revolución (CDR) de la cuadra donde vive. Otra y muy especial exclusividad cubana.

Supongamos que alguien quiere cambiar de domicilio, casarse, divorciarse, o simplemente irse para un apartamento en vez de una casa. Y después de muchas dificultades consigue el lugar donde quisiera vivir (esa es otra historia de espanto, demasiado larga para explicar ahora). Felicidades.

Pero no se puede precipitarse a tratar de conseguir un camión para la mudada. Antes de cualquier movimiento en ese sentido, la persona debe ir al Comité de Defensa de la Revolución (CDR) que le corresponde en la cuadra donde vive, y darse de baja, él o ella y la familia que reside con quien se mudará, en el llamado Registro de Direcciones, en una forma-modelo llamado RD-3.

Hecho esto, además de actualizar en las dependencias correspondientes del Ministerio del Interior la dirección en los Carnets de Identidad o Tarjeta de Menor de todos los que se mudan, tienen que darse de baja en la OFICODA municipal (Oficina de Control de Distribución de Alimentos), todos los que se mudan, y todos los varones mayores de 16 años deben además darse de baja en el Comité Militar de su municipio.

A partir de ese instante, no podrán obtener los alimentos de esa fantasiosa “canasta básica” (libreta de abastecimientos) hasta que se presenten todos ante el Registro de Direcciones del nuevo Comité de Defensa de la Revolución que controla la cuadra donde irán a vivir, sean registrados en el RD-3, y todos los varones mayores de 16 años en el Comité Militar del municipio que les corresponde, para entonces ir a darse de alta en la OFICODA y tener derecho a recibir los alimentos de la “canasta básica”.

El proceso es el mismo incluso si la mudada es dentro del mismo municipio, aunque tal vez sean un poco menos engorrosos algunos trámites, por ser la misma OFICODA y el mismo Comité Militar. Sin embargo, no se puede subestimar la capacidad de ineficiencia de la burocracia.

En otras palabras, antes de tener derecho a comprar los productos de la supuesta “canasta básica” todos los que van a residir en esa vivienda a la que se mudan estarán ya convenientemente registrados en el Ministerio del Interior, el Comité Militar, la Oficina de Control de Distribución de Alimentos (OFICODA), y el CDR, Comité de Defensa de la Revolución.

Evidentemente, mientras se produce todo el cambio de registros en esos lugares esas personas podrían comprar alimentos en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), los mercados agropecuarios estatales, los de los campesinos privados, o en el mercado negro.

Sin embargo, ya se vieron más arriba los precios en esas instituciones comerciales del gobierno, y también se vio a cuanto asciende el salario promedio de los cubanos, así que el cálculo es fácil para darse cuenta de cuanto tiempo se puede permanecer sin registrarse en el CDR y darse de alta en la OFICODA de destino para tener acceso nuevamente a la supuesta “canasta básica” de “Papá Estado”.

Evidentemente que la “libreta de abastecimientos”, tan antigua como el “criminal bloqueo imperialista”, es mucho más que un simple mecanismo ineficiente de distribución de alimentos racionados y socialización de la pobreza: es un mecanismo perfecto de control de la población.

¿El final de “la libreta?

Por lo tanto, su eventual eliminación no dependería solamente de todo un conjunto de mecanismos económicos que sería necesario establecer, y que no parece que se esté estudiando seriamente cómo hacerlo ni trabajando en su implementación, tales como los problemas relativos a la doble moneda, la imprescindible reforma salarial, la definición y autorización de determinadas formas de propiedad, el sistema de precios regulados, los controles de inventarios, y la contabilidad requerida, entre otros.

Sin embargo, más allá de todo eso, una eventual desaparición de “la libreta” deja sin razón de ser a las Oficinas de Control de Distribución de Alimentos (OFICODA), con lo cual resulta menos compulsorio el anotarse en el registro de Direcciones del CDR, o actualizar la información de cada uno en el Comité Militar o en las oficinas del Carnet de Identidad del Ministerio del Interior.

Hace poco, en un (como siempre) desafortunado comentario en el periódico oficial, “Granma”, el director del mismo provocó (como siempre) infinidad de comentarios de personas irritadas por la forma en que se expresaron las ideas, la pretensión de culpar a los cubanos de a pie por todas las ineficiencias del país mientras exoneraba sin referirse a ellos a los grandes responsables, y sugiriendo, entre otras cosas, la necesidad de eliminar en algún momento la “libreta de abastecimientos”.

