martinoticias
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Autores
de "La Patria es de Todos": René Gómez Manzano,
Martha Beatriz Roque,
Vladimiro Roca y Félix Bonne Carcassés (izq.-der.). |
Los ancianos son los grandes perdedores de las tímidas reformas económicas
del General gobernante de Cuba. Miles de los que antaño aplaudieron en
la Plaza de la Revolución los largos discursos de Fidel Castro o
pelearon en guerras civiles en África, hoy sobreviven como pueden.
Ahí están. Vendiendo periódicos, maní o cigarrillos sueltos. A otros
les va peor. La demencia senil los ha consumido y se dedican a pedir
limosna o hurgar en latones de basura.
Pero aún más dura es la vida para un viejo disidente. ¿No les dicen nada los nombres de Vladimiro Roca, Martha Beatriz Roque Cabello y Félix Bonne Carcassés?
En los noventa fueron de los opositores más activos que apostaban por
la democracia y las libertades políticas y económicas. En el verano de
1997 redactaron un lúcido documento titulado "La Patria es de todos".
Por ese legajo coherente e inclusivo recibieron violencia verbal y física por parte del régimen y su Policía secreta. Y fueron a la cárcel.
17 años después del lanzamiento de "La Patria es de todos", ya ancianos
y con un rosario de achaques, a duras penas sobreviven.
Venganza inclemente
Vladimiro, hijo del líder comunista Blas Roca, tuvo que vender su
casa en Nuevo Vedado. Con el dinero se compró un apartamento chapucero y
con el resto sobrevive. Próximo a cumplir 72 años, nunca recibió la
pensión a la cual tenía derecho por haber sido piloto de Migs y
trabajado en instituciones del Estado.
Fidel Castro fue implacable con las primeras oleadas de disidentes.
Además de encarcelarlos, los expulsó de sus empleos dignos y bien
remunerados. Y les negó una chequera de jubilación. A otros los obligó a
vivir en el destierro.
Bonne, el único negro del grupo, fue profesor universitario e
intelectual de valía. Está casi ciego y entre el olvido y la escasez,
espera a que Dios se lo lleve en su casa del reparto Río Verde.
Martha Beatriz, economista ilustre, intenta capear el temporal al
frente de una red de comunicadores sociales por la que recibe insultos y
violencia de la Seguridad del Estado.
Solidaridad
Si al Estado autocrático no le importan los disidentes históricos, ¿a
quién corresponde velar por ellos? A la disidencia más joven. Los
actuales opositores debieran encontrar soluciones para ayudar
económicamente a los disidentes de la tercera edad.
Es justo y humano. Y no actuar como ha hecho el Gobierno con los
cientos de miles de hombres y mujeres que en su juventud no dudaron en
entregarle a Fidel Castro y su revolución sus energías, e incluso sus
vidas, y cuando envejecieron les abandonaron a su suerte, salvo contadas
excepciones.
Para reparar la injusta realidad en las filas de la disidencia, los periodistas independientes José A. Fornaris y Odelín Alfonso
están tratando de hacer algo. "Estamos gestionando de qué forma se
puede crear un fondo de ayuda destinado a los viejos opositores y que al
menos reciban 50 pesos convertibles mensuales. También ese fondo
sufragaría un estipendio a colegas incapacitados por accidente o
enfermedad", señala Fornaris, al frente de una asociación de periodistas
cubanos libres.
Por su parte, Alfonso piensa en una especie de fondo de pensiones:
"Cada periodista que publica sus trabajos y cobra dinero, de manera
voluntaria donaría una cantidad. Es lamentable cómo están viviendo
algunos disidentes mayores de edad".
Un gran servicio
Mientras se materializa el proyecto, decenas de opositores
septuagenarios apenas tienen entradas que les permitan vivir dignamente.
Tania Díaz Castro, poeta y periodista, estuvo en
primera línea en los años duros de la década de 1980, cuando pocos se
atrevían a disentir contra el castrismo.
Sus nombres no deben ser olvidados. Ricardo Bofill, Reinaldo Bragado, Rolando Cartaya y Marta Frayde, entre otros, gestaron un partido a favor de los Derechos Humanos.
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Tania Díaz Castro, fundadora del partido Pro Derechos Humanos de Cuba. |
Díaz Castro, miembro de aquel partido, nunca se imaginó que muchos
años después, Cuba seguiría siendo un país totalitario. Reside en Santa
Fe, al oeste de La Habana, rodeada de libros y perros. Sobrevive
escribiendo notas para sitios digitales y con los dólares que le puedan
girar sus hijos desde el extranjero.
Y ella no es de las que peor está. A pocas cuadras de su domicilio vive Manuel Gutiérrez,
opositor desde los años ochenta y fundador de un partido disidente. Con
más de 70 años, se gana la vida trabajando la tierra y cuidando chivos.
Habita en una miserable choza de tejas y piso de cemento sin pulir.
Pero no se queja. "Es lo que me tocó. Peor que yo están los disidentes
menos conocidos. Fue mi opción, quedarme en Cuba y luchar por un
cambio", dice, intentando disimular el temblor de sus manos, debido a
enfermedades mal atendidas.
La disidencia actual no puede ni debe olvidar el pasado. Cuando los
actuales disidentes tenían miedo y en silencio aceptaban los
linchamientos verbales y públicos del régimen hacia aquellos aguerridos
opositores, ellos hablaban por todos los cubanos.
Ahora los disidentes y periodistas independientes que aún no peinamos
canas, debemos ocuparnos de quienes nos precedieron y nos abrieron el
camino. Si el presente es menos represivo en la isla, es precisamente
por los viejos disidentes.