lunes, abril 27, 2009

El regreso de Fidel Castro/ Antonio Arencibia-Cubanálisis-El Think-Tank

El regreso de Fidel Castro
Antonio Arencibia/Cubanálisis-El Think-Tank

Cada día que pasa se hace más evidente lo que hace meses hemos estado avizorando: tras once presidentes norteamericanos ha cambiado la forma en que Estados Unidos está confrontando al régimen castrista. La afirmación del viejo dictador de que el presidente Barak Obama está siguiendo contra la “Revolución Cubana”, la misma línea de la decena de mandatarios que le precedieron desde 1959, es completamente falsa. La gente sabe en todas partes, -aunque no el pueblo cubano-, que desde hace más de cuatro décadas el gobierno norteamericano ha empleado la diplomacia secreta para intentar negociar el diferendo con el gobierno de La Habana. De esas gestiones son prueba los mensajes intercambiados, los emisarios especiales y las conversaciones sostenidas en distintos lugares entre funcionarios o emisarios del régimen y representantes de administraciones demócratas y republicanas. El quid de la cuestión es que Castro nunca quiso hacer concesiones.

La diplomacia secreta no caminó con Castro

La gran potencia norteamericana, aún en medio de la Guerra Fría, intentó varios acercamientos. Menos de un año después de la Crisis de los Misiles, el presidente John F. Kennedy autorizó contactos entre el embajador alterno, William Attwood y Carlos Lechuga, representante del régimen en la ONU, para explorar una propuesta de arreglo hecha por Fidel Castro a la periodista Lisa Howard. Estos contactos tomaron más vuelo cuando Kennedy hizo llegar a Castro una contrapropuesta. Aprovechando el viaje a Cuba del periodista francés Jean Daniel, el presidente ofreció el levantamiento del embargo a cambio de que el dictador cesase su apoyo a las guerrillas en América Latina. Al recibir este mensaje el 19 de noviembre de 1963, Castro le dijo a Daniel que Kennedy se podría convertir en “el más grande presidente de Estados Unidos, el líder que pudo finalmente compender que, hasta en América pueden coexistir capitalistas y socialistas.” El crimen de Dallas puso fin a la gestión del periodista francés.

Durante la presidencia de Gerald Ford, desde enero de 1975, siguiendo instrucciones del Secretario de Estado Henry Kissinger, se entrevistaron muchas veces en secreto el Secretario de Estad Adjunto William Rogers con Ramón Sánchez-Parodi y otros representantes de Castro, en busca de la normalización de relaciones Esta iniciativa del Ejecutivo y gestiones en el Congreso para levantar el embargo fracasaron completamente por la intervención de las tropas de las FAR en Angola. No obstante, en marzo de 1977, se produjo la Directiva Presidencial secreta, NSC-6 , de James Carter, por la que ordenaba a su equipo de política exterior “iniciar un proceso que conduzca al restablecimientos de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.” Aunque las negociaciones condujeron al establecimiento de Oficinas de Intereses respectivos en Washington y La Habana, las conversaciones secretas con Castro se interrumpieron porque la Administración Carter pedía que se retirasen las tropas cubanas de Angola antes de considerar el levantamiento del embargo. Después de esto, en diciembre de 1977, comenzó la intervención militar castrista en Etiopía, como colofón, en 1980 Fidel Castro autorizó el éxodo de 125 mil cubanos que recibieron refugio en Estados Unidos.

El 23 de noviembre de 1981, en México se encontraron en secreto el entonces Vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez y el Secretario de Estado Alexander Haig, durante la presidencia de Ronald Reagan. Ese contacto de alto nivel fue seguido, en marzo de 1982, por la visita secreta del embajador de norteamericano en la ONU, general Vernon Walters a La Habana. Se ha dicho que las negociaciones cesaron cuando Fidel Castro rechazó el levantamiento del embargo comercial si cesaba el envío de armas a los guerrilleros en Centro América. Lo cierto es que este fue el primero y último intento diplomático de Reagan, que decidió enfrentar la ofensiva global de Castro por medios propagandísticos y militares, como la creación de Radio Martí, la invasión de Granada y el enfrentamiento a las guerrillas en América Central.

Terminada la Guerra Fría, el presidente Clinton buscó un compromiso constructivo con el régimen de Castro. Aunque liberalizó los viajes y los envíos a Cuba, la respuesta del dictador fue la crisis de los balseros de 1994 y el derribo de dos aviones civiles de “Hermanos al Rescate” en 1966. Esto llevó a Clinton a firmar la “Helms- Burton” que convirtió el embargo en ley del Congreso. Por eso en reciente comparecencia, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton sacó conclusiones de lo que sucedió durante el mandato de su esposo, diciendo: “Vamos a proceder muy cuidadosamente en este proceso, porque sabemos lo que ha pasado antes”.

