Las emboscadas de Trinidad-Tobago
Eugenio Yáñez / Cubanálisis-El Think-Tank
Cuba fue suspendida de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962, durante la VIII Reunión de Cancilleres en Punta del Este, Uruguay, en base a la resolución sexta de ese cónclave, que declaró al marxismo-leninismo incompatible con el sistema interamericano, y por su estrecha alianza y vinculación con el entonces todavía bloque chino-soviético.
Evidentemente, en términos técnicos, ninguno de esos elementos tiene vigencia en nuestros días: ni existe un bloque chino-soviético, ni el “marxismo-leninismo” es una categoría a tener en cuenta en la actualidad: la ideología en la Cuba de hoy, lo saben todos, aunque el régimen se proclame socialista y comunista, es un engendro conceptual para entretener a la izquierda belicosa latinoamericana y europea, y un demasiado clásico caudillismo dinástico, con dos hermanos en el poder por medio siglo.
Como esa resolución sexta de Punta del Este es “inútil” y “obsoleta”, una gran cantidad de gobiernos latinoamericanos y caribeños desean dejarla sin efecto. El secretario general de la organización, el chileno José Miguel Insulza, acaba de decir que “es una resolución que habla del marxismo-leninismo, del eje chino-soviético”. “Hoy China es el principal socio comercial de Estados Unidos y la Unión Soviética ya desapareció. Y hay un país que está suspendido de la OEA por ser miembro del eje chino-soviético”. Por eso ha asegurado que “mi primer planteamiento es que deroguemos la resolución del año 62 y eso se lo voy a pedir a la asamblea yo, a la asamblea general de la OEA” que se celebrará en San Pedro de Sula, Honduras, a fines del próximo mes.
Llevando las cosas más lejos, el presidente brasileño Lula da Silva ha señalado que Cuba merece una “disculpa” por haber sido separada de la organización en aquellos momentos, lo que resulta un criterio muy discutible, teniendo en cuenta que en 1962, cuando el régimen fue suspendido de la OEA, el bloque chino-soviético y la guerra fría eran realidades muy evidentes y Cuba estaba estrechamente aliada a tal bloque “socialista”.
El presidente boliviano Evo Morales llegó a solicitar, en uno de sus delirios en Brasil, la expulsión de Estados Unidos de la OEA y la admisión de Cuba al mismo tiempo. Y el presidente ecuatoriano Rafael Correa ha propuesto la creación de una Organización de Estados Latinoamericanos y del Caribe, amparada en conceptos geográficos, que dejaría fuera a Estados Unidos y Canadá. Lo que en la Unión Africana tiene sentido, al no incluir a los países europeos en la misma, porque no son parte de África, es absurdo en el continente americano, a no ser que se establezcan criterios ideológicos como base de tal organización.
El gobierno cubano a partir de 1959 tuvo una breve relación con la OEA, de poco más de tres años, frente a los cuarenta y siete de separación, alejamiento, insultos y desprecios que han caracterizado su posición oficial frente a la organización. Solamente en 1979, cuando la organización cerró filas frente al tambaleante dictador nicaragüense Anastasio Somoza, Fidel Castro tuvo algunas palabras cálidas, destacando que era un caso excepcional. El resto del tiempo, el lenguaje del régimen cubano ha sido de guerra fría y enfrentamiento, llamándola desde ministerio de colonias de Estados Unidos hasta letrina.
El pasado 14 de abril Fidel Castro escribió en una “reflexión”, titulada “¿Tiene la OEA el derecho a existir?”, que esa organización “tiene una historia que recoge toda la basura de 60 años de traición a los pueblos de América Latina”. Aunque evidentemente los resultados que ha logrado la organización durante sesenta años no son nada envidiables, la arremetida del Comandante va mucho más allá de un simple rechazo: “nosotros no queremos ni siquiera escuchar el infame nombre de esa institución. No ha prestado un solo servicio a nuestros pueblos; es la encarnación de la traición. Si se suman todas las acciones agresivas de las que fue cómplice, estas alcanzan cientos de miles de vidas y acumulan decenas de años sangrientos”.
