lunes, mayo 18, 2009

Fidel Castro: el dictador-militante/ Antonio Arencibia-Cubanalisis Think Tank


Fidel Castro: el dictador-militante
Antonio Arencibia
Cubanálisis-El Think-Tank

Hay que confesar que no estábamos preparados para la última confesión de Fidel Castro que se da en el marco de sus críticas al presidente mexicano Felipe Calderón. No sabemos quienes son esos “algunos” que dice Castro se preguntan a título de qué es que él habla. Pero es una sorpresa la declaración de que escribe sus Reflexiones por ser “El compañero Fidel”, y añade, por ser “militante del Partido Comunista de Cuba”.

Claro, como es usual, hay una trampa en sus palabras. Se refugia en la falsa modestia cuando omite decir que el único cargo al que no ha renunciado públicamente a favor de su hermano es al de Primer Secretario de ese Partido. Por ello, según la llamada “Constitución Socialista”, sigue siendo el máximo dirigente de la institución que rige la sociedad y el estado en Cuba. Partido, Constitución y Estado que rinden culto a su persona como figura omnisciente y suprema.

Es que la recuperación parcial de su salud ha traido no solo innumerables estropicios diplomáticos provocados por las 245 Reflexiones que ha dictado en poco más de dos años, sino que ha paralizado las medidas con las que Raúl Castro intentaba mover las fuerzas productivas del país. La nomenklatura se ha percatado del congelamiento de la Sucesión, y la burocracia de segundo nivel se refugia en la pasividad y la desidia para no implementar las tareas priorizadas por el Hermano en Jefe para la reforma salarial y los repartos de tierras ociosas.

Desde antes del encontronazo con el gobierno mexicano por la epidemia de influenza A, las principales cancillerías estaban más o menos conscientes del nuevo balance del poder en La Habana entre los Castros, y habían desarrollado diferentes tácticas para enfrentar la situación.

El enfoque múltiple de los norteamericanos

Ya ha sido analizado en Cubanálisis-El Think-Tank el doble enfoque frente al régimen de La Habana. El trabajo Obama-Clinton vs. Castro-Castro, parte de las posiciones públicas del presidente de Estados Unidos y de la Secretaria de Estado para hacer frente a las incongruencias de política entre el gobernante oficial y el ideólogo supremo. La reciente Cumbre de las Américas en Washington, ofreció variantes no solo en el Ejecutivo, sino también en el seno del Congreso.

Tanto Thomas Shannon, Secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio, a punto de cesar en su cargo, como Hillary Clinton, hacían referencia al tema de “la reincorporación de Cuba”. Pero la secretaria Clinton aclaraba que “ansiamos llegue el día en que cada país de las Américas, incluyendo a Cuba, pueda participar en nuestra asociación hemisférica de una forma acorde con los principios de la Carta Democrática Inter-Americana”.

Por su parte, el senador demócrata por New Jersey, “Bob” Menendez, miembro de cinco importantes Comités del Senado, incluyendo los de Relaciones Exteriores y de Finanzas, también se refirió al tema planteando que “sería sabio esperar a que sean reciprocados los recientes gestos de acercamiento y entonces continuar”.

El senador cubano-americano advirtió que en la asamblea de la OEA de junio algunos pudieran pedir la participación del régimen sin que haya avances en los derechos humanos. Si esto se aceptara sería, -dijo-, un grave error, y se preguntó si en ese caso el gobierno de Estados Unidos debería seguir aportando el 60 por ciento del presupuesto de la Organización de Estados Americanos.

Que haya puntos de vista discrepantes o distintos enfoques en el seno de un partido en el poder no se entiende si no es en democracia. Solo los que no diferencian entre dos tipos esencialmente opuestos de clase dirigente, es decir, entre la nomenklatura comunista y el establishment norteamericano, se asombran de la falta de unanimidad en los criterios que hay en Washington sobre las relaciones con La Habana, pero consideran natural el silencio de Raúl Castro cuando su hermano Fidel le enmienda la plana.

España apuesta por los Castro en la UE

Algunos días atrás, el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, había eludido dar su opinión sobre dos Reflexiones que restaban importancia a las medidas de la Casa Blanca a favor de viajes y remesas de cubano-americanos. Sus palabras a la prensa fueron: "Yo no comento las declaraciones de Fidel Castro. Puedo comentar o evaluar las declaraciones de aquellos que dirigen el país en estos momentos”.

Esa actitud de la cancillería española pudo calificarse entonces de autoengaño, por creer en una sucesión que ya no funciona, o de ingenuidad, por no reconocer que el viejo dictador es quien dice la última palabra.

