lunes, agosto 18, 2008

¿Como irían las cosas con Obama?/ Haroldo Dilla Alfonso

Del profesor, investigador y amigo Haroldo Dilla, reproduzco su articulo ¿Como irían las cosas con Obama?. La operacion Caiguaran sigue en marcha ahora en su 4ta etapa. La 5ta fase comenzara en el momento en que sea elegido un nuevo presidente de los Estados Unidos. Raul conoce perfectamente que no tiene solucion interna para los graves problemas acumulados durante decadas particularmente los que dependen de financiamientos. Celulares, computadoras y entrega de tierras en usufructo no son medidas cosmeticas como se ha dicho, sino operaciones militares de distraccion de la poblacion y algunos sectores externos. Por otra parte Raul sabe que ha llegado para gobernar 4-5 años y su tarea central es dejarle a la nueva direccion que estan preparando un pais controlado politica y socialmente [no digo ideoligicamente] y con un volumen de inversiones estranjeras en sectores claves que sean fuentes de financiamiento para los programas sociales mas urgentes, transferencia de tecnologia y acceso a los canales internacionales de comercializacion y de creditos, que a su vez garanticen la sustentabilidad del sistema diseñado. Hay indicios significativos que permiten formular una hipotesis de la estrategia que Raul implementara a partir de ese momento:
En varias oportunidades Raul ha tendido el ramo de olivo a los Estados Unidos. Ha expresado que Cuba negociaria poniendo solo como condicion el respeto mutuo. Cuba ha intensificado una campaña de tensar las relaciones bilaterales por diferentes medios con el deliberado proposito que Cuba sea una prioridad en la agenda internacional del nuevo presidente. Cuba es un apetitoso mercado de 11 millones de personas que necesitan desde papel sanitario hasta autos y viviendas [cierto que hoy son solo necesidades que en un por ciento elevado no se estructuran como demanda que requiere el poder adquisitivo para ello, pero esto es un proceso interactivo y dinamico], con lo que se convierte en un importantisimo mercado emergente. No hay espacio en un simple comentario para analizar el peso de la geopolitico y geoecomico de la zona economica de exclusion de Cuba cuando es cierta y real la avidez por la energia sobretodo del imperio a 90 millas de la isla. No hay inmovilista, senador, presidente o general que aguante eso. Es una oferta del Godfather imposible de rechazar. [Laz]
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Un buen amigo, nada sospechoso de izquierdismo y fiel a su condición de cubano/americano me dijo hace unos días que no debería hacerme muchas ilusiones con Obama. Es, me dijo, un condimento diferente para los mismos frijoles. Y creo que fue un agudo comentario, sobre todo una advertencia para quienes han querido ver aquí un cambio fundamental y luego querrán ver una traición cuando el cambio no se produce y deben justificar sus propias frustraciones.
Pero comencemos reconociendo que los condimentos son importantes en un plato de frijoles.
En los detalles, se dice, puede estar el diablo. Y el hecho de que las ultimas primarias demócratas hayan sido disputadas por un wasp crítico del sistema, una mujer liberal y un afroamericano hijo de un inmigrante es un indicador interesante de por donde pueden moverse algunas coordenadas políticas en la sociedad norteamericana, en la que en tres décadas las minorías de hoy serán mayoría, como llegaron a ser los “bárbaros” en el imperio romano desde el siglo III. Y es muy probable que Obama sea elegido presidente, como reacción de una sociedad cansada de Bush y lo que el significa, un hombre de capacidades mentales muy reducidas que se cree recadero de Dios y que ha tratado de retrotraer al punto cero muchos avances democráticos y liberales.
En consecuencia, con Obama se pueden esperar cambos importantes que harán al mundo más respirable. Digamos que se puede esperar que EU formule una política ambiental menos depredadora que la que ha llevado a cabo Bush el chico; tenga una mayor disposición al diálogo en temas internacionales que su disléxico antecesor (lo cual estará también condicionado por el bochornoso fracaso en Irak) y al interior de su sociedad también puede esperarse una mejoría en las libertades individuales (punto clave del sistema americano) y en los servicios sociales.