¿Por qué ese furibundo ataque contra la organización, en momentos en que ésta está haciendo gestiones para facilitar el regreso de Cuba al marco del sistema interamericano? La OEA en la actualidad es muy diferente a la de la década del sesenta del siglo pasado, y la presencia en esa institución de países ideológicamente aliados con Cuba, y otros que sin dificultad le darían apoyo para un regreso, hace imposible que se conjuguen condiciones como las de entonces para una nueva humillación o suspensión.
Sin embargo, Fidel Castro no deja resquicios para la duda. Refiriéndose a la Cumbre de Trinidad-Tobago amenazó: “Su reunión será un campo de batalla, que pondrá en situación embarazosa a muchos gobiernos. Que no se diga, sin embargo, que Cuba lanzó la primera piedra. Nos ofende incluso, al suponer que estamos deseosos de ingresar en la OEA. El tren ha pasado hace rato, e Insulza no se ha enterado todavía. Algún día muchos países pedirán perdón por haber pertenecido a ella”.
Todo se explica fácilmente cuando se lee la Carta Democrática Interamericana (CDI), aprobada en el año 2001 en Lima Perú, que señala que “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla. La democracia es esencial para el desarrollo social, político y económico de los pueblos de las Américas”. Además, “La democracia es indispensable para el ejercicio efectivo de las libertades fundamentales y los derechos humanos, en su carácter universal, indivisible e interdependiente, consagrados en las respectivas constituciones de los Estados y en los instrumentos interamericanos e internacionales de derechos humanos”.
Por si fuera poco, se añade: “Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos”.
Ya no se trata de “incompatibilidad” con una ideología o pertenencia a un bloque político-militar, sino de principios muy concretos universalmente aceptados y que forman parte del derecho natural de las personas: “Son componentes fundamentales del ejercicio de la democracia la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa”.
¿Cómo se podría compatibilizar la presencia de Cuba en la OEA con la existencia de tales cláusulas en la Carta Democrática Interamericana? Evidentemente, habría que dejar sin efecto tal documento, lo que desprestigiaría a la organización, o hacer una bochornosa excepción en el caso de Cuba, amparándose en la supuesta “injusticia” de 1962, para permitirle la entrada, cuyo resultado práctico sería tan des-legitimante como la anulación de la CDI.
No por gusto Hugo Chávez hizo la inverosímil declaración de que “en Cuba hay más democracia que en Estados Unidos”, que sería el camino del enfoque para forzar el regreso de Cuba a la organización con el desconocimiento deliberado de la Carta Democrática Interamericana. Que se trate de un dislate no es suficiente para que no argumente de esta manera, aunque así es evidente que no puede conducir a ningún resultado sensato.
Con un sentido más práctico, Raúl Castro señaló al llegar a Venezuela, el día anterior al arrebato de Chávez, que “la OEA tiene que desaparecer”: él sabe perfectamente que la barrera de la Carta Democrática es infranqueable, y como militar entiende perfectamente que se trataría de una batalla que solo reportaría desgaste y bajas, sin posibilidades reales de victoria. Naturalmente, la “desaparición” de la OEA no parece nada sensato por el momento, pero se podrían estar jugando otras cartas a la vez.
Pretendiendo colocarse en el medio, el brasileño Lula da Silva parecía intentar favorecer el regreso de Cuba al sistema interamericano sin su inclusión en todos sus mecanismos, sino solamente en algunos, comenzando por la participación del gobierno cubano en la siguiente Cumbre de las Américas, aunque primero habría que ver si su entrada sería como miembro pleno o como observador, y a la vez darle participación en mecanismos regionales donde Cuba podría desempeñar un papel en coordinaciones tales como la lucha contra desastres naturales, epidemias, narcotráfico, o tráfico de personas, de la misma manera en que el país no ha dejado de participar ni un instante en los mecanismos de la Organización Panamericana de la Salud, por ejemplo. Aunque nadie lo ha dicho así, este enfoque parecería estar contando con el paso inexorable de la biología, y que en dos o tres años habría que lidiar solamente con un Castro y no con dos, o tal vez con ninguno.
