Por Ana María Díquez
Señor Presidente:
Ese flux negro, imponente, suave al tacto, de firma, le confieso que me impresionó. Su robusta humanidad envolviendo aquella vestimenta boliburguesa, fabricada en París, para lucir en el primer show mediático de lo que ha llamado su gran misión humanitaria, me dejó sin aliento. No era el mismo de la camisa roja revolucionaria, la roja rojita tan publicitada por su carnal Jorge Rodríguez.
Era un flux, un traje estilo Sarkozy. Una pinta majestuosa, de rey, de mandatario imperialista.
Brillante, como de seda, perfecto en el corte, justo a su talla, a tono con el corte de cabello y su tono negrísimo, cabalmente combinado con la impecable camisa blanca y la corbata de origen italiano, roja, anudada a un cuello bastante ampuloso.
Ahí estaba usted frente a los corresponsales extranjeros, vestido de señor serio, revelando sufórmula mágica para rescatar a tres rehenes en poder de los ángeles de Tiro Fijo, con permiso del presidente Uribe. Tres rehenes , de tres mil, entre ellos muchos niños que han sido robados para formar parte de las milicias revolucionarias.
Entre cuentos de caminos y respuestas incoherentes, con una voz de galán de televisión, confesó a todo el auditorio mediático, el íntimo deseo de sentarse de tú a tú con ese pan de Dios, de nombre falso Manuel Marulanda, de apodo Tiro Fijo, autor de miles de asesinatos a sangre fría, el más reciente y doloroso, falto de compasión fue el asesinato de 11 diputados, a quienes a sangre fría se mató por la espalda y usted ni se inmutó.
Pues obviando tales minucias, usted desea con toda el alma conversar con ese su ídolo, porque siempre ha dicho que es un guerrillero a tiempo completo "Mientras llegábamos a la Sierra Maestra, me imaginaba que había sido un soldado en ella, yo soy un soldado guerrillero de la Sierra Maestra y del Cuartel Moncada", dijo en su visita a Santiago de Cuba, a donde llegó vestido de rojo Papá Noel , para regalar 100 casas y firmar 14 acuerdos, mientras acambio le obsequiaban el fusil de Fidel y una réplica del machete del General Maceo, símbolos de que será invencible, según las palabras de Raúl Castro.A la misma hora , en el estado Vargas, centenares de damnificados lloraban al pie de las ruinas de sus viviendas, esperando por una mano amiga y misericordiosa que es la suya, Comandante, mocha para los venezolanos, generosa para el resto del mundo.
Sé que tiene poco tiempo de leer las noticias nacionales y sólo quiero refrescarle la memoria y recordarle que no es usted, todavía, el comandante en jefe de las FARC, sino el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, por más guerrillero que se sienta en el fondo de su corazón, ya que ha denominado a esta misión de rescate un acto de amor, sí, y de reconocimiento a la ternura de los narco revolucionarios.
Pues quería contarle que mientras usted andaba brincando de París a Cuba, de Cuba a Argentina y otra vez a Cuba, aquí, asesinaron a 142 personas sólo en las fiestas navideñas, 60 en Caracas; en el fin de año murieron tres menores de dengue y enAragua se han reportado diez mil víctimas de este mal que se puede evitar sólo con buenas medidas sanitarias.
Usted que se las da de misionero del amor, levante la voz por los 148 venezolanos secuestrados por guerrilla y hampa en las fronteras de los Llanos, Táchira y Zulia. Hay que llorar por Ingrid, cómo no, pero aquí llanto, hay dolor, hay desesperación. El oeste caraqueño navega en basura , mientras usted navega en el mar de la felicidad y sólo espera el final feliz de su empresa de rescate para darle una bofetada a Uribe.
Ya una de las rehenes , Clara González, ha pedido que no se haga un show con su hijo, pero usted quiere fotografiarse con Emmanuel en sus brazos. No le discuto su protagonismo, ni que sienta que debe estar junto a esas tres personas a las que ha ayudado a salir de un infierno, pero ellas lo que desean es llegar a sus hogares, ver a los suyos, abrazar a sus amigos.
Olvídese por un momento de ser el centro del mundo y por Dios, vuelva su mirada a este país desgobernado, desorganizado, empobrecido y triste. Ayúdelo con el mismo amor con el que ayuda a los demás. Recuerde que este es su país.
Y si no, váyase usted al carajo, señor Presidente, si no se decide de una vez por todas en recomponer a esta nación destrozada por su culpa.
En este fin de año, váyase a su casa, reúnase con su familia, abrace a su papá, a su mamá, a sus nietos y a sus hijos, a su mujer si la tiene, para que entienda lo que es un acto de amor y qué sentiría, si alguno de ellos le faltara.
Ana María Díquez
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