Indudablemente, las ideas no son suyas, sino se le “orienta” que las exprese. La torpeza es su aporte personal. Y lo que se pretendió con ese texto fue lanzar un “globo de ensayo”, una “sonda” para conocer las reacciones y poder medir la opinión sobre ese tema, ante otra dramática situación.

Porque “Papá Estado” está sin divisas para importar alimentos; su producción agropecuaria no acaba de despegar y, cuando lo hace, necesita demasiado tiempo para lograr lo que se pretende; tiene una parte importante de las tierras agrícolas infestadas de marabú y otras malezas; su distribución de tierras ociosas no avanza y no entregan recursos para trabajar las tierras; y sufre una parálisis excesiva y letal que le impide aplicar aún las más mínimas reformas económicas.

Mucha prensa extranjera, y desconocedores de todo tipo en todo el mundo, vieron la perspectiva de la eliminación de “la libreta” como una gran noticia, y comenzaron a especular sobre ella, y a escribir “sesudos” análisis, y hubo diversos comentarios en todas partes, mencionando hasta la creación de un sistema diferenciado, subvencionando a los más pobres, y manteniendo precios más altos para el resto de las personas, y muchas cosas más.

Si alguien espera que sea la sesión de la Asamblea Nacional anunciada para el 19 de diciembre la que analice y decida sobre estos temas, debe estar advertido que la misma durará un solo día, donde se deberían discutir los problemas que tienen que ver con la economía cubana para el año 2010, en medio de una crisis sin precedentes, con las arcas vacías, y un nivel de explosividad social que ha llevado a que el Ejercicio Estratégico “Bastión 2009” plantee en la situación operativa, por primera vez, un escenario de disturbios sociales e ingobernabilidad sin precedentes, donde la función represiva antecede a las tareas de “defensa”.

La prensa oficial ha señalado que esa reunión aprobará las medidas que ejecutará el gobierno en el 2010 a fin de enfrentar la crisis económica que afecta a la Isla. Los diputados aprobarán el plan económico y el presupuesto del Estado para el 2010, y las conclusiones serán realizadas por Raúl Castro.

Al menos, si hay revelaciones sensacionales, los primeros sorprendidos serían los mismos diputados, pues ya se ha anunciado la discusión en esa sesión del Código de Vialidad y Tránsito, y la inefable Mariela Castro, hija de Raúl Castro, anunció, aunque sin precisar fecha, que el Centro de Educación Sexual a su cargo se dirigió a la Asamblea y “aportó para que se introdujera un nuevo articulado con relación a legitimar los derechos de los homosexuales, y un proyecto de derecho a la unión legal”, añadiendo que “estamos también hablando de la posibilidad de adopción”.

De la eliminación de la “libreta de abastecimientos” hasta este momento no hay ni pistas lejanas para la próxima sesión de la Asamblea Nacional, lo cual no puede tomarse como definitivo y considerar que no podría suceder un anuncio en este sentido.

Nadie debe sorprenderse si cualquier medida de este tipo se decide en el Buró Político del Partido o el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros (que es casi lo mismo) y se hace pública por el Consejo de Estado o la prensa, sin contar con la Asamblea Nacional nada más que para informarle y requerirle aprobación unánime.

Y, mientras tanto, todos se preguntan, en todas partes, aquí, allá y acullá: ¿podrán los cubanos vivir sin la “libreta de abastecimientos”? Aunque se sabe perfectamente que todos los seres humanos en el mundo viven, en todas partes, mejor o peor, sin que haya o tenga que haber una “libreta de abastecimientos”.

En realidad no importa para nada la respuesta a esa pregunta, porque esa es la pregunta equivocada.

La verdadera pregunta, la que nadie se hace, tiene que ser otra, teniendo en cuenta el verdadero carácter del mecanismo de control ciudadano que representan “la libreta” y el consumo racionado de los productos alimenticios:

¿Se arriesgará el gobierno cubano en estos momentos a sostenerse en el poder sin la “libreta de abastecimientos”?

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