Por Álvaro Taboada Terán
El autor es Doctor (Ph.D) en Estudios Internacionales.
Cuba y Taiwán: dos islas, dos realidades
Cuba y Taiwán han seguido modelos político-económicos opuestos y obtenido resultados dramáticamente distintos: Taiwán, con su democracia y libertad económica, ejemplifica al progreso científico-tecnológico, empresarial y social. Cuba, con su “revolución” fosilizada, está en harapos.
Taiwán con 36,000 kilómetros cuadrados tiene 23 millones de habitantes (aproximadamente 709 por km cuadrado). En 1959 Taiwán era menos desarrollado que Cuba, a pesar de que ésta sufría la corrupta dictadura batistiana. Hoy el Producto Interno Bruto (PIB) taiwanés excede los US$680,000 millones, US$29,500 anuales per cápita. Gran parte de su producción es de alta tecnología, a tono con esta nueva era del desarrollo humano que Peter Drucker denominara “la economía del conocimiento”, alcanzada solamente por países practicantes del libre mercado en diversas tonalidades, y casi todos ellos democráticos, incluido Taiwán
Cuba tiene alrededor de 110,800 kilómetros cuadrados, poblada por 11 millones 220,000 habitantes (101 personas por km cuadrado). Hay mucho más espacio y recursos naturales en Cuba que en Taiwán. Pero el PIB per cápita cubano (puesto generosamente) es de US$1,700 anuales, 5.72 por ciento del taiwanés. En contraste con Taiwán, Cuba (tras cincuenta años de comunismo) es un país tercermundista, de pobrísimo nivel tecnológico: Produce bienes agrícolas, minerales, y algunos farmacéuticos y biológicos.
Muchos de los magros ingresos cubanos provienen de otra actividad tradicional: el turismo extranjero. El castrismo impulsó aquí otra hazaña de “la dignidad revolucionaria”, el apartheid cubano: el pueblo castigado por entrar a hoteles turísticos. Tal infamia no existe en países democráticos.
La economía de la Cuba socialista es parasitaria. Primero la apuntaló la URSS con subsidios superiores a cinco millones de dólares diarios (de aquella época). Paralela y crecientemente, ingresaban e ingresan las remesas de los exiliados en Estados Unidos. La remesas del exilio no han faltado a pesar del “bloqueo” (como malintencionadamente le llaman los radicales a un simple embargo parcial de Estados Unidos, que deja a Cuba absoluta libertad para comerciar con el resto del planeta. (Además, ¿por qué ansían comerciar con un imperio explotador?). Las remesas paliaron el horrendo “período especial” posterior a la muerte la URSS. Luego vino Chávez al rescate con subsidios no menores al 10 por ciento del valor de las exportaciones cubanas.
Por razones ideológico-económicas, Cuba ha tenido entre sus exportaciones más valiosas asesores militares y de inteligencia, muchos de ellos comprometidos con la represión brutal de gobiernos radicales a fines del siglo pasado. Otra exportación son médicos cuyas misiones positivas tienen además un fin ideológico-político: legitimación y propaganda internacional del castrismo. Médicos disidentes han denunciado que los dólares de sus salarios en el extranjero van al gobierno cubano mientras sus familiares retenidos en Cuba reciben pesos.
Por debajo de la súper privilegiada alta dirigencia partidaria y militar, hubo en Cuba (en vida de la URSS) un pronunciado igualitarismo entre el inmenso resto de la empobrecida población, igualitarismo logrado en parte por los subsidios soviéticos. Pero se viene perdiendo hasta aquella gris y asfixiante igualdad en la pobreza. El renombrado experto en economía cubana Carmelo Mesa-Lago señala que desde los años noventa las diferencias salariales extremas crecieron de 829 a 1 en 1995 hasta 12,500 en el 2002. Del 50 al 65 por ciento de la población recibe remesas con un promedio per cápita anual de US$103 (la cifra actual es mayor), aunque los negros reciben US$31. En cuanto a las escuálidas cuentas bancarias del pueblo, tres por ciento de cuentas (mayores de 10,000 pesos) representaban 46 por ciento de los depósitos, mientras el 66 por ciento (cuentas con 200 pesos o menos) sumaban el dos por ciento de los depósitos totales.
El desastroso déficit habitacional supera un millón 600,000 viviendas, con los negros en los peores barrios. Existe además un enorme desequilibrio entre La Habana y las provincias, asimetría en la miseria existente sólo en el capitalismo según la desacreditada teoría de la dependencia. Dentro de la pobreza abunda la prostitución, otro “mal propio del capitalismo”(¿?).
Mientras alrededor del mundo abundan los productos tecnológicos avanzados, firmas y turistas taiwaneses, el castrismo exporta materias primas, impide la libertad de viajar y expresarse, y prohíbe o limita el internet. Saliendo de las cavernas autorizó (¡Gran conquista revolucionaria!) comprar celulares, televisores (valen unos US$1,000), arroceras y tostadoras, casi imposibles para salarios de US$17 ó US$20 mensuales. A esto llaman los castrófilos, truculentamente, “la libertad revolucionaria”. Se supo el 22 de mayo que (otro gran gesto socialista) el castrismo permitió viajar a Argentina (tras 10 años de gestiones) a Hilda Molina (82 años) para conocer a sus nietos. Su crimen: ser la madre de una doctora erguida ante el sistema. Tristemente hay poco que celebrar en mayo en Cuba mientras sobrevivan estas realidades.
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