Pero la reciente ronda de conversaciones del régimen con la “troika” de la Unión Europea debió haberle abierto los ojos al gobierno socialista español. Al entrevistarse el nuevo canciller cubano con Jean Kohout, ministro checo de Relaciones Exteriores, no se pudo avanzar en el tema de los presos de conciencia. Cuestionado por la prensa al final de la reunión dijo Kohout: “La respuesta que obtuvimos fue que en Cuba no hay prisioneros políticos”. Es decir, Bruno Rodríguez Parrilla fue a Europa a repetir la posición de Fidel Castro rectificando la declaración de su hermano en Venezuela de que estaba dispuesto a discutir con Estados Unidos “todo”, incluida la situación de los presos políticos.

Cuando, después, Rodríguez Parrilla se reune con Moratinos en Praga y ambos coinciden en “ampliar” el diálogo entre la UE y el régimen, no quedan ya dudas de que el gobierno español está dispuesto a mantener la cooperación con La Habana sin importarle la violación de los derechos humanos. Ya se está perfilando la política que va a tratar de lograr España cuando en enero del 2010 sustituya a la República Checa en la presidencia rotativa de la Unión.

Señal importante del avance de esa colaboración sería la visita a Cuba de Moratinos o del presidente del Gobierno. El viaje de Rodríguez Zapatero, anunciado para este año 2009, tras el que hizo a España el defenestrado Felipe Pérez Roque, fue pospuesto sin mayores explicaciones. Si es cierto lo que recoge de fuentes diplomáticas el diario madrileño El País, que Zapatero desea ir a Cuba este año pero necesita el avance de las reformas prometidas por Raúl Castro, podemos vaticinar que la visita no se va a efectuar.

También Louis Michel, el comisario europeo de Desarrollo, ha estado abogando porque la UE normalice sus relaciones con el gobierno castrista antes que Estados Unidos lo haga, y propuso que esto se lleve a cabo durante la reunión de cancilleres europeos a celebrarse en Luxemburgo el próximo 15 de junio, previa a la cumbre de la Unión.

Si se impone el plan conjunto, La Habana-Madrid, se eliminarían las condiciones de la Posición Común de la Unión Europea de 1996, que son la liberación de los prisioneros políticos, el acceso de los cubanos a la Internet y el derecho de las delegaciones europeas a reunirse en Cuba con opositores. Hasta ahora los obstáculos para tal “normalización” son las objeciones de Gran Bretaña, Polonia, Suecia y la República Checa.

Por el momento Fidel Castro está satisfecho con el papel del nuevo canciller del régimen, quien rechazó ante Kohout y Michel la Posición Común. Granma recoge en un artículo elogioso las declaraciones al respecto de Rodríguez Parrilla, declarando que esta es “obsoleta, unilateral, impropia de esta época, impuesta por un gobierno norteamericano que ya no está en el poder, y que constituye un obstáculo para el desarrollo de las relaciones bilaterales”. También en la última de las cuatro Reflexiones sobre México y la influenza porcina, el dictador-militante aprueba la posición del nuevo jefe del MINREX durante su encuentro en Praga con la canciller de México.

Calderón se mira en el espejo de Fox

La ofensiva de Fidel Castro contra el gobierno de Felipe Calderón comenzó el lunes 11 de mayo cuando se conoció una declaración del Ministerio de Salud Pública de que se había detectado el primer caso de gripe A(H1N1) en un estudiante mexicano de Ciencias Médicas que regresaba de vacaciones en su país. La ocasión se pintaba para que el dictador criticara unas declaraciones previas del presidente de México donde lamentaba la interrupción del tráfico aereo entre los dos países desde el 29 de abril:

¿De qué se quejaba el Presidente mexicano, con relación a las medidas que Cuba adoptó, de acuerdo a las normas establecidas y sin la menor intención de afectar al hermano pueblo de México? Estábamos lejos de imaginar que allí y en Estados Unidos se desataría la epidemia.

Pero lo más grave no era la discrepancia en torno a medidas por proteger la salud humana ante la amenaza sanitaria sino la gravísima acusación de que “las autoridades mexicanas no le informaron al mundo la presencia de la misma esperando la visita de Obama”. El más elemental sentido de la moderación recomendaría abstenerse de semejante declaración respecto a un país que ha estado tratando de mejorar las relaciones con el régimen. Pero no se podía detener el dictador, y el 14 de mayo publicaba en la mañana, algo inusual, otro escrito que concluía así: Nada ha cambiado en México durante los últimos 8 años, excepto el virus.

