Esto de los estudiantes “protestando” frente a Alarcón me parece un acto de inocencia extrema, empujado por la incertidumbre y la esperanza, dualidad que ha embarcado a más de uno en el pasado. Por allá por los 90, a inicios, estas reuniones de “balance” eran pan de cada día, y se decían cosas mayores y de peso, y se renunciaba al carné de la UJC con ese descaro que tanta falta hace a la hora de destruir “revoluciones”. Y es que los ciclos de la historia se repiten. O mejor, los repiten a conveniencia en ocasiones.
A los ilusos se los digo, el gobierno de La Habana no quiere cambios verdaderos, porque esa propia mutación podría generar el fin de su existencia, y es cosa sabida que este tipo de regímenes se alimenta de la ostentación y del control absoluto del poder. ¡No hay otra forma! Yo también creí alguna vez en esa transición interna, reposada y hasta justa hacia un sistema libre y democrático, pero me equivoqué como quienes se equivocan ahora esperando de la hebefrénica monstruosidad un signo de cordura. ¡No pierdan su tiempo, caballeros! Posiblemente habrá violencia y hasta miedo. No somos la URSS y la caída del muro de Berlín quedó hace mucho tiempo atrás. Para que las revoluciones dejen de ser tales han de ser barridas de la historia, de los libros y sobre todo del espíritu de la gente. Y eso no se consigue sembrando flores y discurseando poemas en los campus.
Esos jóvenes que piden soluciones serán ignorados en el mejor de los casos. Y se desencantarán e intentarán escaparse de la isla a como de lugar, o se convertirán en Winston y acabarán amando al Gran Hermano. Los menos, entre el hambre y las falsas acusaciones, sufrirán el odio de la bestia desbocada y la incomprensión de buena parte del exilio, de esos que sólo reconocen lo “económico” como un motivo digno. Y no quiero decir que la pesadilla será eterna. El final está muy cerca, pero convergirá como estadio final de Múltiple Mieloma, como metástasis de Astrocytoma. El castrismo morirá de muerte natural, entre estertores y leucémica sangre.
¿Y las palabras de Alarcón? No merecen la pena. No soportan el menor de los análisis, al fin y al cabo ejercicio irrelevante y pobre que no conduce a ningún lado. Es de muy poca seriedad intentar encontrar afanes o desagravios en algún rincón de su diatriba.
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