jueves, mayo 28, 2009

El Síndrome Chamberlain/ Pedro Corzo


[Una colaboracion de Nelson Taylor Desde and From Canada]

El Síndrome Chamberlain

Leer o escuchar a quienes promueven negociar con el castrismo, y claman por concesiones para que la dictadura insular no tenga justificación para sus depredaciones, inducen a recordar a Arthur Neville Chamberlain, ex premier británico que patrocinó una política de apaciguamiento con Adolfo Hitler.

La Paz de Nuestra Época, así identificó lo que resultó del Pacto de Munich, solo le fue útil al caudillo alemán. Hitler se fortaleció cuando le fue devuelto el Sarre, anexó Austria y ocupó Checoslovaquia. Su voracidad se hizo mayor ante la falta de voluntad de sus enemigos. Su certeza de que la agresividad era compensada con nuevos consentimientos, le llevó a iniciar la Segunda Guerra Mundial y producir el horror del Holocausto.

Los Chamberlains no aprenden. Distender las relaciones, sin importar el precio, es su manera de resolver los problemas. Suponen que el enemigo esta ansioso de zanjar la disputa y que terceros van a respaldar la encomienda. Un diferendo les pone inquieto y un conflicto les infunde pavor, por lo que intentan aplazar lo que puede ser inevitable.

El gobierno de Fidel y Raúl Castro en estos cincuenta años se ha caracterizado por su agresividad contra el pueblo cubano y en muchas ocasiones contra naciones extranjeras, por lo que es de extrema ingenuidad suponer que la dictadura insular necesita argumentos para justificar sus actos. No requieren subterfugio para actuar porque se consideran ungidos de la misión de “salvar” hasta aquellos que no quieren ser convertidos.

Negociar, discutir y buscar soluciones a las diferencias es una expresión de civilización. La confrontación hay que evitarla porque como dice un antiguo refrán “la mejor guerra es la que no se hace”, pero también hay que tener en cuenta que no se debe hacer dejación de los derechos por mínimos que estos sean.

El dialogo político es posible cuando las partes en conflicto se ponen de acuerdo para realizarlo. La reconciliación es viable solo si víctimas y victimarios toman conciencia de las demandas de una vida en común. Ninguna de estas condiciones se puede imponer si no hay voluntad de resolver el problema entre los afectados y el régimen cubano ha reiterado varias veces que no tiene interés en debatir, y menos reconocer la soberanía de sus ciudadanos.

Los manuales de estrategia militar y política refieren que no se pueden hacer concesiones unilaterales. También lo afirman los de Mercadeo, lo que hace muy difícil comprender el interés que tienen tantos comerciantes e industriales de países diferentes en hacer negocios con el gobierno de La Habana, que tiene por costumbre no pagar sus deudas. Por lo regular las corporaciones investigan el crédito de sus potenciales clientes pero en lo que respecta a Cuba al parecer tal práctica no se lleva a efecto, a pesar de que la deuda externa supera los 29 mil millones de dólares.

Hay que ser consciente de que Fidel Castro, quien al parecer sigue siendo el único que manda en Cuba rechazó recientemente las medidas unilaterales del presidente Barack Obama a las que calificó de “Garrote y Zanahoria”. También objetó los intentos plañideros de José Miguel Insulsa y otros dirigentes latinoamericanos de viabilizar el ingreso de Cuba a la Organización de Estados Americanos. Castro es más consecuente con sus intereses que sus enemigos y adversarios en la defensa de la democracia. Él no entiende de rectificaciones ni aun cuando su contraparte hace concesiones unilaterales.

Esopo, en una de sus fábulas apunta que unos perros protegían un rebaño de oveja de los lobos y que estos al saberse incapaz de vencer a los canes enviaron un emisario a las ovejas, planteando que firmarían una paz eterna. La garantía de la paz, decían los lobos tenía que ser mutua. Las ovejas entregarían sus perros a los lobos, y éstos dejarían sus lobeznos al cuidado de aquellas. Convencidas por estos sagaces argumentos y deseosas de hacer un Pacto, las ovejas sellaron el acuerdo por el que los perros pasaron a poder de los lobos, y los cachorros de éstos se alojaron junto al corral. Aquella misma noche los perros fueron degollados mientras dormían. Los lobos con el pretexto de que las ovejas habían maltratado a sus crías se abalanzaron sobre ellas y las aniquilaron. Los perros no pudieron defender a las víctimas, pues todos estaban muertos.

La moraleja es cruda y dura. A los lobos no se les puede creer y menos aun proveerles sin recibir nada a cambio. Chamberlain le cedió a Hitler el manjar que pedía. Hoy hay quienes claman por darle a los Castro un cuerno de la abundancia y una lima para que se afile los colmillos y pueda seguir despedazando a los cubanos.

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