A pesar de los escándalos y alborotos de Hugo Chávez, fue el presidente brasileño, sin bulla ni aspavientos, quien más ha hecho, y logrado, para la readmisión de Cuba en los mecanismos del sistema interamericano, o más exactamente, latinoamericano. El pasado mes de diciembre de 2008, en Brasil, fue la apoteosis del regreso de Cuba, con el apoyo de todos los mandatarios latinoamericanos y caribeños.
Como señalaba Público.es de Madrid, antes de la Cumbre Lula había “mostrado un cierto nerviosismo ante la posibilidad de que el líder bolivariano opte por el tono de confrontación y dé al traste con sus intentos de formalizar su liderazgo en el cono sur. Fuentes diplomáticas citadas por el diario brasileño O Globo, aseguraron que Lula ha asumido un papel de ‘bombero’ en el encuentro de Puerto España para calmar los ánimos. Esas mismas fuentes también indicaron que Chávez será transparente en su exposición sobre el modelo económico imperante y sobre el embargo a Cuba pero dejará a Lula la interlocución con Obama”.
Asesores de alto nivel del gobierno brasileño dejaron entrever a la prensa de su país que la reciente visita del canciller cubano Bruno Rodríguez a Río de Janeiro tuvo por objetivo la discusión de tales perspectivas, y aparentemente el gobierno de Raúl Castro manifestó su aprobación a tal estrategia, lo que permitiría a los cubanos avanzar dentro del actual sistema interamericano sin tener que chocar directamente con la administración del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Sin embargo, las cosas tomaron otro camino muy diferente desde la semana pasada, comenzando con la eliminación de las restricciones para remesas y viajes de cubanoamericanos a la Isla, y se creó un escenario diferente.
“Sentimos que la política hacia Cuba ha fracasado”: es significativa la forma en que la secretaria de Estado Hillary Clinton respondió muy pragmáticamente en Santo Domingo, en una conferencia de prensa conjunta con el presidente Leonel Fernández, a las fogosas, intempestivas e imprevistas declaraciones de Raúl Castro en Venezuela.
El general había dicho unas horas antes en la Cumbre del ALBA, en una intervención improvisada y no prevista en el programa de la reunión: “Le hemos mandado a decir al gobierno norteamericano, en privado y en público, que estamos abiertos cuando ellos quieran a discutirlo todo, derechos humanos, libertad de prensa, presos políticos, todo lo que quieran discutir”. (Por cierto, se le escapó la frase “presos políticos” en vez de decir, como hace siempre, “mercenarios”).
Hillary Clinton explicó: “Hemos visto los comentarios del presidente Raúl Castro y acogemos con beneplácito esa declaración”. Y añadió: “Lo tomaremos muy seriamente y vamos a considerar esa respuesta”, basados en que “el diálogo es un herramienta útil para alanzar la paz, la prosperidad y el progreso”. Estados Unidos no le quiere cerrar las puertas al general ni mucho menos, a pesar de las continuas andanadas en las reflexiones del Comandante.
Sin embargo, las estrechas relaciones de Hugo Chávez con su “padre” ideológico Fidel Castro, sus incendiarias declaraciones y su anuncio de estar “preparando la artillería” para la Cumbre de Las Américas, sumadas a cuatro reflexiones en menos de veinticuatro horas por parte del Convaleciente en Jefe, a pesar de que había anunciado anteriormente que este año escribiría menos, podrían sugerir que Raúl Castro, en su relación con Lula da Silva, se habría movido en una línea diferente a la de su hermano mayor, lo cual podría resultar un movimiento demasiado peligroso para el general.
No se puede culpar al hermano mayor de entrometerse, puesto que Raúl Castro le regaló públicamente, desde que asumió la presidencia en febrero del 2008, el derecho a ser consultado en las “cuestiones estratégicas” de política exterior y economía, y nada más “estratégico” en Cuba que el manejo de las relaciones con Estados Unidos.