Estaba haciendo referencia al gobierno anterior, cuando Fidel Castro difundió en el 2002 la grabación de una conversación confidencial con el presidente Vicente Fox. Ahí empezaron a enfriarse las relaciones entre los dos gobiernos y llegaron a su punto más bajo con la retirada de la embajadora mexicana y la expulsión del cubano en el 2004.

Esa misma tarde Castro volvió sobre el tema al escribir con ironía, que había observado con preocupación “que el honorable señor Presidente de México se disgustó cuando en una reflexión critiqué a su ilustre predecesor”. Y criticó que Calderón lo hiciera públicamente, como si él no dijera impunemente y casi a diario, lo que pasa por su mente, sobre cualquier tema o país.

La respuesta de México ha sido moderada pero firme. Según EFE, la Secretaria de Relaciones Exteriores de México dijo en Praga a Rodríguez Parrilla que las críticas de Castro a su país sobre la nueva epidemia de influenza, lejos de propiciar el entendimiento, enrarecen la relación bilateral.

Castro había dicho que Estados Unidos y México “se han convertido en exportadores mundiales de la epidemia” y se había preguntado retóricamente: ¿Acaso es más importante el dinero del turismo y las líneas aéreas que la vida de un compatriota?

Aprovechando las propias palabras del dictador, la Secretaria Patricia Espinosa dijo a su homólogo cubano que “[n]o se explica la suspensión únicamente de vuelos procedentes de México y no la de los procedentes de otros países que han registrado casos probados de influenza A H1N1 en el mundo”. De esta forma se estaba refiriendo indirectamente a los viajes a la Isla desde Estados Unidos, incrementados por la eliminación de las restricciones a los cubano-americanos.

No obstante, Fidel Castro se ha visto obligado a reconocer que la Secretaria Espinosa, “se había esforzado últimamente por mejorar las relaciones entre su país y Cuba”. Eso escribió sabiendo, además, que la cancillería mexicana había emitido un comunicado en el que decía que en Praga Rodríguez Parrilla había suscrito una declaración con la Secretaria Espinosa en la que manifestaba su reconocimiento a las autoridades mexicanas. Castro ahora quiere enfatizar que no hay diferencias de opinión entre él y Raúl sobre el tema de las medidas adoptadas contra la nueva epidemia, y no puede desmentir el comunicado mexicano sin tener que defenestrar al nuevo canciller, por eso dice que:

Lo que hizo exactamente Bruno en Praga fue correcto. […] No entraré en detalles sobre esa conversación […] para evitar complicaciones.

Pero en la reunión ministerial del Grupo de Río y la Unión Europea, donde estaba presente Rodríguez Parrilla, se trataron temas muy importantes. Según escribe el propio Fidel Castro “Bruno intervino para explicar con claridad la posición de Cuba”. Allí habló, entre otras cosas, de “las Reflexiones de Fidel [y] la unidad estrecha de los revolucionarios”.

Desgraciadamente no sabemos que contorsiones retóricas hizo “Bruno” para explicar en la reunión la flagrante contradicción entre lo que dice Castro en sus escritos y los intentos de negociación diplomática que hace el gobierno raulista sin hacer la más mínima concesión en derechos democráticos, o desasociarse del “líder de la Revolución”.

Todo el mundo sabe que las reflexiones de Castro se publican en Cuba Debate y se leen completas en el Noticiero Nacional de Televisión además de ser reproducidas de inmediato por Granma, Juventud Rebelde y los periódicos provinciales. ¿Qué simple militante comunista puede tener ese privilegio?

Ni siquiera en un hipotético Partido Internacional de Dictadores Fidel Castro sería un simple militante. Su ego desmesurado le ha llevado a dar lecciones a Kruschov, Daniel Ortega o Saddam Hussein, a quienes ha considerado simples dictadorzuelos. Eso es aún más acentuado ante su propia sucesión. Se ha propuesto ser, hasta el fin, el Dictador en Jefe.

Mientras tanto, en la Isla, se mantiene la espectativa de que un milagro rompa el nuevo ciclo del inmovilismo. Se acercan los apagones, y se celebra el 50 aniversario de la Reforma Agraria en medio de la escasez. Como novedad del gobierno raulista, la conga de gays y lesbianas sale a la Rampa, y en alguna esquina habanera una desquiciada se desnuda y nadie interviene. Los borrachos hacen discursos políticos, y cuando los políticos hablan o escriben, parecen estar ebrios.

Tal vez en algún momento las cancillerías consideren que lo más conveniente sería esperar por el derrumbe final.

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