Pero nada de ello es fundamental. Lo fundamental es que Obama –o Mc Cain si otro fuera el resultado- tendrá que lidiar con la declinación de la hegemonía norteamericana, y tratar por supuesto de recomponerla.
Si entendemos por hegemonía la capacidad de alguien para hacer avanzar a los demás con el avance propio y convencerlos de que es así, entonces la hegemonía norteamericana se hundió en la crisis de los 70s y la guerra de Vietnam. Los neoconservadores quisieron reestablecerla programáticamente en varios momentos, la última desde 1997 con aquel manifiesto por un “nuevo siglo americano” (dos de cuyos autores eran Rumsfeld y Wolfowitz) pero no pudieron cuando tuvieron la oportunidad con Bush el pequeño. Hoy la economía norteamericana esta cada vez más desgastada, afectada por el sello rentista de una sociedad que aspira a consumir más de lo que pude pagar, agujereada por déficits en todos sus costados y con la mitad de sus bonos del tesoro y un tercio de los activos de Wall Street en manos de extranjeros.
Su único recurso inapelable es la fuerza militar, es decir la dominación. Y por ello la supremacía norteamericana requiere de una condición a la que Obama no puede renunciar: el conflicto regional o al menos el juego con amenazas creíbles. Y Obama, si llegara a ser presidente, encontraría en este sentido un escenario harto complicado.
La clave de la política mundial actual es la energía. El costo del petróleo ha subido por una razón absolutamente estructural: es un portador energético cada vez más escaso y su extracción es crecientemente más cara. Y los dos cotos petroleros por excelencia –Venezuela y sobre todo el Medio Oriente- están expuestos a amenazas radicales antinorteamericanas. En el Medio Oriente y Asia Central el control norteamericano está asentado en pilotes movedizos, como son los corruptos y autocráticos regímenes de Arabia Saudita y Pakistán, por lo demás expuestos a las tentaciones del fundamentalismo islámico. Y soporta presiones cada vez mayores de los chinos, rusos y otros emergentes que disputan partes significativas de los combustibles y de las lealtades.
Pero incluso en este punto hay un límite, que está dado por el precio de las guerras americanas. El costo de una guerra librada por Estados Unidos es siempre tan alto que significa una pérdida aun cuando se gane. Por ello tienen una limitación crucial para lanzar este tipo de operación. Corea del Norte e Irán han hecho lo que han querido con la diplomacia norteamericana, a sabiendas de que con el empantanamiento en Irak solo iban a pagar el costo de ver en televisión los pataleos de Condoleezza Rice. Y en Irak el supuesto éxito postrero de la política americana ha consistido en sacar a los soldados americanos de las áreas calientes, fortalecer a los iraquíes –principalmente a los mandos del mismo ejercito de Saddam- para librarse de la pesadilla de Al-Qaeda y retirarse dejando atrás un estropicio monumental que no tardará en volverse en su contra y de sus aliados como Turquía, y en beneficio de enemigos como Irán.
El imperio americano en decadencia continuará afrontando disidencias muy costosas con capacidades decrecientes para afrontarlas. A las disidencias duras –como Irán y Venezuela- se unen las “blandas”, menos aparatosas pero no menos efectivas, como ha sido la evidente conformación de un bloque China/India/Suráfrica/Brasil en algunos foros económicos mundiales que están entorpeciendo la conformación de un nuevo orden económico mundial a la medida de los países desarrollados noratlánticos.
En América Latina habría pocos cambios, y con Obama seguiríamos padeciendo una política centrada en casos conflictivos que probablemente dejará sentir las inclinaciones proteccionistas de los demócratas y un mayor énfasis en los derechos humanos. Un gobierno como el de Colombia, tendrá que ajustar algunas de sus prácticas a estas normas, pero finalmente será apoyado pues es vital para el equilibrio estratégico en la región. Venezuela contará con mejores condiciones para el dialogo, y Chávez, que necesita tanto del conflicto con Estados Unidos como de su mercado para poder gobernar, mantendrá su verborrea antiimperialista al mismo tiempo que cuidará su acceso.