Podría tratarse tal vez del juego del policía malo y el policía bueno: con una exigencia desproporcionada de concesiones, como plantean reiteradamente Fidel Castro y Hugo Chávez con su cohorte extremista, se pensaba que sería más fácil llegar, en el tema de Cuba, a un acuerdo de consenso como el que encabezaba Lula, con integración selectiva del gobierno cubano solo a determinados mecanismos del sistema interamericano y no a todos. Un rechazo de Estados Unidos también a esta solución intermedia le podría haber dejado mal parado ante la casi totalidad de los gobiernos latinoamericanos y del Caribe que desean que se haga “algo”.
El grupo del ALBA, con Chávez a la cabeza, siempre imprevisible, pretendía hacer estallar el caso Cuba en el mismo medio de la cumbre, aunque después lo primero que hizo frente a Obama fue darle la mano sonriente y decirle “yo quiero ser tu amigo”, y al día siguiente regalarle un libro y nombrar embajador en Washington, cargo vacante desde septiembre del 2008.
En el “Documento de los Países del ALBA para la V Cumbre de las Américas” aprobado en Cumaná, Venezuela, con la participación de Raúl Castro y la delegación cubana, se decía hasta: “demandamos la abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la eliminación de la política de Pies Secos – Pies Mojados, de carácter discriminatorio y selectivo, y causantes de pérdidas de vidas humanas”, algo que para nada tiene que ver con los objetivos y razones de la Cumbre de Trinidad-Tobago.
En esa Declaración final, el lenguaje era belicoso y confrontacional: haciendo referencia al proyecto de Declaración de la Quinta Cumbre de Las Américas, que supuestamente ya estaba consensuado entre los participantes, el documento del ALBA señalaba que “Excluye injustificadamente a Cuba, sin hacer mención al consenso general que existe en la región para condenar el bloqueo y los intentos de aislamiento de los cuales su pueblo y su gobierno han sido incesantemente objeto, de manera criminal”.
A continuación señalaba que “respecto al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba y la exclusión de este país de la Cumbre de las Américas, los países de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América reiteramos la Declaración que todos los países de América Latina y el Caribe adoptaron el pasado 16 de diciembre del 2008 sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos de América a Cuba, incluida la aplicación de la llamada ley Helms-Burton…”
Preparado para esta realidad en Port of Spain, a pesar del interés manifestado por Estados Unidos de no convertir el tema de Cuba en asunto central de la Cumbre de Trinidad, el presidente Barack Obama abordó el tema valiente y creativamente desde sus primeras palabras a la magna cita, en su discurso de dieciséis minutos de duración, que representa el cambio más trascendental y estratégico de la política norteamericana hacia Cuba en los últimos cincuenta años:
“Estoy aquí para lanzar un nuevo capítulo” en las relaciones entre EEUU y Cuba. “En los dos últimos años he indicado, y repito hoy, que estoy preparado para que mi Administración se involucre con el Gobierno de Cuba en una amplia gama de asuntos, desde los derechos humanos a la libertad de expresión, las reformas democráticas, las drogas y los asuntos económicos”. (…) "Quiero aclarar que no estoy interesado en hablar por hablar. Pero sí creo que podemos mover las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección'' (…) “Sé que hay un largo camino por delante para acabar con décadas de desconfianza, pero hay pasos decisivos que podemos tomar hacia un nuevo día”.
Durante el segundo día de la Cumbre, Obama sorprendió de nuevo positivamente, como puede verse en este despacho de El País: “Barack Obama restableció ayer la comunicación con el venezolano Hugo Chávez y le pidió, así como a otros líderes rivales y aliados de Estados Unidos en América Latina, ayuda para conseguir un diálogo fructífero con Cuba. El Gobierno estadounidense recordó que ese diálogo tiene como objetivo último la consecución de la democracia en la isla, pero advirtió que, en el camino, hay muchos asuntos, como emigración y narcotráfico, que pueden empezar a discutirse en un marco de normalización de las relaciones”.