El problema para el régimen es que lo que se hizo de manera secreta durante casi medio siglo ahora está a la luz del día. Cumpliendo sus promesas electorales, el presidente Obama ha hecho la primera propuesta pública de negociaciones con La Habana de un gobernante norteamericano. Las vías secretas no se han abandonado totalmente, pero se han convertido en discretas: aunque algunos lo duden, la visita a Cuba de una delegación de congresistas afroamericanos del partido del presidente, inició el contacto quasi oficial entre los Castro y la nueva administración. Antes del viaje presidencial a Trinidad-Tobago, la Casa Blanca dio a conocer el decreto del ejecutivo sobre la liberación de los viajes y las remesas para los cubano-norteamericanos que incluye sugerencias al gobierno de La Habana de algunas medidas de respuesta requeridas para continuar este proceso.

Objetivos inalcanzables del régimen

¿Cuáles son los objetivos del régimen en estos momentos? Fidel Castro sabe bien que a pesar de todas las presiones desarrolladas en la V Cumbre de las Américas, es imposible un levantamiento del embargo porque no está en manos de Obama y le han hecho saber que si éste se compromete abiertamente a su eliminación puede poner en peligro su reelección en el 2012.

El escritor y político Néstor Carbonell en un artículo en la revista Forbes titulado “¿Rescatar al Régimen de Castro?”, resume la estrategia de la tiranía de fortalecerse por tres vías:

Primero, apuntalando su posición mediante negociaciones de alto nivel en Washington y su readmisión a foros regionales. Segundo, aprovechándose de los abundantes dólares de los turistas norteamericanos que vayan en rebaño, como complemento a los subsidios petroleros de Chávez, que se están reduciendo. Tercero, obteniendo líneas de crédito respaldadas por Estados Unidos y el acceso a la banca internacional y a fondos monetarios que le faciliten la renegociación o la cancelación de su enorme deuda externa de casi $ 30 mil millones, como fuera reportado recientemente por sus acreedores del Club de Paris.

La dificultad principal de La Habana para alcanzar el primer objetivo es demostrar con hechos que pueden iniciarse negociaciones de alto nivel. Esto requiere medidas que hasta ahora no se avizoran. Por otra parte, Castro ha rechazado totalmente el regreso a la OEA, aunque no rechaza que el gobierno que preside Raúl sea invitado a próximas Cumbres de las Américas. Para complicar más las cosas, el Ejecutivo norteamericano está obligado por la ley Helms Burton a oponerse al regreso del régimen a la Organización de Estados Americanos.

Para lograr el segundo objetivo, Fidel Castro, en su primera respuesta a las medidas de Obama liberalizando los viajes y las remesas de cubano-americanos hizo hincapié en que “esas prerrogativas” no se aplicaban a otros ciudadanos norteamericanos. Dos días después, en medio de una hemorragia “reflexiva” de 29 artículos en treinta días, Fidel Castro agradeció la carta de 12 altos militares estadounidenses retirados, que pidieron al presidente Obama que apoye y firme la “Ley sobre la Libertad para viajar a Cuba” ha presentada ante la Cámara por el representante demócrata, William Delahunt. El sábado 25 de abril Castro calificaba de “digno artículo” el que escribió Kathleen Kennedy Townsend para el Washington Post. En el mismo, la hija de Robert Kennedy habla de un Memorandum de su padre, cuando era Fiscal General en la Administración de Johnson, en el que se mostraba favorable a eliminar la regulación que prohibía entonces los viajes a los viajes de estudiantes norteamericanos a Cuba.

Pero una dificultad para el logro de ese mismo objetivo es que Castro ha rechazado la eliminación de la tasa impositiva contra el dólar que penaliza a los recipientes de ayuda familiar en esa moneda ya que son considerados un sector “privilegiado” de la sociedad cubana. La negativa del régimen de eliminar el gravamen de la moneda norteamericana en el cambio por Pesos Convertibles Cubanos (CUC) obstaculiza la posible llegada de cientos de miles de turistas norteamericanos. ¿Se atreverá el régimen a imponerles un 20 porciento de impuesto a sus dólares? No parece que sea posible. La experiencia indica que la reacción típica del turista norteamericano no es de actuar como rebaño: son hipercríticos y rechazan lo que consideran injusto. Su reacción no será violenta pero “votarán” con sus dólares, marchando a Quisqueya, Borinquen o hasta China, como han hecho hasta ahora. Si en Cuba el gobierno decide eliminarle la abusiva tasa y se la mantiene a los “privilegiados” cubanos que los reciben, los “yanquis” constatarían el descontento popular y comprobarían que funciona el aparatheid contra los nacionales en todas las esferas.

