Me entero por el Nuevo Herald que el Instituto de Estudios Cubanos celebra sus 40 años y que en la pachanca de los numeros redondos realizaran un evento academico para conmemorar el hecho.
En declaraciones a Cancio Isla, la profesora María Cristina Herrera, fundadora del IEC afirma que "Cuba sigue siendo un jeroglífico indescifrable y hay que mantener todas las energías, todos los sentidos y el corazón abierto ante el mínimo vestigio sobre el acontecer de la isla''; y efectivamente he podido comprobar en numerosas oportunidades que no entienden el tema cubano.
Jornada academica de un dia donde los Mesa Lago, Perez-Stable, Gerardito, Blanco entre otros nos aportaran nuevas y contundentes pruebas sobre la hipotesis que diariamente tratan de demostrar que Cuba es un jeroglifico indescifrable. Quizas sea excesivo el tiempo concebido por los organizadores del evento.
A su vez leo en el sitio de Emilio Ichikawa una detallada caracterizacion de historia y biografias alrededor del IEC en su XL Aniversario que me place reproducir.
XL Aniversario
En 1969 María Cristina Herrera fundó el Instituto de Estudios Cubanos (IEC). Hoy no puede menos que reafirmarlo como «acto de coraje». Muchos medios de Miami van a sucumbir a la fascinación por los números redondos y celebrar de algún modo aquel acto fundacional, a pesar de que el IEC nunca salió de la casa de Herrera ni ha tenido una solita salida práctica en su pregonado enfoque académico y plural de los «asuntos cubanos», a no ser los viajes a Cuba.
Quizás la clave de celebración sea justamente el coraje, pues hay que tener mucho para montar desde el IEC la Revista Areíto (1974), formar la Brigada Antonio Maceo (1977) con gente del IEC y de Areíto, así como enredar a IECitos, Areítos y Maceítos en el «diálogo» con Fidel Castro (1978), más allá de la contradictio in adjecto.
Hay que tener coraje para mantener activo el IEC después que el reverendo Manuel Espinosa denunciara la penetración de la inteligencia castrista en el exilio (1980) y Sergio Piñón, oficial de contra-inteligencia de la policía de la Florida, atestiguara en el Subcomité del Senado Federal sobre Seguridad y Terrorismo que la Dirección General de Inteligencia (DGI) castrista controlaba Areíto, la Brigada Antonio Maceo y el «diálogo». Máxime si todo fue corroborado por los desertores de la propia DGI Jesús Pérez Méndez (en 1983), Florentino Azpillaga y Roberto Lozano (en 1987).
Hay que tener coraje para que Marifeli Pérez Stable y Lisando Pérez, tachados a la postre de agentes de Castro por el teniente coronel de la inteligencia militar estadounidense Chris Simmons, aparezcan en la Junta Directiva del IEC en el informe de mayo 18 de 1998 y desaparezcan en el siguiente (abril 1ro de 1999), tras el desguace de la Red Avispa. Pero hay que tener más coraje todavía para usar a Rafael Rojas como pieza de recambio y engatusar a Enrique Patterson, Dagoberto Valdés y otros en el IEC.
Acaso se necesite mucho más coraje para exhibir en la lista de miembros del IEC, además de los dos espías mencionados, otros dos convictos y confesos: Carlos Álvarez y su esposa, Elsa Prieto, que fueron a prisión por abstenerse de colaborar con el FBI. Ni qué decir del coraje requerido para exhibir en la red la galería fotográfica del IEC. Unas cuantas muestran escenas del encuentro (Villa Universitaria de Machurrucuto, La Habana, 1991) con el Centro de Estudios de Alternativas Políticas (CEAP) de la Universidad de La Habana (UH), que dirigía Mercedes Arce, señalada como agente de la inteligencia de Castro en las declaraciones recientemente desclasificadas de Carlos Álvarez al FBI. Y aunque hay que tener mucho coraje para entrar en intercambio académico con un «Centro de Alternativas Políticas» adscrito a una universidad bajo control de un Estado que enseña «Socialismo o Muerte», ninguna dosis de coraje sobrepase aquel necesario para colgar en la red una foto como esa de María Cristina con Francisco Aruca en la galería del IEC.
Quizás la clave de celebración sea justamente el coraje, pues hay que tener mucho para montar desde el IEC la Revista Areíto (1974), formar la Brigada Antonio Maceo (1977) con gente del IEC y de Areíto, así como enredar a IECitos, Areítos y Maceítos en el «diálogo» con Fidel Castro (1978), más allá de la contradictio in adjecto.
Hay que tener coraje para mantener activo el IEC después que el reverendo Manuel Espinosa denunciara la penetración de la inteligencia castrista en el exilio (1980) y Sergio Piñón, oficial de contra-inteligencia de la policía de la Florida, atestiguara en el Subcomité del Senado Federal sobre Seguridad y Terrorismo que la Dirección General de Inteligencia (DGI) castrista controlaba Areíto, la Brigada Antonio Maceo y el «diálogo». Máxime si todo fue corroborado por los desertores de la propia DGI Jesús Pérez Méndez (en 1983), Florentino Azpillaga y Roberto Lozano (en 1987).
Hay que tener coraje para que Marifeli Pérez Stable y Lisando Pérez, tachados a la postre de agentes de Castro por el teniente coronel de la inteligencia militar estadounidense Chris Simmons, aparezcan en la Junta Directiva del IEC en el informe de mayo 18 de 1998 y desaparezcan en el siguiente (abril 1ro de 1999), tras el desguace de la Red Avispa. Pero hay que tener más coraje todavía para usar a Rafael Rojas como pieza de recambio y engatusar a Enrique Patterson, Dagoberto Valdés y otros en el IEC.
Acaso se necesite mucho más coraje para exhibir en la lista de miembros del IEC, además de los dos espías mencionados, otros dos convictos y confesos: Carlos Álvarez y su esposa, Elsa Prieto, que fueron a prisión por abstenerse de colaborar con el FBI. Ni qué decir del coraje requerido para exhibir en la red la galería fotográfica del IEC. Unas cuantas muestran escenas del encuentro (Villa Universitaria de Machurrucuto, La Habana, 1991) con el Centro de Estudios de Alternativas Políticas (CEAP) de la Universidad de La Habana (UH), que dirigía Mercedes Arce, señalada como agente de la inteligencia de Castro en las declaraciones recientemente desclasificadas de Carlos Álvarez al FBI. Y aunque hay que tener mucho coraje para entrar en intercambio académico con un «Centro de Alternativas Políticas» adscrito a una universidad bajo control de un Estado que enseña «Socialismo o Muerte», ninguna dosis de coraje sobrepase aquel necesario para colgar en la red una foto como esa de María Cristina con Francisco Aruca en la galería del IEC.
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