Ultima parte de la entrevista que le hiciera Juventud Rebelde y titulada nada menos que "A mitad de cien caminos, la voz breve". Sera de Abel el titulito? / A mitad...? / Cien caminos ...? / ...voz breve? Enigmatico el titulito!
"—En una vieja entrevista dijo estar mentalmente preparado para una reconciliación permanente entre un doctor Jekill diurno y burocrático y un Hyde nocturno y cazador de palabras. A estas alturas, ¿no padece el agotamiento que se conoce como «la fatiga del metal»?
—Jamás mi cargo me ha exigido que haga cosas que contradigan ni mi historia ni mi integridad como intelectual y como persona. La encrucijada en que me veo todos los días, no es de carácter ético, en lo absoluto (sería una situación intolerable para mí y para cualquiera con un mínimo de decencia); sino que tiene que ver, también, con esa «fatiga» que mencionan ustedes y, sobre todo, con el tiempo para Mr. Hyde, es decir, el tiempo imprescindible para leer, para escribir, para practicar un poco de «ocio fecundo». Y, por supuesto, no tengo que esperar a que llegue ese «algún día» futuro para lamentar tanto tiempo empleado en lo administrativo.
—Si bien la prensa cubana ha informado sobre fraudes económicos y casos de corrupción, ¿coincide con los que se alarman ante el hecho de que una parte de la realidad no es reflejada por los medios?
—Creo que cada día la prensa nuestra tiene que ser más crítica, honda, inteligente, y tiene que acompañar al debate que ha pedido el Partido, como un componente imprescindible frente a la burocracia, la mediocridad, la indolencia, la corrupción. Eso es una necesidad, una urgencia. Se les está exigiendo a los organismos del Gobierno que sean transparentes, abiertos, y que apoyen sin posiciones defensivas esta función de la prensa. Hay que fundar un periodismo tan ajeno a la frivolidad y a la manipulación de los medios capitalistas como al triunfalismo y a la retórica supuestamente revolucionarios.
—¿Cuáles son esos mensajes sustanciosos, útiles, levemente didácticos que le interesaría ir sembrando para los descendientes?
—El prólogo que hice a un libro de Enrique* se presenta como una especie de mensaje a los nietos de mi generación. Hay un elemento importante que creo que explica esta cita: yo estoy hablando todo el tiempo de Enrique, es decir, no de un moralista, digamos, «clásico», sino de un ejemplo de cubanía alegre, desencartonada, jodedora, ajena a toda pretensión moralizante o pedagógica. A la luz de ese «modelo», llamémosle así (y esperemos que Enrique no lea esto), lo que hago es ironizar con el envejecimiento acelerado de mi generación, con las pretendidas responsabilidades hacia los nietos y todo lo demás. En medio de la ironía, hay quizá el intento de promover ese «modelo» envidiable que tenía Enrique de ver la vida. Tendría que buscar ese prólogo; pero me parece que no hay mucho más allí.
—Trascendiendo los cismas temporales entre Guillermo Tell y su hijo, ¿por qué cree que se considere a su generación una generación frustrada? ¿Siente ahora que finalmente han podido empuñar la ballesta o que son los nietos los únicos favorecidos con la condescendencia de los abuelos?
—No me siento parte, honestamente, de una generación frustrada. Conozco personas amargas, jodidas y decididamente frustradas que son mucho más viejas que yo y otras tantas mucho más jóvenes. Me parece que hay gente frustrada y, digamos, «realizada» (una palabra que detesto, pero es la que se me ocurre ahora) en todas las generaciones. Hay una parte de mi generación, digamos, «de la cultura», que conozco bien y donde hay artistas plásticos, teatristas, músicos, poetas, narradores, y son gente que ha vivido y sigue viviendo con mucha intensidad la aventura de su creación y la aventura revolucionaria. Con respecto a la canción de Carlos Varela (que me gustó mucho desde que la oí por primera vez), creo que aquí, entre nosotros, los hijos y los nietos de Guillermo Tell están participando cada vez más en las decisiones, y la política, que está muy clara, es que este sea un proceso cada vez más rápido e irreversible. Lo otro sería suicida.
—¿Su sentido del humor le ha servido como estrategia para sortear situaciones difíciles y mantener el equilibrio entre criterios y posiciones dispares?
—Creo que el humor ha sido algo muy valioso, realmente vital, para mí, como creo que lo es para los cubanos en general. Es un ejercicio único, irremplazable, de distanciamiento, de inteligencia, también de flexibilidad y tolerancia hacia los otros, hacia ti mismo, hacia la vida. Creo que sí, que sirve para que la gente se entienda mejor. El humor es el mejor antídoto frente a la rigidez, frente a lo inauténtico, lo ceremonial, lo absurdo. Tampoco es una píldora (ojalá existiera esa píldora) y es algo que viene a salvarte en los momentos difíciles y a veces no viene. Lucho todos los días para no amargarme y a veces, se los confieso, no lo logro como quisiera.
