Con la autoridad moral ganada, Manuel Vazquez Portal tiene todo el derecho de denunciar no solo al regimen castrista, sino tambien a todos lo que pueden hablar y permanecen indiferentes ante la tragedia de Juan Carlos Herrera.
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Coserse la boca
Por Manuel Vazquez Portal
Juan Carlos Herrera Acosta está otra vez en huelga de hambre. Han pasado cinco años desde que hicimos juntos la primera. Entonces padecíamos en la cárcel de Boniato. Era septiembre de 2003. La primavera negra escandalizaba al mundo. El grupo de los 75 era aún un atractivo periodístico. Las Damas de Blanco estrenaban su clamor. La indiferencia no había roído las esperanzas. La política del gobierno socialista español todavía no había socavado los pilares de la solidaridad. No había conseguido coserle la boca a la Unión Europea.
Cinco años y cinco meses después Juan Carlos tiene que apelar otra vez a la huelga de hambre. Una celda de la cárcel provincial de Holguín escucha los alaridos de su yeyuno. Ha de estar en calzoncillos tendido sobre el piso rugoso. No siente las mordidas de los insectos. Está dispuesto a morir.
Con los ojos cerrados aparta todo pensamiento que incite al apetito. Ve como la piel pierde su elasticidad, como se deshidrata. Siente escalofríos que lo estremecen. Cuando intenta incorporarse se marea. Intenta no sudar. Pero una transpiración fría parece congelarlo. Ha de tener la presión arterial muy baja. Los glúcidos en la sangre comienzan a escasear. El brillo en la mirada empieza a apagarse. No mingitará. No defecará. Dentro de poco la autofagia irá devorando los fluidos del cuerpo. Verá todo como difuminado. Escuchará todo como un rumor lejano. Puede morir.
Juan Carlos comenzó la huelga el día 18 de agosto. Sólo pidió que lo trasladaran a la cárcel de Guantánamo. No quiere que otro familiar muera en el intento de ir a visitarlo. Su única hija ya perdió la vida en un accidente de tránsito mientras viajaba para verlo. Pero los carceleros no accedieron. No tuvo más remedio que irse al laberinto del hambre, la soledad y las alucinaciones. Las órdenes superiores son que sufra. El se rebela. Puede morir.
Pero Juan Carlos no está solo. El día 21 se le unieron Orlando Zapata Tamayo, Alfredo Domínguez Batista y Luis Mariano Delís. Para entonces ya Juan Carlos había enhebrado una rústica aguja y había zurcido sus labios con la crudeza de un sanitario de guerra. Tres puntadas se infectaron. La inflamación y el pus borraron los posibles gestos de rabia o de dolor. La fiebre subió. Hizo delirar. El día 31 las autoridades penitenciarias dijeron a familiares y amigos reunidos a la puerta de la cárcel que Juan Carlos había sido trasladado a la enfermería. Hasta entonces no le habían brindado atención médica.
En realidad nunca le han brindado atención médica. Juan Carlos, de tantas enfermedades, padece hasta vitiligo. Cuando lo conocí en la cárcel de Boniato arrastraba padecimientos que había contraído en su anterior prisión política. No logro imaginar cuán deteriorada debe estar ahora su salud. Ha de ser sólo un aliento que se yergue, un espíritu que se empina, una valentía que palpita.
Como periodista independiente denunció los horrores de la prisión política, dio a conocer brotes de enfermedades infectocontagiosas encubiertas por las autoridades cubanas, divulgó los padecimientos de la población de su ciudad natal, analizó las condiciones de una nación en ruinas. Como preso político ha sido indoblegable durante cinco años, cinco meses y 13 días. ¿Es posible que nos dejemos coser la boca por la propaganda del régimen y la indiferencia de Luises Michel, Tarcisios Bertone y Moratinos? ¿Será ese el mensaje que nos envió desde una celda Juan Carlos Herrera Acosta cuando con una aguja quizás mohosa y un hilo sacado de sabe Dios dónde se borró la voz y la sonrisa?
Hasta hoy que sangro estas palabras, la historia de un preso político cubano del grupo de los 75 encarcelado en marzo de 2003, que muere de hambre por defender sus principios, sólo ha aparecido en las vilipendiadas ondas de Radio Martí, en la humilde página de Cubaencuentro, en la más humilde página de Cubanet, en el grito desesperado de un comunicado de prensa del Directorio Democrático Cubano, radicado en Miami, y en un contundente reclamo del Comité de Protección al Periodista, con sede en Nueva York. Eso es todo. La gran prensa está atenta a otras noticias. La crisis económica. La batalla entre McCain y Obama. El conflicto en el Medio Oriente. Las Olimpíadas de Pekín. La muerte de Juan Carlos puede esperar. Quizás por eso se cosió la boca. Para que los que pueden hablar se la descosan y no lo dejen morir también de un cómplice silencio.
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Muy débil preso político en huelga de hambre
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