La incógnita es Cuba.
Es predecible que en muy poco tiempo Obama, de ser electo, llevará el bloqueo/embargo a la situación en se encontraba el mismo día en que a Bush le fue bien con su gigantesco fraude en La Florida, para lo cual solo tiene que mover las fichas en dirección opuesta a las jugadas restrictivas de los últimos años: levantar las limitaciones al envío de remesas y a los viajes de los cubano/americanos, dejar de entorpecer los intercambios académico/culturales y relajar un poco los tirantes de la Helms Burton. Incluso es posible que lo continuará demoliendo –en verdad es un monstruo jurídico que solo puede morir poco a poco, por desangramiento- como lo hizo Clinton, y dará pasos –por acción o por abstención- en la dirección de legalizar las visitas de norteamericanos a Cuba, las inversiones y el comercio. Demolición que ciertamente se aceleraría si la economía cubana fuera capaz de atraer la atención de sectores económicos poderosos, como hoy lo hace respecto a los productores agrícolas del medio oeste. Por ejemplo, por el petróleo y por el turismo.
Pero no queda claro que haría el nuevo gobierno cubano. Bajo la férula de Fidel Castro, todos los tenues guiños norteamericanos recibieron un portazo, desde Carter hasta Clinton, pues los dirigentes cubanos necesitaban más el conflicto que el entendimiento para sus políticas internas. Y en particular sus últimos años transcurrieron en medio de deshidratantes marchas “antiimperialistas” que aún la población cubana recuerda como un horror sin fin. Siempre se ha dicho que Fidel fue capaz de derrotar las políticas injerencistas norteamericanas por cuatro décadas, y es cierto hasta cierto punto. Pero se omite que lo hizo entregándose al arrullo de los subsidios soviéticos, aherrojando a la sociedad cubana al punto de coartar los contactos con las familias emigradas y finalmente sometiendo a todo el país a un stress paralizante y empobrecedor. En este sentido el bloqueo fue eficaz: sacó definitivamente a la revolución cubana de la lista de alternativas latinoamericanas por un futuro mejor.
Ahora la situación pudiera ser diferente. Los dirigentes cubanos necesitan apelar más a un incremento del nivel de vida de la población si quieren mantener al sistema oxigenado. Y para ello necesitan las relaciones con la comunidad cubana emigrada (principalmente en Estados Unidos), las inversiones norteamericanas y el acceso al mercado de este país. Aunque la mejor opción para Cuba sería una normalización de relaciones sin condiciones –y también lo más justo y decente- es difícil que pueda conseguirse dado el uso interno del tema cubano en Estados Unidos. Y por consiguiente se abre el espacio a la duda acerca de hasta que punto funcionaría el pragmatismo y la audacia de los dirigentes cubanos ante un presidente liberal dispuesto a mover fichas. Una duda crucial de hasta que punto los dirigentes cubanos están dispuestos a ceder en este diferendo desigual para ganar en lo fundamental.
Por el momento, no ha habido reacciones formales de la parte cubana. Si se trata de cautela expectante de cómo puedan venir los acontecimientos, es muy razonable. Pero me aterra pensar que la cuestión vaya en la dirección de los lamentos de viejos dinosaurios sacando del baúl el encantado Carril 2, el mismo argumento que sirvió para aplastar opiniones criticas y reprimir a sus exponentes. Y presentándolo como el principal problema para la supervivencia de “la patria, la revolución y el socialismo”.
En otras palabras, una invitación bien conocida al atrincheramiento inmovilista frente a un enemigo tan solicitado, o más, que los propios amigos. Un ardid bien conocido de una clase política que ha estado acostumbrada a gobernar recurriendo al argumento de la amenaza externa, cierta o imaginada. Y sin la cual, posiblemente, no puede vivir.

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