La misma fuente admitió que no había habido compromisos específicos de parte de los dirigentes latinoamericanos de actuar en ese sentido y que la mayor parte de ellos insistieron en que Estados Unidos levante el embargo económico impuesto a Cuba en 1962.
Estados Unidos no parece, sin embargo, preocupado por las cautelas de algunos Gobiernos latinoamericanos respecto a su nueva política hacia Cuba, ni parece empeñado en pretender obtener resultados de inmediato. “Este es sólo el inicio de un proceso. El presidente ha dejado claro que nuestra meta es ver una Cuba democrática, pero hay otros asuntos de los que podemos hablar y que tienen que ver simplemente con la naturaleza de las relaciones de dos países que comparten continente. No hay condiciones inmediatas, esto es un proceso”, explicó una fuente oficial”.
Con declaraciones de ese tipo, Obama desarmó muchas emboscadas y trampas que se habían preparado cuidadosamente contra él, y lo hizo días después del anuncio que dio la vuelta al mundo en instantes, al eliminar las restricciones de la era Bush tanto a viajes de los cubanoamericanos y envío de remesas a la Isla, como ampliando posibilidades en otras direcciones, lo que fue muy bien recibido por cubanos de la Isla y de Estados Unidos, y prácticamente por todas las cancillerías del mundo.
Simultáneamente, desentonando con el entorno antiimperialista latinoamericano, señaló que el levantamiento del embargo está estrechamente ligado a la evolución democrática en la Isla, y que no sería levantado como reparación de una injusticia histórica ni mucho menos. Y para no comenzar por el final, señaló que había muchos temas de los que se podría comenzar a conversar si realmente el gobierno cubano está interesado en hacerlo.
Más que defenderse, Obama enfrentó al problema activamente, tomando la iniciativa, y a partir de ese momento ya no serían necesarios interlocutores “soft” tipo Lula, ni “duros” tipo Chávez, porque él mismo ofreció negociar directamente con Cuba si Cuba realmente estaba interesada. Y a pesar de todo el pragmatismo en las ofertas para comenzar a negociar, ni en un momento se olvidó de los valores que dan sentido a la democracia. Vetar la resolución final de la Cumbre por no mencionar a Cuba y “el bloqueo”, como amenazaba el ALBA, ya no tenía sentido: los “duros” tuvieron que conformarse con no firmar la declaración final, que a fin de cuentas solamente firmó el primer ministro trinitario Patrick Manning, designado “por consenso” para hacerlo a nombre de todos los participantes.
“La batalla campal que se había anticipado para la V Cumbre de las Américas no se produjo y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se dio un "baño de América Latina" abriendo una nueva etapa en las relaciones entre Washington y la región”, dijo el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Los hermanos Castro han ganado los “corazones y mentes” no solo de la opinión pública latinoamericana y caribeña, sino también de los gobiernos y cancillerías, en la batalla contra el “criminal bloqueo imperialista”, que comenzó con mucha fuerza a finales de los años ochenta, cuando se desmoronó el mito del campo “socialista” y terminaron los subsidios: desde Argentina a México y el Caribe, todos claman por el levantamiento del embargo, lo que no es más que el reflejo del criterio mundial en ese sentido, que se manifiesta cada año en las votaciones de Naciones Unidas, y donde las causas primarias del establecimiento del embargo, en respuesta a las acciones agresivas de Cuba contra Estados Unidos, o no se recuerdan o no se mencionan. Sin embargo, no pudieron ganar la batalla de la Cumbre de las Américas.
Muchos mandatarios del continente, quienes conocen perfectamente las condiciones dictatoriales y antidemocráticas de la sociedad cubana, al hablar del tema públicamente dicen “bloqueo” (el lenguaje de Cuba), no “embargo” (como dice EEUU), y los temas de los cambios democráticos y la liberación de presos políticos raramente se mencionan por cuando reclaman “el levantamiento del bloqueo”. En las escasas ocasiones que lo hacen, lo dicen de tal manera que más parecen caricias al régimen que reales exigencias. Por eso, “el presidente [Obama] les recordó que todos ellos están democráticamente elegidos, y que la democracia y el imperio de la ley en Cuba debería también ser una preocupación para ellos”, comentó un alto funcionario estadounidense.