—Jamás mi cargo me ha exigido que haga cosas que contradigan ni mi historia ni mi integridad como intelectual y como persona. La encrucijada en que me veo todos los días, no es de carácter ético, en lo absoluto (sería una situación intolerable para mí y para cualquiera con un mínimo de decencia); sino que tiene que ver, también, con esa «fatiga» que mencionan ustedes y, sobre todo, con el tiempo para Mr. Hyde, es decir, el tiempo imprescindible para leer, para escribir, para practicar un poco de «ocio fecundo». Y, por supuesto, no tengo que esperar a que llegue ese «algún día» futuro para lamentar tanto tiempo empleado en lo administrativo.
—Si bien la prensa cubana ha informado sobre fraudes económicos y casos de corrupción, ¿coincide con los que se alarman ante el hecho de que una parte de la realidad no es reflejada por los medios?
—Creo que cada día la prensa nuestra tiene que ser más crítica, honda, inteligente, y tiene que acompañar al debate que ha pedido el Partido, como un componente imprescindible frente a la burocracia, la mediocridad, la indolencia, la corrupción. Eso es una necesidad, una urgencia. Se les está exigiendo a los organismos del Gobierno que sean transparentes, abiertos, y que apoyen sin posiciones defensivas esta función de la prensa. Hay que fundar un periodismo tan ajeno a la frivolidad y a la manipulación de los medios capitalistas como al triunfalismo y a la retórica supuestamente revolucionarios.
—¿Cuáles son esos mensajes sustanciosos, útiles, levemente didácticos que le interesaría ir sembrando para los descendientes?
—El prólogo que hice a un libro de Enrique* se presenta como una especie de mensaje a los nietos de mi generación. Hay un elemento importante que creo que explica esta cita: yo estoy hablando todo el tiempo de Enrique, es decir, no de un moralista, digamos, «clásico», sino de un ejemplo de cubanía alegre, desencartonada, jodedora, ajena a toda pretensión moralizante o pedagógica. A la luz de ese «modelo», llamémosle así (y esperemos que Enrique no lea esto), lo que hago es ironizar con el envejecimiento acelerado de mi generación, con las pretendidas responsabilidades hacia los nietos y todo lo demás. En medio de la ironía, hay quizá el intento de promover ese «modelo» envidiable que tenía Enrique de ver la vida. Tendría que buscar ese prólogo; pero me parece que no hay mucho más allí.
—Trascendiendo los cismas temporales entre Guillermo Tell y su hijo, ¿por qué cree que se considere a su generación una generación frustrada? ¿Siente ahora que finalmente han podido empuñar la ballesta o que son los nietos los únicos favorecidos con la condescendencia de los abuelos?
—No me siento parte, honestamente, de una generación frustrada. Conozco personas amargas, jodidas y decididamente frustradas que son mucho más viejas que yo y otras tantas mucho más jóvenes. Me parece que hay gente frustrada y, digamos, «realizada» (una palabra que detesto, pero es la que se me ocurre ahora) en todas las generaciones. Hay una parte de mi generación, digamos, «de la cultura», que conozco bien y donde hay artistas plásticos, teatristas, músicos, poetas, narradores, y son gente que ha vivido y sigue viviendo con mucha intensidad la aventura de su creación y la aventura revolucionaria. Con respecto a la canción de Carlos Varela (que me gustó mucho desde que la oí por primera vez), creo que aquí, entre nosotros, los hijos y los nietos de Guillermo Tell están participando cada vez más en las decisiones, y la política, que está muy clara, es que este sea un proceso cada vez más rápido e irreversible. Lo otro sería suicida.
—¿Su sentido del humor le ha servido como estrategia para sortear situaciones difíciles y mantener el equilibrio entre criterios y posiciones dispares?
—Creo que el humor ha sido algo muy valioso, realmente vital, para mí, como creo que lo es para los cubanos en general. Es un ejercicio único, irremplazable, de distanciamiento, de inteligencia, también de flexibilidad y tolerancia hacia los otros, hacia ti mismo, hacia la vida. Creo que sí, que sirve para que la gente se entienda mejor. El humor es el mejor antídoto frente a la rigidez, frente a lo inauténtico, lo ceremonial, lo absurdo. Tampoco es una píldora (ojalá existiera esa píldora) y es algo que viene a salvarte en los momentos difíciles y a veces no viene. Lucho todos los días para no amargarme y a veces, se los confieso, no lo logro como quisiera.
*Se refiere a Mi vida al desnudo de Enrique Núñez Rodríguez".
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