Para lograr el tercer objetivo habría que desmantelar el embargo en el Congreso de Estados Unidos, pues la Ley Helms Burton codifica la prohibición de otorgar al gobierno cubano “créditos gubernamentales o privados” estableciendo los pagos en efectivo y por adelantado de las ventas de medicamentos y alimentos. Pero esa ley además contiene una declaración oponiendose a la membresía del régimen en las instituciones financieras internacionales. Por eso, es inútil la petición del ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, de que Cuba regrese al Fondo Monetario Internacional (FMI) del que se retiró en 1964. Además, no es ocioso señalar que en el hipotético caso de que el régimen accediera de nuevo a ese organismo financiero, tendría que someterse a una serie de controles para antes de recibir créditos. Es impensable que la dictadura admita la fiscalización de sus pagos de deuda externa y del nivel de sus reservas en divisas o la obligación de cumplir medidas financieras de carácter estructural.

A pesar de todas esas dificultades Fidel Castro hace desmesuradas peticiones sin dar nada concreto a cambio. Hablar sí, aunque solo de lo que le conviene. Ni siquiera va a discutir “todo-todo” como ha dicho su hermano. Por eso se ha visto obligado a rectificar el desliz de Raúl que habló de discutir con Estados Unidos hasta de presos políticos y derechos humanos. Esa declaración, -dice el viejo dictador-, fue “malinterpretada”, pues de lo que se trataría es de la liberación y destierro de los prisioneros de la Primavera Negra y sus familiares en intercambio por sus cinco agentes convictos por tribunales norteamericanos.

El mismo Castro 45 años después


En febrero de 1964, a instancias de Fidel Castro, la periodista Lisa Howard escribió en La Habana el mensaje del dictador a Lyndon Johnson que acababa de comenzar su breve primer período presidencial tras el asesinato de Kennedy. El documento ya desclasificado, forma parte de la colección de la “Biblioteca y Museo LBJ” en Austin, Texas y dice en su primer párrafo:

Hágame el favor de decirle al presidente Johnson que sinceramente deseo su elección en noviembre a la Presidencia…aunque eso parece asegurado. Pero si hay algo que yo pueda hacer para sumarme a esa mayoría (aparte de retirarme de la política), tendré mucho gusto en cooperar. En serio, veo que los Republicanos usan a Cuba como un arma contra los Demócratas. Así que dígale al presidente Johnson que me haga saber si hay algo que yo pueda hacer.

Como vemos, 45 años después, Castro dice casi lo mismo, pero esta vez lo pone en boca de sus visitantes de la delegación del Caucus Negro del Congreso de Estados Unidos. Escribió que uno de los representantes había hablado de la necesidad de Obama de reelegirse y que cambiaría “la política hacia Cuba, pero Cuba debía ayudarlo también”. Considerando el histrionismo del personaje, es más verosimil la versión del encuentro con el dictador que dio a la prensa la representante Laura Richardson:

Mientras se aproximaba, nos miró directamente a los ojos, bastante al corriente de lo que estaba ocurriendo, y nos dijo: ¿Cómo podemos ayudar al presidente Obama?

El Comandante está prácticamente de regreso a los primeros planos de la política. Por eso no hay que extrañarse que el “Presidente-Raúl” evite pronunciarse sobre el tema esencial de la nación, que son las relaciones entre Cuba y Estados Unidos o que Castro le rectifique cuando lo haga: Desde la Proclama el general ha hecho saber públicamente al gobierno norteamericano que es mejor negociar en vida de su hermano. Por eso el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Robert Gibbs no debería hablar en plural cuando dice que en estos momentos “los líderes de Cuba parecen un poco menos seguros de sí mismos”. Va por el mismo camino erróneo de Moratinos cuando se niega a comentar las declaraciones de Fidel Castro porque solo lo hace con las “de aquellos que dirigen el país en estos momentos”. Aunque el vocero norteamericano y el canciller español pueden estar tratando de introducir una cuña entre los dos hermanos, ignoran que el Comandante es quien tiene la última palabra en las relaciones con Estados Unidos y en todos los temas estratégicos.

Sabiendo en manos de quién están las decisiones, la pregunta que hay que hacerse ahora es :¿Tendrá Fidel Castro el tiempo y el vigor para hacer los “gestos” que le pide Obama o los empleará para atrincherarse en inalcanzables exigencias?

Castro ya no tiene los elementos desestabilizadores de otras regiones que antes podía negociar: ni tropas en Africa, ni guerrillas o armamentos en América Latina. Pero lo que ahora le pide Obama, debilitaría el poder totalitario que construyó durante medio siglo en la Isla. Antes de soltar el control, prefiere volver al enfrentamiento público con el “Imperio” y a los contactos secretos con los políticos norteamericanos. No hay que dudar que por ese camino se presente al VI Congreso del Partido Comunista con el uniforme de Comandante para proclamar “la irreversibilidad del Socialismo” y aplastar las esperanzas de cambio de parte de la nomenklatura y de la población.

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