Curiosamente, la separación de Cuba de la OEA y el establecimiento del embargo, independientemente de las causas que lo hayan motivado en su momento y de su “obsolescencia” o no en la actualidad, tuvieron como objetivo la creación de un “cordón sanitario” para aislar al régimen del resto del continente, pero tras cuarenta y siete años de funcionamiento de esa política el resultado ha sido absolutamente contraproducente, siendo Estados Unidos quien ha ido quedando aislado y enfrentado a América Latina y el Caribe en el tema cubano.
Lo que para Estados Unidos constituye sin dudas un arma muy efectiva en una eventual negociación con el régimen, se podría convertir en una herramienta oxidada de ceder a las presiones y el enfoque de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, que basados desde la desidia o el oportunismo hasta las mejores intenciones, y con buena dosis del antiimperialismo genético de nuestro continente, prácticamente exigen el levantamiento incondicional del embargo, precisamente la misma tesis defendida por Fidel Castro desde el principio, no como un elemento de negociación, sino como una injusticia histórica a reparar por “el imperio”.
Los mandatarios intentaron presionar al presidente de Estados Unidos con tales reclamos, pero además de que Obama se mantuvo firme en su posición en este tema, las decisiones sobre el embargo están en manos del Congreso, donde las presiones de los gobiernos del continente llegan, cuando llegan, con muchos menos decibeles, y no es un tema en el que el presidente Obama, enfrentado a los colosales retos de la crisis económica planetaria y la reconstrucción económica y social de Estados Unidos, tenga interés en invertir capital político en estos momentos.
Después de todo este proceso, es posible que la OEA y su secretario general tomen acuerdos sobre Cuba el próximo mes en Honduras, pero sin dudas van a tener muy poco efecto práctico, si es que tienen alguno. En el caso de la OEA, como en el del embargo, y todo lo que pase por la democratización, recibirá el rechazo absoluto y el desprecio de Fidel Castro. Si no hay alternativa sin pasar por la democratización, como debe ser y no hay razón para renunciar a ello, el proceso quedará empantanado.
Tal vez para resolver el dilema interamericano que representan Cuba y la OEA sería necesario reconstituirla mediante profundos cambios estructurales y conceptuales, como sucedió con la antigua Organización de Unidad Africana y la actual Unión Africana, dirigida nada menos que por Muamar el Khadafi. Sin embargo, esa idea no parece tener muchas posibilidades de prosperar.
Lo que si podría tal vez prosperar sería una “alternativa” paralela a la OEA, en cierto sentido como el ALBA de Chávez y Fidel Castro se creó, a golpes de petróleo, servicios médicos y maestros, como alternativa al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que promovió Estados Unidos y no logró materializarse: una alternativa de un mecanismo latinoamericano y caribeño, basado en una muy amplia colaboración técnico-económica y en aspectos de servicios sociales, donde no exista el estorbo de una Carta Democrática Interamericana, y pueda funcionar paralelo a la OEA, con Cuba como miembro pleno.
Si tal organismo fuese creado, sería competencia silenciosa y permanente de la OEA, restándole protagonismo continuamente, pues mientras la organización tradicional se iría concentrando en temas políticos y protocolares, las verdaderas preocupaciones del continente estarían en los temas económicos y sociales de la nueva organización.
Si fuera así, al final del cuento sería una victoria política de Fidel Castro, quien tendría que conformarse con que sea incompleta, al no poder lograr en vida el levantamiento incondicional “del criminal bloqueo imperialista” que siempre pretendió. Algo es algo.
En realpolitik, ganan los que juegan mejor. Y esta vez Barack Obama lo hizo mejor que los “duros”.
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